En una de mis columnas anteriores expresaba de manera rápida que una de las preguntas clave para los candidatos a la presidencia es qué piensan hacer con el narcotráfico. Luego de lo que sucedió el domingo, y de ver la cara de sorpresa de Hernández y de preocupación de Petro, me pareció importante volver de nuevo a sus programas de gobierno para intentar imaginar cuáles son las intenciones de cada uno con el país. Ambos programas de gobierno están más o menos bien presentados, manejan un lenguaje claro y buscan de alguna manera ofrecer soluciones a problemas de toda la vida. Sobre el papel de la utopía política, no se puede decir a ciencia cierta si hay uno mejor que el otro. El problema es que ni siquiera se puede saber qué tan cerca estuvieron los candidatos de esos escritos.
Con sorpresa noté que el texto de Hernández esconde bien la imagen algo chanflona y dicharachera que proyecta el candidato. Esa imagen que muestra en este video cuando, con desenvoltura y desparpajo, le dice al periodista en el comedor de su casa “a la orden”, como cuando se toma un pedido en un asadero sabanero. Admito que me tranquilizó ver en su programa algo más lógico que lo que se le ha criticado. Aun así, no puedo dejar de dudar de alguien que dijo en su momento admirar a Hitler, y luego para corregirse dijo haberlo confundido con Einstein (pequeñísimo yerro). No quiero poner en tela de juicio las intenciones de Hernández de querer acabar con “la robadera”, pero temo que en uno de sus deslices termine montando campos de concentración. Sea lo que sea, “el viejo ese”, como lo llaman miles de colombianos, tiene convencidos a un montón de votantes y en un descuido puede terminar sentado en la Casa de Nariño.
Pero volviendo a la pregunta inicial, el programa de Petro hace un ligero esfuerzo por explicar su estrategia de cambiar el paradigma en la lucha contra las economías ilegales (p. 50 y 51) y su intención de “contribuir a la regulación de las drogas” (p. 49). El programa de Hernández se queda corto en la materia y la palabra narcotráfico solo es utilizada cinco veces en un documento de 76 páginas. Y es que esa es una de las preguntas del millón: todo lo que se proyecta en un país como el nuestro depende en gran parte de lo que deje hacer el negocio de la droga y del control que pueda tener el Estado en el territorio nacional. En el caso de Petro, la sociedad colombiana merece una respuesta más clara a esa pregunta; en el caso de Hernández, merecemos al menos una respuesta.
De nuevo, señores Petro y Hernández: ¿Qué carajos van a hacer con el narcotráfico?
En el fondo, el que realmente sepa responder a esa pregunta debería ser presidente sin importar su edad, su pasado, su tendencia política. Casi en el fondo, tanto Petro como Hernández deberían sentarse a hablar y darse cuenta de lo que lograron “sin querer queriendo”. Y no me refiero a que formen una especie de alianza antes de las elecciones; me refiero a que logren proyectar juntos una especie de estrategia de cooperación a largo plazo por el bien de Colombia. Si realmente les importa el país, en lugar de empezar a generar peleas políticas estúpidas, como la que intentó armar Petro con sus críticas al TikTok de Hernández, los candidatos deberían subirle el nivel al debate. Deberían empezar su discusión sobre lo que significa haber dejado por fuera los partidos tradicionales e intentar entender lo que esa mayoría de colombianos está necesitando.
El resultado del domingo es, como se menciona en todas partes, una forma de protestar contra los que han manejado este país a su antojo. En ese sentido, se puede hablar de una victoria electoral y lo que sigue no puede ser peor que Duque y la maquinaria política. Si en la primera vuelta entró el diablo y escogió entre lo que había, es posible que tenga que hacerlo de nuevo en la segunda vuelta. Lo importante es darse cuenta de que ambos candidatos representan algo diferente. Lo importante es que sean capaces de alinear sus comportamientos, de dejar de creerse los amigos del pueblo y de verse a sí mismos como posibles presidentes. Lo importante es que entiendan que no se trata de un juego: ni de palabras, ni de actos simbólicos, ni de quién parece más valiente. Ahora se trata de demostrar quién está más preparado y quién tiene la capacidad de menguar el poder de los famosos clanes para medio soñar con un país más justo.
@jfcarrillog