La derechización del mundo

Oscar Guardiola-Rivera
24 de julio de 2019 - 02:00 a. m.

El historiador Arno Mayer observaba la incapacidad de la izquierda para prevenir la capacidad de reacción de las derechas. A la luz de los acontecimientos recientes, su crítica parece justa. El ataque racista a las cuatro congresistas de izquierda por parte del presidente Donald Trump, que junto a los golpes de pecho de los opinadores en medios corrientes lo benefician políticamente. El ascenso de Boris Johnson a la posición de primer ministro en Gran Bretaña, elegido por los miembros de un Partido Conservador cuya mayoría piensa que el Islam y los inmigrantes constituyen una amenaza existencial para Occidente. Las revelaciones del periodista Glenn Greenwald que prueban, más allá de cualquier duda razonable, que un sector de la judicatura y las élites políticas brasileñas lanzaron una guerra jurídica en contra del PT con el fin de evitar la candidatura de Lula al encarcelarlo y así garantizar la victoria del fascista Bolsonaro.

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Hasta ahora, y quizá con la excepción del laborismo británico liderado por Jeremy Corbyn, a quien sus opositores acusan de “comunista” y “antisemita” de la misma manera que Trump a Omar y a Ocasio-Cortez, la izquierda está a la defensiva; incapaz de responder a la violenta derechización del mundo. El argumento opuesto al de Meyer fue dispuesto por el historiador latinoamericanista Eric Hobsbawm. Inspirado por las dinámicas históricas del siglo XIX y el XX en Latinoamérica, Hobsbawm observó la necesidad de reconocer la existencia de “tipos” o formaciones “arcaicas”. Estas economías políticas precapitalistas no solo serían capaces de sobrevivir los más violentos ataques de la reacción sino también de superar la situación presente en la dirección de formas sociales mas altas sin destrucción.

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¿A qué destrucción se refería? Aquí cabe distinguir entre la destrucción del supuesto “otro” existencial, que es a lo que apuntan las derechas reaccionarias, de la destrucción de los “ideales” y la “historia de la ética” mítica y abstracta. Las formaciones sociales de las que habla Hobsbawm se organizan para evitar la primera, como hacen las mujeres de Mare en el Brasil de Bolsonaro, al tiempo que practican la segunda para abrir el camino a la construcción de instituciones y un tiempo diferente, más justo y pleno. Lo hacen sin garantía previa alguna de que lograrán su cometido, pues nadie sabe desde ya el final de la historia. Les motiva otra visión: “Ustedes no han escuchado nuestra historia, no aún”. Ese aún no es el tiempo que habitan. Se trata de una visión estética no tanto en el sentido de la utopía abstracta sino en el de la posible. Dicha práctica de lo posible nos llena de esperanza. De estas prácticas hablaré con los estudiantes y amigos de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá a partir de esta semana.

 

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