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Hay demoras comprensibles, pero otras dejan entrever cierta preocupante negligencia. Nos tememos que la falta de regulación de la Ley de Comida Chatarra por parte del Ministerio de Salud, en un gobierno que desde el principio fue entre hostil y ambivalente a la medida, cae en la segunda categoría. Mientras Colombia enfrenta la paradoja de tener población con índices angustiantes de hambre, sobrepeso y obesidad, una de las pocas medidas que se lograron a escala nacional para combatir estos dos últimos problemas sigue siendo obstaculizada sin necesidad.
La regulación del etiquetado de la comida chatarra fue polémica durante años. Desde el empresariado dijeron estar dispuestos a tener conversaciones, pero el trámite legislativo estuvo marcado por la oposición y los escándalos. Hoy, nueve meses después de aprobada la ley, tenemos una situación extraña: están saliendo productos con un etiquetado circular, en respuesta a una resolución del Ministerio de Salud, pero el tipo de etiquetado que exige la ley no ha entrado en vigencia porque el Gobierno no ha hecho el estudio ni la respectiva reglamentación. La demora es injustificada cuando hay suficientes referentes internacionales para adelantar el etiquetado más efectivo y, en el largo plazo, puede hacer que las empresas incurran en gastos innecesarios. Los consumidores, mientras tanto, siguen confundidos.
Como le explicó a El Espectador Luis Fernando Gómez, médico y profesor de la Universidad Javeriana, a propósito del etiquetado circular: “Nos preocupa lo que está sucediendo, porque ese sello no es el más efectivo. No tiene un buen soporte técnico. El que deberíamos utilizar es el modelo implementado en Chile (de sellos octagonales)”. Esto lo respalda un estudio que Gómez hizo con varios investigadores de salud pública de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill (EE. UU.) y de la Universidad Nacional, donde encontraron que el 49 % de los encuestados dijeron que las advertencias octagonales eran las que más los disuadían de consumir productos con contenido nutricional preocupante.
Parecieran ser discusiones irrelevantes, pero se trata de un problema apremiante. Como escribieron en El Espectador Diana Guarnizo y Adriana Torres, directora e investigadora, respectivamente, de la línea Justicia Económica en Dejusticia, el país está viendo un aumento del sobrepeso y la obesidad por “la transición nutricional del país hacia una dieta elevada en productos ultraprocesados (o comida chatarra), la dificultad de las familias de cocinar en casa, la mayor apertura económica del país hacia productos importados y la pérdida de la biodiversidad alimentaria”. Las cifras están desde 2015, gracias a la Encuesta de Seguridad Nutricional (Ensin): 56,5 % de adultos con sobrepeso u obesidad y 24 % de exceso de peso en niños, niñas y adolescentes.
Entonces, necesitamos una buena reglamentación del etiquetado en la comida chatarra, pero el debate está lejos de terminar ahí. A medida que aumenta el sedentarismo y empeora la calidad de la dieta de los colombianos, ¿cómo hacemos para evitar la trampa de la pobreza y el sobrepeso?
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