Es tan profundo el racismo en Colombia que el abuso sexual de niñas indígenas es apenas un asunto marginal, una serie de eventos desafortunados que se naturalizan e investigan como faltas al comportamiento, delitos menores, accidentes del servicio; tan animalmente primitivo el hecho, tan persistente el etnocidio, tan evidente la insensibilidad.
A eso llevan las guerras, podría decirse para insistir en la necesidad de fortalecer la paz, de ese “otro mundo posible”, pero los hechos denunciados no se dieron en ese ámbito. La evidencia recogida por Jineth Bedoya identifica una práctica continuada y casi consensuada, una rutina...

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