El general Salvador Cienfuegos, exministro de Defensa de México, fue arrestado en Los Ángeles acusado de narcotráfico y lavado de activos.
Durante la investigación, agentes de los Estados Unidos escucharon llamadas telefónicas interceptadas a narcos mexicanos que hablaban de un poderoso militar llamado el Padrino. Durante la interceptación uno de los narcos señaló que el Padrino estaba en ese momento en la televisión. Los agentes verificaron que se trataba del general Cienfuegos.
En Colombia también tuvimos, hace tres decenios, a un general vendido al narcotráfico: José Guillermo Medina Sánchez, director general de la Policía Nacional.
Al posesionarse, en agosto de 1986, Virgilio Barco nombró en ese cargo al general Medina Sánchez, oriundo de Villa de Leyva, quien ejerció el cargo hasta finales de 1988. En febrero de 1989 la revista Time lo acusó de estar en la nómina de Pablo Escobar y tener nexos con Gonzalo Rodríguez Gacha.
La Corte Suprema de Justicia condenó a Medina Sánchez a cinco años de prisión por enriquecimiento ilícito. En el proceso la Fiscalía señaló que cuando el general fue jefe de la Policía Nacional “no se vieron verdaderas y decididas acciones contra los narcotraficantes, y las pocas que se intentaron resultaron frustradas por fuga de información”. Nadie sabe cuántos muertos de ese entonces se debieron a la complicidad de la fuerza pública con el crimen organizado.
Cuando se rememora que Pablo Escobar mandó matar centenares de policías en Medellín hay que recordar también que un director de la Policía fue condenado por enriquecimiento ilícito, si bien judicialmente no se probaron los sobornos del narcotráfico.
Sabemos que en Colombia algunos policías no se vendieron a los narcos, como fue el caso del coronel Jaime Ramírez Gómez, director de la Policía Antinarcóticos y mano derecha de Rodrigo Lara Bonilla, entonces ministro de Justicia. Lo asesinaron en 1986. Pero ha habido siempre uniformados que se venden a los carteles. Y los habrá siempre, porque la criminalización de los estupefacientes conduce a ese resultado.
Es una necedad de los Estados Unidos presentar la captura del general Cienfuegos como una noticia importante. La única salida es la legalización. Hace 25 años el embajador Myles Frechette insistía en la necesidad de capturar a los hermanos Rodríguez Orejuela, pues decía que eran responsables del 80 % de la cocaína que llegaba a la tierra del Tío Sam. Los capturaron, los tienen presos en Miami desde 1995 y nada ha cambiado. Otros operadores, no constituidos como cartel de Cali, siguen atendiendo la demanda. En los años 70 le escuché decir a Germán Castro Caycedo que la marihuana sería legalizada cuando la sembraran en EE. UU.
Se cumplió su predicción, pero se demoró 40 años en ser cierta. Germán decía igualmente que la cocaína sería legalizada cuando la produjeran químicamente en los EE. UU. Seguramente así será, pero pasarán varios decenios de sangre y corrupción innecesarias.