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Punto de no retorno


Mauricio García Villegas
08 de junio de 2024 - 05:05 a. m.

He escrito decenas de columnas sobre la Universidad Nacional y sobre educación pública superior. Poco retorno recibí por las opiniones allí expresadas. Pero en la última, publicada la semana pasada a propósito de la crisis actual, me llovieron las reacciones, a tal punto que no pude verlas todas, o mejor, no quise terminar de leerlas, en parte por la recurrente invitación, en muchas de ellas, a ahondar la crisis.

Hay conflictos que por la manera como se tramitan agravan el problema inicial en lugar de resolverlo. Eso pasa a veces en las relaciones de pareja. La divergencia entre ambos es X, pero la agresividad con la que se discute crea nuevas heridas, de tal manera que la divergencia ya no es X, sino X+1, o X+2. El mal trámite de lo que los separa no mejora las cosas y lleva a la pareja a un punto de no retorno. En el mundo de la política también ocurre eso. Bolívar y Santander habían luchado juntos, habían triunfado juntos, habían leído y admirado los mismos autores, y pensaban algo parecido sobre el gobierno y el pueblo. Sin embargo, y en parte por el efecto perverso de la comidilla de sus respectivos círculos políticos, terminaron prodigándose un odio desmesurado.

Algo de esto está pasando en la Universidad Nacional y no es la primera vez que ocurre. Las discusiones que se libran en el campus sobre el rumbo de la universidad se suelen contaminar de la pugnacidad de la política, entendida como lucha entre enemigos. El campus es, con frecuencia, un país político en miniatura. Y tal vez también es un país con un pasado que nunca muere: el debate actual me recuerda la pugnacidad política de los años setenta: el impasse total para encontrar salidas al conflicto, como si no hubiesen transcurrido cincuenta años entre aquella época y esta. En la universidad pública se habla mucho de teoría política, pero muy poco de cultura política, de pluralismo y tal vez menos de consensos y de respeto por las diferencias ajenas.

A pesar de lo que acabo de decir, estoy convencido de que las posiciones radicales han perdido fuerza y de que el pluralismo ha ganado terreno. Tal vez me equivoco; sí han pasado cincuenta años; hemos aprendido, sin duda. Pero no lo suficiente. Todavía subsiste una cultura política que menosprecia los mecanismos de democracia representativa, que son los adecuados para tramitar asuntos en los que la diversidad de opiniones es fuerte. La relativa debilidad de esta cultura política universitaria es otro de los argumentos que me llevan a dudar de las bondades de la democratización del gobierno universitario.

Nada de lo que he dicho desconoce la existencia de un malestar real y de una protesta justa. La crisis actual tiene origen en la manera amañada e ilegal como se nombró al profesor Ismael Peña como rector. Más aún, creo que las visiones de universidad que tienen Leopoldo Múnera e Ismael Peña son muy diferentes, están sustentadas en valores y propósitos muy distintos y, en cierta medida, son irreconciliables. Pero ese conflicto merece, repito, un trámite menos brutal. Nada de lo ocurrido justifica el actual vaivén de odios irremediables.

Hemos llegado a un punto de no retorno en el que se requiere de los buenos oficios de un componedor; de un tercero intachable que nos saque de este impasse. Si eso no es posible, como me temo, hay que acudir a un rector encargado hasta que los jueces resuelvan el asunto.

P. S. Unos minutos antes de entregar esta columna me llega la noticia de que el CSU nombró a Leopoldo Múnera como rector. Esa era la decisión correcta desde el inicio. Se remedió el derecho, pero ¿cómo se van a sanar las heridas?

 

Tomas 11(06010)09 de junio de 2024 - 08:36 a. m.
Muy buena columna. Su argumentación y conclusiones son extensibles y extrapolables a la coyuntura política actual marcada por un radicalismo entre opuestos que erosiona las posibilidades de llegar a acuerdos y consensos mínimos sobre agendas que requiere el pais.
Iván(38850)09 de junio de 2024 - 02:26 a. m.
Realmente, los ciudadanos no hemos escuchado argumentación sobre el proyecto de universidad que sustentan las diversas corrientes, y lo más sobresaliente que aparece es lo relacionado con el poder administrativo, y sobre el cual la Fiscalía y otras autoridades deben hacer claridad, entre otros asuntos, sobre lo relacionado con la operación de empresas creadas para la gestión y ejecución de recursos públicos.
fernando(29690)09 de junio de 2024 - 01:51 a. m.
excelente columna
AMARANTO(u3to3)09 de junio de 2024 - 01:23 a. m.
Columna confusa y subjetiva. Esa afirmación que en la Universidad Pública se habla de teoría política y poco de cultura política y pluralismo es un juicio de valor. De hecho es innegable que a pesar de los esfuerzos por avanzar hacia la autonomía universitaria, los gobiernos y grupos de profesores construyen estructuras políticas en donde el clientelismo marca la pauta.
Eduardo Sáenz Rovner(7668)09 de junio de 2024 - 01:19 a. m.
Regresamos a lo que un columnista de El Espectador llamó "el Caguán de la 45" a comienzos de este siglo. Adivinen quién era el rector pachanguero y su fiel vicerrector Brutus.
  • Fdem(78835)09 de junio de 2024 - 07:49 p. m.
    El terminó lo acuñó ese faro de sabiduría , objetividad y "muy estrecha" relación con el paramilitar Carlos Castaño que fue Claudia Gurisatti. En tiempos de Uribe clamaba al "presidente de a caballo" que militarizara la universidad y acabara de una vez con el "caguancito de la 45". Señalaba así de manera directa a estudiantes, profesores y trabajadores de "terroristas". Me extraña que usted suscriba hoy esos señalamientos, cuando hace 20 usted era uno de los señalados. Que vergüenza!
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