¿Cómo aislar a los violentos en las protestas?

El Espectador
11 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.
Premiar a la mayoría pacífica y evitar que la reacción estatal acuda a la violencia o al abuso de poder podría impedir que el debate sea cooptado por los radicalismos. / Foto: EFE
Premiar a la mayoría pacífica y evitar que la reacción estatal acuda a la violencia o al abuso de poder podría impedir que el debate sea cooptado por los radicalismos. / Foto: EFE
Foto: EFE - Mauricio Duenas Castaneda

La pregunta más importante para el país después de las marchas y de los disturbios del jueves pasado es: ¿cómo aislamos a los violentos y amplificamos los reclamos de la mayoría pacífica? La responsabilidad recae, claro, sobre los perpetradores del vandalismo, pero también conviene analizar si la reacción del Estado ayuda a fomentar más violencia antes que a evitarla.

Debemos empezar por rechazar con vehemencia y de nuevo los ataques contra la sede de RCN Radio. Por tercera vez en los últimos meses, las protestas se convirtieron en excusa para que desadaptados vandalicen el edificio ubicado en la carrera 37 con calle 13 de Bogotá. En esta ocasión, los manifestantes arrojaron piedras y pintaron las paredes y ventanas.

No caben eufemismos aquí: se trata de un intento de censura. Ha sido frustrante, entonces, ver cómo en redes sociales aparecen voces que, aunque condenan los ataques, argumentan que los periodistas de RCN “se lo han buscado” y que exageran al pedir respeto. ¿No se percatan, acaso, del problema que surge al decir que ciertos discursos o maneras de hacer periodismo merecen ser atacadas? La prensa debe ser libre, así incomode. De hecho, debe ser libre, especialmente si incomoda. Su labor es criticable, sí, pero con las mismas herramientas que usan los periodistas: las palabras. Cuando alguien busca infundir miedo con agresiones directas no hay manera de seguir dando el debate.

También deben condenarse sin cortapisa los ataques a los servidores públicos. La persona que arrojó un artefacto incendiario contra un policía debe ser procesada y enfrentar las consecuencias de sus actos. No hay justificación alguna para agredir a quienes, en medio del caos, tienen la difícil tarea de proteger a todos los involucrados.

Las autoridades, en particular el Ministerio de Defensa y la Fiscalía, se comprometieron a procesar a los involucrados, lo cual celebramos. No obstante, quisiéramos ver la misma disposición para estudiar las denuncias por parte de manifestantes de ataques provenientes de la Fuerza Pública y de particulares. Por difícil que sea el manejo de estas protestas, la reacción del Estado no puede apelar a la violencia ni al abuso de poder. Eso no haría sino darles fuego retórico a los radicales.

Ha dicho el ministro de Defensa que “la Policía tiene que garantizar el derecho a la libre locomoción”, uniéndose a quienes rechazaron que las marchas pacíficas hubiesen causado traumatismos en la movilidad de la capital. Se entiende el deseo de garantizar ese derecho a los ciudadanos, pero se debe entender que es algo inherente a las manifestaciones: es la manera de hacerse sentir para quienes no han encontrado que su voz se escuche. La incomodidad pasajera es el costo del ejercicio de ese tipo de derecho.

Más allá de eso, queda sobre la mesa la pregunta: ¿por qué el presidente Iván Duque no se ha reunido con los líderes estudiantiles? Hacerlo enviaría un mensaje muy potente: premiaría a la mayoría de manifestantes pacíficos y demostraría que el diálogo es una opción viable; lo cual, además, ayudaría a aislar a los violentos, demostrando que su manera de actuar no es la que consigue resultados. Y, sobre todo, podría reducir la tensión que existe y arrojar soluciones a los reclamos sobre el presupuesto de la educación, que es de lo que se trata todo.

La mejor manera de abandonar la violencia es seguirle apostando al diálogo, así haya diferencias que parezcan irreconciliables.

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