Estados Unidos desplegó frente a las costas de Venezuela su fuerza militar con la aparente misión de controlar el tránsito de drogas en la zona. El hecho ha generado especulaciones sobre una posible intervención de Washington en el país vecino con el fin de apresar a Nicolás Maduro. Este ordenó la movilización de 4,5 millones de milicianos ante la amenaza. En Colombia, el presidente Gustavo Petro ordenó el envío de 25.000 soldados a la zona del Catatumbo, en un movimiento confuso que fue agradecido por Caracas. Aunque no hay claridad sobre lo que pueda suceder, la prudencia en los pronunciamientos y el manejo diplomático deben ser la respuesta.
La administración del presidente Donald Trump había anunciado el uso de la fuerza militar para combatir el narcotráfico. Más adelante, tanto el secretario de Estado, Marco Rubio, como la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, se refirieron al tema. Leavitt mencionó que su país usará “todo su poder”, pues “el régimen de Nicolás Maduro no es el Gobierno legítimo de Venezuela. Para esta administración, Maduro es un narcotraficante, un líder fugitivo de este cartel”. Simultáneamente se ofreció una recompensa de 50 millones de dólares por Maduro y se procedió al despliegue militar frente a las costas de Venezuela. El objetivo de crear temor dentro del régimen venezolano cumplió su objetivo.
La administración Trump ha demostrado que desprecia el derecho internacional, por lo cual no es descartable una acción unilateral de ese corte, que sólo podría ser autorizada a nivel multilateral por Naciones Unidas. De momento todo parece indicar que el desplazamiento de la flotilla de guerra cumple más una función de presión contra Maduro que una posibilidad cierta de invasión generalizada, casi descartada por lo que implicaría, o de una acción quirúrgica limitada, que permitiera la detención y extracción del dictador del país vecino. Esta última es una posibilidad no descartable que podría ser adelantada por militares venezolanos o mercenarios extranjeros que se sientan atraídos por la recompensa ofrecida.
Algunos líderes regionales, como la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, llamaron a respetar el principio de no intervención. La actitud más directa vino del presidente Gustavo Petro, al decir en un consejo de ministros que “los gringos están en la olla pensando que invadiendo Venezuela resuelven su problema. Meten a Venezuela en el caso de Siria (…) Yo le dije a Trump, a través de sus emisarios, que eso sería el peor error”. No le falta razón al presidente en señalar que sería una equivocación que tendría efectos negativos para nuestro país. Sin embargo, el mandatario colombiano debería precisar el alcance de su decisión de enviar 25.000 soldados al Catatumbo, justo ahora y no cuando se vivió unos meses atrás una situación crítica allí. El almirante Francisco Cubides, comandante de las Fuerzas Militares, dijo que en la zona había 10.500 hombres y el ministro de Defensa, Pedro Sánchez, precisó que no se ha producido un nuevo traslado de tropas, sino que se han fortalecido las capacidades existentes. De otro lado, la canciller, que convocó a una reunión virtual de la CELAC, en entrevista con El Espectador afirmó que tenía información directa de Estados Unidos de que no va a haber una intervención, a pesar de que el presidente viene diciendo lo contrario.
Sería importante tener claridad sobre estos temas.
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