“La vida humana es cada vez menos preciada”

El Espectador
13 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.
Sabemos que están matando a los líderes sociales y, aunque tenemos sospechas sobre los responsables, los procesos no llegan a buen puerto y no tenemos planes eficientes para detener el goteo de homicidios. / Foto: Archivo El Espectador
Sabemos que están matando a los líderes sociales y, aunque tenemos sospechas sobre los responsables, los procesos no llegan a buen puerto y no tenemos planes eficientes para detener el goteo de homicidios. / Foto: Archivo El Espectador

Sigue el asesinato de líderes sociales, especialmente en territorios donde el Estado ha sido incapaz de hacer presencia. Pese a las advertencias y promesas de actuación por parte de las autoridades, no hay soluciones a la vista. ¿No hay nada que se pueda hacer?

Según el Instituto para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), este año van 14 amenazas contra líderes y por lo menos 18 personas asesinadas. En varias zonas del país, el temor es la ley entre quienes quieren construir democracia en sus poblaciones. Además, pese a que el Estado ha prometido protegerlos, sus capacidades son muy limitadas.

Por donde se mire, las cifras son desconsoladoras. El defensor del Pueblo, Carlos Alfonso Negret Mosquera, contó hace poco la frustración que producen los 160 líderes asesinados el año pasado, pese a que la Defensoría había lanzado alertas tempranas sobre sus amenazas. ¿Por qué, si ya sabíamos del riesgo, no se pudieron evitar esas muertes?

En entrevista con la agencia Anadolu publicada en El Espectador, Érika Guevara, directora para las Américas de Amnistía Internacional, dijo que “el gobierno de Iván Duque, pese a su retórica y las promesas, no tiene como una de sus prioridades la disminución de estos homicidios”. Agregó también que “el sistema de justicia les ha fallado a todas las comunidades afectadas” y que estos casos tienen un 95 % de impunidad.

En síntesis, sabemos que los están matando y, aunque tenemos sospechas sobre los responsables, los procesos no llegan a buen puerto y no tenemos planes eficientes para detener el goteo de homicidios.

En Colombia 2020 de El Espectador, hace unos días se publicó una carta escrita por una lideresa juvenil de los Montes de María, que se leyó durante la instalación de la Mesa por la Vida, una de las medidas que se están tomando para enfrentar el problema. En ella, la lideresa argumenta que la enorme cantidad de muertos demuestra “que la vida humana es cada vez menos preciada, en especial de quienes quieren trabajar por el cambio. Y es que los líderes asesinados no son solo cifras, son personas que tenían derechos y procesos comunitarios caídos, que hasta el día de hoy se les desconocen”.

Estamos fallando como país. Mientras sigan los asesinatos, no podrá hablarse de éxito en los planes de seguridad, en los procesos de posconflicto ni en los esfuerzos de llevar el Estado a las zonas históricamente marginadas. El problema no resiste más discursos inconsecuentes, generadores de más frustraciones.

En la misiva mencionada, la lideresa se pregunta: “¿Por qué un líder social (que es una persona de cambio) es menos importante que un funcionario público, figura pública u otro tipo de persona?”. Valdría la pena agregar: ¿por qué estamos permitiendo que las personas que le apuestan a la democracia estén teniendo que plantear interrogantes de ese calibre?

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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