La campaña virtual en la que 17 gobernadores y otros espontáneos de última hora usaron como símbolo el escudo de Colombia, con su lema ‘Libertad y Orden’, ha sido interpretada de muchas maneras. Los más benévolos dijeron que era un apoyo a las medidas que tomó Petro de reanudar operaciones militares contra el Clan del Golfo; los recelosos, que se trataba de un llamado de “el establecimiento” a oponerse a lo que ven como un exceso en las concesiones del gobierno a delincuentes y disidencias en aras de la “paz total”. Muchos analistas hablaron de un “golpe blando”, una especie de advertencia de que si las cosas siguen así la oposición será más agresiva contra las acciones del gobierno. Los que publicaron el escudo negaron estar amenazando, pero con argumentos bastante débiles. Lo que se ha sabido es que la campaña se organizó con un equipo de comunicaciones, que, por supuesto, sabe lo que despierta el lema patrio en un país que ha sufrido los horrores de la violencia y para el que la seguridad ha sido un tema definitivo a la hora de votar.
No nos engañemos: impulsada por el miedo, la derecha ha empezado a dar pasos de animal grande. La más extrema fue bien interpretada por Semana cuando habló del “milagro Bukele”, y sintetiza las ideas de la parte más reaccionaria de la sociedad, cuya encarnación son personajes como María Fernanda Cabal y otros furibistas, o esos que amenazan en redes quemando la bandera gay y cosas semejantes. Porque a nadie se le puede ocurrir que un personaje que suspende las garantías constitucionales para gobernar a su antojo, que persigue a la prensa libre, que cree que hacer cárceles enormes es la solución a la violencia de un país desigual y paupérrimo, y que viola todos los derechos de los detenidos –muchos de ellos inocentes– sea un milagro que puede servir de ejemplo. Mano dura es lo que clama siempre esta derecha dispuesta a aceptar hasta regímenes dictatoriales con tal de que haya orden (porque la libertad no es algo que les interese).
Las otras derechas también han entrado en acción, pero por caminos más “blandos”, como los de la campaña de los escudos. Como dijo Carlos Andrés Arias, un experto en comunicación política entrevistado por Cecilia Orozco en este medio, “ese motín simbólico contiene el mensaje de que las elecciones locales y regionales de octubre de este año pueden tener de regreso la seguridad como tema central de los candidatos progresistas”. Para muchos “seguridad” es la palabra clave (y ya sabemos en Colombia a quién nos recuerda esa consigna con sus logros pero también sus estragos, como los “falsos positivos”). Otros políticos de derecha también han avanzado sus ataques: el fiscal, que ahora pareciera en campaña, con afirmaciones pendencieras y desatinadas como que “el gobierno actual ha presentado propuestas para legalizar toda la cadena del narcotráfico”. O, como Vargas Lleras, con un discurso más razonado y convincente que, sin embargo, puede hacernos olvidar su propensión autoritaria. Infortunadamente, la contraparte es el discurso de Petro, que amenaza cada tanto con romper la institucionalidad. Cuando él dice que no es en palacio donde se negocian las reformas y llama al “poder popular” a manifestarse, está sembrando el miedo que envalentona a la derecha.