Parece que la historia está comenzando a hacer justicia: mientras que la imagen positiva del expresidente Álvaro Uribe se deteriora, la de su sucesor, Juan Manuel Santos, muestra un claro ascenso, a tal punto que, según la última encuesta del Centro Nacional de Consultoría para el noticiero CM&, Santos es el expresidente con mejor imagen. La percepción positiva de Santos sobrepasa la de Uribe en 10 puntos, cuando hace un tiempo ocurría lo contrario. Y mientras la imagen favorable de Santos (54 %) está 16 puntos por encima de su imagen desfavorable (38 %), la imagen negativa de Uribe (47 %) supera en tres puntos su imagen favorable (44 %).
Las razones de que esto esté ocurriendo son obvias: por una parte, mientras Santos ha mantenido una actitud discreta con respecto al gobierno del uribista Iván Duque y lo ha dejado gobernar sin interferir en su gestión ni hacerle esa oposición virulenta que a él tocó aguantarle a Uribe, este ha seguido atacando a Santos, lanzándole dardos envenenados al proceso de paz e inventándose toda clase de propuestas para acabar con la Jurisdicción Especial para la Paz, que tanto le preocupa y lo atormenta. Pero ya, por fortuna, parece que la gente se mamó de la peleadera.
Sin embargo, lo que más ha perjudicado a Uribe es el espectáculo de manipulación de la justicia que han dado tanto él como sus defensores: primero fue su renuncia al Senado para evadir su juicio ante la Corte Suprema y ponerse en manos de la Fiscalía, dirigida por Francisco Barbosa, un compinche de juventud del presidente Duque. No obstante, tiempo atrás, el propio Uribe había dicho que la Corte era la competente para juzgarlo: “Nunca he eludido a la Corte Suprema para que ahora inventen que la renuncia al Senado es para quitarle la competencia. La acusación sobre testigos que me hacen la basan en hechos realizados al tiempo que ejerzo como senador, lo cual mantiene la competencia de la Corte”, escribió en Twitter hace casi tres años, luego de su primera renuncia al Senado, ocurrida inmediatamente después de que la Corte lo llamó a indagatoria (pero pronto se arrepintió y volvió al Congreso).
Más tarde fue el show que armó, estando en su hacienda El Ubérrimo, con la publicación de la foto con el cartel de preso número tal y la complaciente entrevista que le hicieron dos reconocidas periodistas, en la cual asumió el papel de víctima. Más adelante, ocurrió el desfile de noticias sobre los testigos que Uribe y compañía han querido voltear a su favor y poner en contra de su contendor en el proceso, el senador Iván Cepeda. Pero el remate fue el espectáculo que dieron en la Fiscalía el abogado Iván Cancino y su defendido Diego Cadena, uno de los abogados de Uribe, preso por los delitos por los que se acusa al expresidente. Cadena, quien antes se había autodenominado “abogánster”, fue regañado en plena audiencia por Cancino, pues respondió espontáneamente, de una manera que podría incriminarlos tanto a él como a Uribe, un par de preguntas de la Fiscalía. Y ante el regaño de su defensor, Cadena cambió las respuestas, hecho que fue amparado por la actitud cómplice del fiscal del caso, como lo vimos en un video publicado por El Espectador.
Ahora vendrá la decisión del fiscal Gabriel Jaimes, quien seguramente va a precluir la investigación. Sin embargo, la mayoría del país no creerá en la inocencia de Uribe. Son demasiados los indicios de que ahí hay más de un gato encerrado. Por eso, su imagen seguirá cayendo.