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En vísperas de que el Ministerio de Educación Nacional (MEN) le presente al país la propuesta de reforma educativa en la que viene trabajando desde el inicio del gobierno de Gustavo Petro, hay una preocupación creciente entre los estudiosos del sector educativo por un problema del que poco se habla y mucho menos se actúa: la generación perdida que causó el COVID-19 y los problemas de calidad y acceso en educación básica y media de los colegios oficiales. Datos recientes vuelven a prender las alarmas y exigen la atención de la ministra de Educación, Aurora Vergara Figueroa. Es urgente.
Silvia Gómez, profesora del Departamento de Economía de la Universidad Javeriana, y Luz Karime Abadía, codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación de la misma universidad, escribieron para El Espectador sobre el problema. Su diagnóstico es angustiante: “En una investigación que realizamos usando datos de las pruebas Saber 11 antes y después de la pandemia, comparando estudiantes con características similares, encontramos que la pandemia redujo el desempeño académico y además la caída fue mayor en estratos bajos”. Eso las llevó a una conclusión cruda: “Esta crisis educativa condena a los pobres a seguir siendo pobres y, en últimas, a seguir dependiendo de ayudas económicas del Gobierno”. No solo eso, las expertas afirman que “han pasado más de dos años desde el cierre prolongado de colegios y no hay una política pública nacional que pretenda reducir las inequidades educativas”, y denuncian que el Plan Nacional de Desarrollo propuesto “no contempla de manera clara ninguna estrategia para mejorar la calidad de la educación básica y media de los colegios oficiales”.
Esto no es sorprendente. Incluso durante la pandemia, con los colegios cerrados y los estudiantes recibiendo precarias clases virtuales a través de WhatsApp, el problema estaba sobre la mesa. Sabíamos que la brecha entre colegios privados y públicos se estaba convirtiendo en un abismo; también sabíamos que iba a requerir un esfuerzo monumental evitar que el COVID-19 afectara de manera desproporcionada a niños, niñas y adolescentes de más escasos recursos. Pero fracasamos. La discusión entre el gremio de maestros y el gobierno pasado se concentró en la bioseguridad de las instalaciones, cuando este país está en mora de una reforma educativa esencial. El presidente Petro ha mostrado un interés por mejorar la educación superior a punta de aumentar la cobertura y construir nuevas universidades, pero el Gobierno ha dejado a un lado el problema de la educación básica y media.
Hace pocas semanas discutimos otra columna en El Espectador, en este caso del profesor Julián de Zubiría Samper, que contaba cómo los colegios están muy atrasados en poder atender la salud mental de sus estudiantes. Todo apunta a lo mismo: el corazón del sistema educativo está lleno de grietas y no lo estamos atendiendo. El MEN tiene que tomar cartas en el asunto.
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