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“Ana Karenina” en danza (El arte y la cultura)

Manuel Drezner
03 de febrero de 2024 - 12:06 a. m.

Entre el 25 y 28 de enero, el Ballet Györ presentó en Bogotá la obra de “Ana Karenina”, de León Tolstói, una pieza dancística que reflejó las emociones internas de los protagonistas.

Anna Karenina es alzada por su amante durante una de las escenas iniciales de la obra coreográfica y teatral del Ballet Györ. / Gustavo Torrijos
Anna Karenina es alzada por su amante durante una de las escenas iniciales de la obra coreográfica y teatral del Ballet Györ. / Gustavo Torrijos
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

Es muy explicable que Ana Karenina, la inmensa novela de Tolstói, una de las cumbres de la literatura universal, haya atraído a numerosos artistas que han hecho adaptaciones de la obra a diversos medios, como el cine (con inolvidables actuaciones de Greta Garbo y Vivian Leigh en dos de sus encarnaciones), el teatro, la ópera y en especial el ballet, donde hay por los menos tres intentos de llevar al mundo de la danza esa novela básica.

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Entre el 25 y 28 de enero se presentó en Bogotá una compañía húngara, el Ballet Györ, que con dirección y coreografía de Laszlo Velekei hizo una nueva versión en danza de Ana Karenina. Hay que decir desde ya que se trató de un espectáculo con muchos altibajos, que al lado de escenas muy bellas hizo otras que poco tienen que ver con la obra original. Lo que sucede es que Velekei concibió su espectáculo no como algo con argumento continuo que cuente la historia de Ana, sino como escenas que aparentemente tratan de reflejar las emociones internas de los protagonistas. La historia de Ana Karenina, que deja a su marido, (una buena persona, pero demasiado concentrado en lo que trabaja, representado aquí con Karenin, el esposo, escribiendo en el aire en vez de interesarse en su mujer) para irse con Vronsky, un oficial se muestra en una serie de escenas sueltas, donde prima la expresión de emociones y no el contenido narrativo. Eso quiere decir que lo que más importa es la psicología de los personajes que lo que hacen, y por eso las pocas escenas donde se presenta la historia secundaria de Katty y su novio Luvin casi que sobran porque no muestran, como en la novela, el contraste entre la vida feliz de esta y la tragedia de Ana. El director ha decidido que Ana llega a un estado que podríamos llamar neurótico y por eso su suicidó echándose bajo las ruedas de un tren. La realidad es que Tolstói lo que describió es a una mujer desesperada, pero cuerda, por haber sido rechazada y haber perdido a su hijo.

Posiblemente estoy tejiendo muy delgado al pretender que este espectáculo refleje la historia de Ana Karenina como la escribió Tólstoi, pero eso es lo que le han dado a uno esperar sobre lo que pasará. El acompañamiento es un montaje musical con momentos electrónicos y otros acústicos, que fue difícil de apreciar por el volumen absurdo con que se reprodujo la grabación.

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En resumen, se trata de un espectáculo interesante, que a momentos refleja lo que dijo Tolstói en su obra, pero que busca más valores de danza psicológica que narrativos, y en ninguno de los dos llega a algo que convenza por la falta de unidad. El programa de mano omitió mostrar el reparto y por eso no se mencionan bailarines individuales.

Si le interesan los temas culturales y quiere opinar sobre nuestro contenido y recibir más información, escríbanos al correo de la editora Laura Camila Arévalo Domínguez (larevalo@elespectador.com) o al de Andrés Osorio (aosorio@elespectador.com).

 

Fernando(17040)03 de febrero de 2024 - 04:12 p. m.
Efectivamente, como dice María, son distintas percepciones. En este caso hay que mirar el ballet, conociendo la historia literaria pero sin pegarse a ella, porque es imposible narrar una historia larga, mediante una puesta en escena corporal, acústica y visual. Pero se logra transmitir la intesidad de las pasiones. (Si creo que sobra la cama)
MARIA(30795)03 de febrero de 2024 - 03:03 p. m.
Son curiosas las distintas percepciones. Creo que, obviamente, para gozarse la obra, es necesario haber leído el libro. Eso permite ver la bella interpretación. A mí me gustó muchísimo, precisamente por que, como Usted lo dice, se aborda la historia desde las emociones (siempre internas). El final, por cierto, es impactante. En cuanto a la idea de Ana como neurótica, yo diría, más bien, enajenada, y me pareció una interpretación atinada. ¿No es acaso el amor un estado de enajenación?
Gines de Pasamonte(86371)03 de febrero de 2024 - 03:00 a. m.
Considero, don Manuel, que adaptar una obra literaria al cine, ópera o ballet, es bastante complejo, sobre todo por el hecho del prejuicio que nace, una vez leída la obra, de digerir el cambio obvio que se produce. Don Quijote, por ejemplo, también ha sido llevada al ballet en la famosa versión con coreografía y libreto de Marius Petipa, y la verdad, cuesta un poco aceptar el cambio, sobre todo cuando se conoce muy bien la obra primigenia. ¡Mi criterio por supuesto!
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