Transición energética III: superando el bla, bla

Mauricio Botero Caicedo
13 de noviembre de 2022 - 05:30 a. m.

La transición energética empezó realmente en el siglo pasado, a finales de los años 80. Contrario a lo que algunos afirman, fue el mercado —y no el sector público— el que impulsó, y seguirá haciéndolo, dicha transición. En reciente artículo, David Fickling, analista de Bloomberg, afirmaba que a raíz del shock de la OPEP, en 1973, el mundo inició una sostenida desaceleración del consumo de hidrocarburos. Ni EE. UU. ni Europa volvieron a demandar combustibles fósiles en la magnitud que lo habían hecho en el pasado. Solo después de dos décadas los estadounidenses superaron el consumo de 18,5 millones de barriles diarios y la UE, a pesar de tener una economía el doble de grande, nunca regresó al consumo de 16,9 millones de barriles diarios. En 1973, el petróleo representaba la mitad del consumo de energía en el mundo: hoy no llega al 31 %. El consumo de gas natural, para desgracia de Putin y sus áulicos, cae anualmente en 20.000 millones de m². La crisis de la OPEP ha sido bastante más pronunciada: de controlar el 25 % del mercado, hoy no llegan al 11 %.

Para la consultora McKinsey, la demanda global de petróleo podría llegar a su punto máximo entre 2025 y 2027, debido a la penetración de la movilidad eléctrica y al aumento de generación eléctrica de las energías renovables (más del 90 % de la nueva capacidad instalada de generación de energía será de fuentes renovables). Para la British Petroleum, el consumo anual de petróleo disminuirá un 10 % en esta década y un 50 % adicional en las próximas dos. Dado que entre el 65 y el 75 % del consumo del petróleo está relacionado con el transporte, el declive en el consumo guarda una estrecha correspondencia con la adaptación de vehículos eléctricos del parque automotor mundial. Como mencioné en la anterior columa, el cuello de botella está en las baterías. A medida que haya avances en este terreno, la implementación del transporte eléctrico va a ser más expedita y fluida. Lo que es un hecho es que casi la totalidad de las empresas automotrices del mundo han adquirido el compromiso, a partir del 2035, de dejar de fabricar vehículos de combustión interna. Airbus ya anunció un avión “limpio” para el 2035.

El planeta consume de 100 a 102 millones de barriles de petróleo diarios (unos 36.500 millones de barriles al año. Un barril de petróleo equivale a 42 galones y consumimos cada día 4.200 millones de galones diarios. Hace menos de 50 años, las tres cuartas partes de la energía del mundo procedían del carbón: hoy es solo el 35 %. Muy seguramente el consumo de petróleo en el 2035 no supere los 50 millones de barriles diarios, cifra que casi con absoluta certeza la podrán producir países, principalmente en Oriente Medio, con estructuras de costo bastante más bajas que la nuestra. Las cifras en Colombia (antes de la devaluación) apuntaban a costos de US$32 a US$35 por barril. El costo marginal de Arabia Saudita no supera los US$3 o US$4 por barril.

El fin de los hidrocarburos lo va a imponer el mercado, no el sector público. El petróleo no se va a acabar con discursos ni porque alguien le fije una fecha de expiración: se va a acabar cuando se imponga un combustible renovable, limpio y a menor costo. El sector público puede ayudar a acelerar la transición o, como tristemente ha demostrado con un torpe manejo burocrático, posponerla.

 

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