Cambios familiares y depresión en los jóvenes

Julián de Zubiría Samper
13 de marzo de 2023 - 09:02 p. m.

¿Las transformaciones en la estructura de las familias y en sus estilos de autoridad tienen que ver con el aumento en la depresión actual de los jóvenes?

Según un reciente informe del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en 2021, el 42 % de los estudiantes de secundaria del país experimentaron sentimientos persistentes de tristeza, mientras que el 22 % consideró la posibilidad de suicidarse. ¡Cerca de la mitad de los jóvenes vive con desesperanza y uno de cada cinco ha pensado en quitarse la vida! Nunca antes en la historia habíamos conocido estas escalofriantes cifras. Muchos creyeron que eran los efectos de la pandemia, pero, desafortunadamente, estamos viendo que las causas de la depresión son más profundas y que el COVID lo que hizo fue visibilizar un problema más complejo.

En la columna anterior analicé el tiempo de permanencia de los jóvenes en las redes sociales y su impacto en la depresión severa. Sin embargo, esta es solo una de las aristas del problema. Los jóvenes actuales viven con frecuentes e intensas crisis emocionales y esto no solo se explica por su adicción a las pantallas. En esta columna estudiaremos otra causa, igual o más importante: los cambios en la composición y en los estilos de autoridad del hogar.

Primero. Las familias actuales tienen menos miembros y se comunican poco.

Las jóvenes se casan a mayor edad, tienen menos hijos y muchos optan por tener proyectos propios y mascotas en lugar de descendientes. Las familias son más diversas y flexibles. En muchos países, el número actual de hijos por mujer es cercano e inferior a uno (Singapur, Taiwán, Corea o Hong Kong, entre otros). En Colombia, hoy las mujeres tienen en promedio 1,9 hijos, cuando en 1970 tenían 7,6. En el mundo, las mujeres entre 15 y 49 años tienen en promedio 2,4 hijos, la mitad de los que tenían en 1970. Los cambios son mucho más acentuados en los centros urbanos y en los estratos medios y altos.

Un aspecto actual muy preocupante tiene que ver con la disminución en los tiempos de comunicación en el hogar. Es un tema muy difícil de cuantificar, pero todo indica que la mediación padres-hijos ha disminuido de manera sensible. Diversos factores lo explican, entre ellos, el menor número de miembros en el hogar, la generalización del uso de pantallas, la vinculación de las madres al mercado laboral, los microondas que eliminaron las comidas familiares y, fruto de la incorporación de la tecnología al trabajo, el aumento indefinido de la jornada laboral. Vivimos en una sociedad adicta al trabajo que dedica poco tiempo a los menores. Según un estudio de la Universidad de la Sabana, en 2019, el 81 % de las mujeres colombianas consideraba que la actual intensidad laboral perjudicaba el tiempo de comunicación con sus hijos. Así mismo, en España, según el Barómetro de la Familia, el 63 % de las familias cree que la comunicación entre padres e hijos ha empeorado en la última década.

Los hermanos nos enseñan, entre muchas otras cosas, a resolver conflictos y compartir. De ellos heredamos la ropa, la música y los juguetes. También algunas rivalidades que mantenemos a lo largo de la vida. Con ellos aprendemos a tolerar, compartir, convivir y ser un poquito más empáticos y menos individualistas. Hoy, una buena parte de los niños crecen sin estos maestros excepcionales de la vida. El problema es más grave por la menor presencia de la figura del padre en el hogar, pues este es parte principal en la formación de jóvenes con mayor necesidad de logro, tenacidad, persistencia y autonomía. El 85 % de los hogares monoparentales en el mundo está encabezado por mujeres.

En las últimas décadas estamos viviendo cambios profundos y silenciosos de la cultura occidental: el debilitamiento de la familia extensa y nuclear, y la disminución de los tiempos de comunicación en el hogar. Ambos producen la soledad inmensa que hoy antecede a las crisis emocionales. Las consecuencias son todavía impredecibles, pero ya conocemos algunas de ellas: las nuevas generaciones son más frágiles emocionalmente porque han tenido menor acompañamiento y mediación afectiva por parte de los padres, tíos, abuelos, vecinos y hermanos.

Segundo. ¿Por qué estamos viviendo un crecimiento exponencial de las familias permisivas y sobreprotectoras en las familias de estratos medios y altos?

En el Informe de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano de 2021 hay una pista muy esclarecedora para entender el excesivo aumento de los “padres helicópteros”. Se trata del miedo. Su nombre es elocuente: “Tiempos inciertos, vidas inestables”. El informe analiza 13 millones de noticias en los últimos 115 años y concluye algo muy sorprendente: hoy en día se divulgan proporcionalmente, muchísimas más noticias negativas que las que conocimos durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. La mayoría de las personas viven con angustia. Creen que la inseguridad está desbocada y que la vida moderna nos llenó de peligros, guerras y asesinatos. Esta es la consecuencia de la divulgación diaria de noticias negativas por todos los medios y a todas las horas. El aumento del miedo es el responsable del crecimiento de la sobreprotección de los padres.

Steven Pinker y Johan Norberg, dos de los investigadores más destacados en el mundo, concluyen que estamos equivocados al evaluar los riesgos actuales y que vivimos el periodo más pacífico, próspero y tranquilo de la humanidad. Ellos explican que esta contradicción es resultado del negativo papel que han cumplido los medios de comunicación y las redes. Sin embargo, las percepciones son realidades subjetivas y es un hecho que ha aumentado la percepción de inseguridad para la mayor parte de adultos en el mundo.

La estrategia de los padres sobreprotectores produce efectos emocionales muy adversos: como viven permanentemente con angustia, necesitan generarla en sus hijos. Una vez sus hijos también sienten temor, ellos pueden dormir tranquilos. La paradoja es que la sobreprotección desprotege a los menores. Una familia con miedo forma hijos inseguros, menos autónomos y que maduran más lentamente.

Muchos padres sueñan con instalarles a sus hijos un chip para saber en dónde y con quién están en todo momento. Algunos dispositivos electrónicos incorporados en sus celulares y computadores les permiten revisar sus desplazamientos y conversaciones. Así mismo, en los jardines infantiles creados para las familias ansiosas de estratos medios y altos, se ha generalizado una costumbre que raya en la patología: los progenitores cuentan con cámaras de seguimiento para ver los movimientos de sus descendientes en tiempo real. ¡Los efectos sobre la autonomía y la estabilidad emocional de los menores en el mediano plazo son incalculables!

Por otra parte, un mundo que sobrevalora lo que hacen los individuos aislados y una sociedad que enseña que la felicidad consiste en acumular bienes han generado un nuevo estilo de autoridad, también muy negativo para los menores: las familias permisivas. Son padres obsesionados con formar hijos felices que tengan todo a la mano. Debido a eso, tal como explica Tim Elmore, premian y ayudan muy rápido a sus hijos, les exigen muy poco y los elogian con mucha facilidad. La paradoja es que los padres permisivos forman hijos muy infelices a quienes casi nadie quiere, porque suelen ser niños egocéntricos, caprichosos y poco empáticos, que aprendieron desde muy pequeños el detestable arte de la manipulación.

La conclusión es clara: estamos formando jóvenes más frágiles emocionalmente porque carecen de hermanos, tienen poco diálogo en sus familias extensas y hogares, y sus padres son muy sobreprotectores o permisivos. Lo triste de todo esto es que, a menos que cambiemos la educación en los hogares y en los colegios, más jóvenes vivirán de manera más frecuente en medio de crisis emocionales. Lo que sucede es que los cambios culturales requieren mucho tiempo.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)

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Alberto(3788)15 Mar 2023 - 1:01 a. m.
Tema trascendental abordado desde el conocimiento. Gracias.
H. Callejas(4167)14 Mar 2023 - 4:28 p. m.
Gracias por la columna , excelente. Problema muy complejo, como complejos somos los humanos.
Atenas(06773)14 Mar 2023 - 3:55 p. m.
Sin dudas excelente columna q’ aborda toda una tragedia mundial, la inestabilidad emocional de la muchachada lo cual no se corresponde con los adelantos tecnológicos de la humanidad, es como si fuera el precio q’ pagáramos. Mas, en el fondo subyace un hecho incuestionable: la irresponsabilidad de procrear sin tener claro cuánto compromiso comporta traer un hijo al mundo, q’ no es x llenar un vacío
  • Atenas(06773)14 Mar 2023 - 4:02 p. m.
    Esta interesante columna cuán complementa las 2 q’ en el mismo sentido hizo Claudia Morales en sus 2 últimas entregas con un epílogo más lamentable: el creciente Nº de suicidios entre los adolescentes. Con ambos conceptos y sus fuentes se cierra el círculo del análisis: hay una razón 1ª del daño, la inmadurez de quienes procrearon. “De todas las ruinas del mundo, la peor de todas es la de un hijo”
Adela(76185)14 Mar 2023 - 1:52 p. m.
Excelente artículo. Muchísimas gracias
-(-)14 Mar 2023 - 11:18 a. m.
Este comentario fue borrado.
  • leunamuno(9808)14 Mar 2023 - 11:39 a. m.
    Ya no se tienen muchos hermanos para desarrollar las dinámicas y aptitudes vitales que se necesitaban en esas dimensiones, pero se tienen infinidad de puntos de vista que obligan al individuo a sentirse, a valorarse y a definirse. En aquellos tiempos estaban "dios" y las inmensidades para ignorarnos, como lo que somos: insignificantes. La juventud de hoy está más limitada existencialmente.
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