Mientras Daysuris Vásquez ataca a Nicolás Petro, su expareja, Aida Merlano regresa al país para darle el golpe final a Alejandro Char, su examante. Detrás de Daysuris estaría el clan Char. Detrás del regreso exprés de Aida, el Gobierno. La disputa de fondo es por la Alcaldía de Barranquilla.
ADVERTENCIA: ESTO ES FICCIÓN
Aquí se recrea la actualidad de Colombia con situaciones imaginadas, diálogos inventados y personajes ficticios. Así como algunas películas advierten que su trama está «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. «La candidata presidencial» es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de imaginación del autor. Esta es una novela de ficción coyuntural.
Jueves 2 de marzo de 2023
Daysuris Vásquez, la nuera saliente del presidente Gustavo Petro, empujó por última vez la máquina para piernas y terminó su tanda de tren inferior en el gimnasio. Se contempló un rato frente al espejo, se dijo entre dientes «bichota» y agarró el celular para tomarse una selfi. Un nuevo chat en su teléfono le produjo una descarga de adrenalina:
—Por Dios. Qué le dijiste a Semana???
La barranquillera disfrutó la pregunta con un aire de desquite que le infló los pulmones y le aceleró el corazón. En el fútbol y en el amor las victorias más exultantes son las que se consiguen por revancha.
Laura Ojeda, la nuera entrante del presidente Gustavo Petro, también de Barranquilla, reprendió a Nicolás.
—¿Le estás escribiendo a Day?… No joda, Nicolás… Cualquier WhatsApp que le escribas a ella es capaz de hacerlo público.
Nicolás le dio la razón sin decir una palabra. Deambuló inquieto por la sala de aquel apartamento que en unos días se haría famoso, el mismo en el que vivió Daysuris hasta finales de 2022, cuando aún era su pareja —y cuando Laura Ojeda, su nueva pareja, aún era la mejor amiga de Day—.
El delfín leyó de nuevo, en su celular, el comunicado que acababa de publicar su papá. Desesperado, le envió una nota de voz a otra Laura.
—Se están equivocando. Lo que sea que vaya a decir Day en Semana es mentira. No pueden poner mi nombre bajo sospecha por lo que diga ella.
Laura Sarabia, la Jefa de Gabinete del presidente Petro, reprodujo en altavoz una segunda nota que le envió Nicolás:
—Es un absoluto desacierto de la Presidencia y es una absoluta injusticia ponerme en la palestra pública por las mentiras de una persona que está dolida. Y no solo me afecta a mí, sino que afecta a mi papá, porque lo están induciendo al error.
El presidente Petro, en su despacho, escuchó el audio sin quitar la mirada del piso.
—Estamos haciendo lo correcto —intervino la Candidata—. Vicky Dávila me adelantó que Day acusa a Nicolás de recibir plata de Santander Lopesierra y del Turco Hilsaca. Que fue una plata que les recibió en campaña, pero que nunca entró a la campaña.
El Jefe de Estado sintió algo de vergüenza.
—Donde haya entrado plata de esa a la campaña nos friegan —rezongó.
—Esperemos que no —continuó la Candidata—. Por lo pronto, hay que aislar a Nicolás.
—Hace un mes le dije a todo el gabinete que evitaran cualquier contacto con él.
—No solo hay que aislarlo del Gobierno —advirtió la Candidata—. Hay que aislarlo de la familia presidencial.
Petro se quedó pensándolo.
—¿Y uno cómo aísla a un hijo? —preguntó con un poco de dramatismo cursi.
La Candidata hubiera querido decirle: «Igual que lo has hecho toda la vida». Pero le contestó otra cosa.
—Tienes que salir a hablar y desmarcarte de Nicolás… Podríamos decirle a tu hija Andrea que envíe un primer mensaje. Si alguien ha levantado la voz por las andanzas de Nicolás es ella. Hay que hacerlo con cuidado porque Andrea también tiene su gustico por la política. Si le damos rienda suelta, se nos sale de control.
El presidente tenía una preocupación más grande en la cabeza.
—Todo eso está bien, pero lo que yo quisiera es que enfrentemos el tema real de fondo —reclamó Petro—. El problema no es Day… El problema de verdad son los que están detrás de Day… ¿Qué vamos a hacer con ellos?
***
El barranquillero Armando Benedetti se sentía como un virrey en la Embajada de Colombia en Venezuela. Recibía políticos, empresarios y artistas que se inclinaban sutilmente cada vez que llegaban a saludarlo. No creyó que fuera a ser tan divertido. Alcanzó a pensar que se había equivocado cuando recibió aquella residencia abandonada, llena de humedades, habitada por ratas y marcada con grafitis obscenos y categóricos («Con Colombia me limpio el culo y me queda sucio»). Lograron deshacerse de las humedades, las ratas y los grafitis, aunque conservaron los muebles feos y las cortinas viejas. La casa era oscura y con poca gracia, pero era su nuevo reino y ahí mandaba él.
Le encantaba agasajar invitados en la residencia. Pocas cosas producen más placer que ser anfitrión de una fiesta que se paga con las billeteras de otros. Una cumbia en vivo sonaba aquel mediodía en el patio. Los diplomáticos presentes estaban todos disfrazados con sombreros vueltiaos de piñata. Benedetti se esforzaba por explicar su correcta pronunciación:
—Vueltiao. Se dice vuel-tia-o… Claro, lo normal es decir volteado, pero nosotros le decimos vuel-tia-o… Ah, pues porque así le decimos en Colombia.
Su teléfono celular vibró. Era un mensaje de la Candidata:
—Llámame. Llegó tu momento de brillar.
Benedetti, que se daba el lujo de no responder muchas llamadas y dejar decenas de chats en visto, atendía al instante los mensajes que le llegaban desde la Casa de Nariño. El poder de todo virrey pende de su relación con la Corona.
—Excúsame, llave —le dijo al embajador con el que estaba conversando y buscó un lugar dentro de la casa para hablar por teléfono.
Al otro lado de la línea respondió la Candidata.
—Aló.
—¡Ajá! ¡El poder detrás del poder! —exclamó Benedetti.
El saludo pomposo le sacó una sonrisa a la mujer.
—Es chistoso porque es verdad —dijo ella.
—Pues claro que es verdad. Cuéntamelo todo. ¿Qué ha pasado?
—No es tanto lo que ha pasado, sino lo que va a pasar.
—¿Qué cosa?
—Me imagino que tú conoces a la ex de Nicolás Petro: Day.
—Sí, claro que la conozco —confirmó el embajador.
—Bueno, pues esta noche «Semana» va a publicar una entrevista con ella en la que deja muy mal parado a Nicolás. Palabras más, palabras menos, se tira la campaña que él estaba haciendo en el Atlántico.
—Mierda… ¿Tú sabes que Day es cercana a los Char? Nada raro tiene que ellos estén detrás de esto.
—Hum… Pues… Nada de raro tendría que tú estés detrás de esto.
A Benedetti le pareció escandaloso el comentario.
—¿Yo?… ¡Eche! ¿Yo por qué?
—Pues porque tú tienes candidato propio a la Gobernación del Atlántico y, además, quieres ser alcalde de Barranquilla. Sacar a Nicolás Petro de la campaña les despeja bastante el camino para ser los candidatos del Gobierno.
—No joda… Qué me voy yo a meter en semejante verguero por un candidatura. Te pido que por allá no digas eso ni en chiste.
La Candidata se quedó muda. El silencio torturó a Benedetti.
—No pierdas el sentido del humor, Armando —soltó al fin ella—. Por supuesto que los Char están detrás de esto.
—Sí, sí, obvio… —respiró él aliviado—. Ellos son los que quieren joder al resto para quedarse con la Gobernación y la Alcaldía. Lo que nos toca a nosotros es joderlos a ellos. Para eso es que me llamas, ¿verdad?
—Para eso es que te llamo… Necesitamos que actives el traslado de Aida Merlano. Tiene que aterrizar en Bogotá, a más tardar, la próxima semana. Si Day le tumba la campaña a Nicolás, que Aida le tumbe la campaña a los Char. Lo que dice Shakira es cierto: las mujeres… ya no lloran.
—Lo que pasa es que Shakira también es de Barranquilla. Por eso yo digo que las barranquilleras son las que ya no lloran… Las barranquilleras rompen lo que sea y al que sea y, si hace falta, lo mandan todo para la mismísima mierda.
***
Viernes 10 de marzo de 2023
Lo que por meses se dijo en sentido figurado, al final ocurrió en sentido literal: el día que Aida Merlano llegó a Colombia tembló. Un sismo despertó a las 4 y 18 de la mañana a habitantes de Santander y Bogotá. En Barranquilla no se sintió y, aun así, el exalcalde Alejandro Char abrió los ojos a esa hora como si algo le removiera el corazón. Buscó acomodo para volver a dormir pero no pudo. Se sentó en el borde de la cama sin estar seguro de qué hacer. Navegó sin rumbo en Instagram hasta detenerse en un video que Aida Merlano, su examante, había subido esa misma madrugada. Alejandro miró a su esposa y se levantó con cuidado para no despertarla. Salió del cuarto y, recostado en una pared del pasillo, reprodujo el video a volumen bajo. Se trataba de Aida interpretando en fonomímica «La Patrona Soy Yo», de Aracely Arambula y los Súper Lamas.
Le pareció ridícula y sobreactuada. También patética. Criticó la pose forzada y la colcha blanca sobre la que estaba arrodillada. Cada vez que repetía el video se daba cuenta de un nuevo detalle: el escote del vestido negro, el dije colgando en la parte alta de su pecho, las uñas recién pintadas, los dedos que él adoraba entrelazar y el pelo liso que él solía acariciar. Pensó que ella no necesitaba de aquel filtro que suaviza las facciones. Recordó cuán enamorado estuvo de los pómulos de su cara y de sus cejas delineadas. Memoró las veces que se encontraron a escondidas como un par de adolescentes y los chats de idolatría que le envió en las mañanas: «Mi vida. Mi amor. Amándote. A diario. As always». De repente se descubrió nostálgico de su verduga. La melancolía, en realidad, nunca se había ido. Solo la escondió en un lugar en el que no le siguiera haciendo daño.
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