Colombia está teniendo menos nacimientos que hace una década y la tendencia invita a pensar que eso continuará en el futuro. Las implicaciones para la estructura de nuestra sociedad son gigantescas, pues pasar a ser un país con más personas mayores que jóvenes trae consigo una serie de retos para los que no estamos preparados. Sin embargo, no es momento de alarmismo, sino de enfrentar la realidad con debates rigurosos y decisiones efectivas. La buena noticia es que tenemos tiempo para adaptarnos, siempre y cuando haya voluntad política. Este asunto debería ser una prioridad en las conversaciones electorales del año entrante.
Las cifras no mienten. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el año pasado tuvimos 453.901 nacidos vivos, una disminución del 31,3 % en comparación con los que tuvimos en 2015. Año tras año, lo usual es ver que las cifras se reduzcan. En eso Colombia se enmarca en una tendencia global de los países con ingresos medio y alto. Las personas no están teniendo hijos al mismo ritmo que hace décadas, y es necesario comprender las razones, así como tomar decisiones sobre el tipo de sociedad que queremos tener en el próximo siglo.
La primera reacción es pedir que las personas tengan más hijos. El problema es que esa agenda política tiende a ir de la mano de ideas ultraconservadoras que, por ejemplo, ven con malos ojos los métodos anticonceptivos, el derecho a la interrupción del embarazo y la autonomía, particularmente de las mujeres. Como escribió para El Espectador Catalina Ruiz-Navarro, “la bancada de ultraderecha en el Congreso quiere que tengamos hijos, pero no quiere ampliar las licencias de maternidad, no quiere garantizar los derechos a la vivienda, la salud y la educación de forma universal y gratuita, y pretenden seguir haciendo recortes en el gasto social”. En efecto, una de las causas para la reducción en la natalidad es que somos un país hostil para quienes sí quieren tener hijos. Necesitamos un Estado garantista que comprenda los costos y las dificultades de la maternidad y la paternidad, y que sea proactivo en el acompañamiento. Hay personas que citan, por ejemplo, la realidad socioeconómica y de violencia como un motivo para no tener hijos: ¿cuál es la respuesta desde políticas públicas? Igual sucede con otras razones para negarse, que no son simples caprichos.
En todo caso, incluso un sistema de incentivos no será suficiente. Muchas personas no quieren tener hijos como decisión personal. Incluso si los tienen, lejos estamos de las familias de cuatro o cinco hijos de antaño. Lo que significa que nuestra sociedad va a envejecer y tenemos que adaptarnos a esa realidad. ¿Cómo se verá la Colombia de adultos mayores que necesitan cuidados y comunidades que les hagan compañía? ¿Cómo se ve un sistema pensional sin jóvenes trabajadores manteniendo la estructura piramidal? En el fondo, la pregunta es cómo garantizamos una sociedad construida en torno a una población que envejece y que no por eso debe perder su capacidad de goce, de buenos sistemas de salud, de trabajos dignos.
No son preguntas fáciles, pues requieren creatividad y cambiar nuestro sistema de seguridad social en forma estructural. Pero tenemos tiempo: ¿estamos listos para dar la conversación con madurez? ¿O caeremos en el alarmismo inútil e ineficiente de pedirles a los colombianos que tengamos más hijos, por obligación y cueste lo que cueste?
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