La vergonzosa lógica de Gustavo Petro

Juan Carlos Rincón Escalante
29 de julio de 2019 - 05:00 a. m.

Gustavo Petro cometió un error y está utilizando todas las maromas retóricas que puede para no tener que reconocerlo. En el proceso, ha recurrido a una lógica vergonzosa que demuestra su desinterés por responder al fondo de las críticas que se le han hecho. Me explico.

Hollman Morris ha sido señalado por tres mujeres de distintos tipos de abuso contra ellas. Por eso, desde hace meses muchas mujeres, incluyendo personajes importante dentro de su movimiento como Ángela María Robledo y María Mercedes Maldonado, vienen pidiendo que no se le apoyara bajo ningún motivo. 

El argumento es sencillo:  si bien Morris tiene derecho a la presunción de inocencia en el ámbito legal, en el fondo, esto es una pregunta ética. Apoyar su candidatura implica decirle a las mujeres que lo han denunciado que están mintiendo. Eso es lo que suele pasar, por cierto, en la mayoría de los casos de violencia de género: a las denunciantes se les deslegitima, se les cuestiona y se les aplasta. Por eso muchas prefieren callar. Un movimiento político que defienda los derechos de las mujeres, dijeron Robledo y compañía, no puede avalar la candidatura de una persona con serios cuestionamientos en contra.

A Petro no le importó.

Por eso, desde que anunció su apoyo a Morris le han llovido críticas. Aquí es donde el senador empezó a utilizar su retórica amañada. Veamos.

Cuando el periodista Carlos Cortés dijo que a Petro parecía importarle más el metro subterráneo que las denuncias de las mujeres contra Morris, el senador contestó de manera ridícula.

Dijo Petro: “el periodista que se parcializa: ¿olvida que el sistema de transporte actual de Bogotá permite precisamente el acoso y la agresión a centenares de miles de mujeres todos los días? ¿Que superar ese sistema con el metro subterráneo precisamente es una reivindicación feminista?”.

Magistral clase en evasión y manipulación. Empecemos por el final.

Hazte el pendejo y espera que la gente no se dé cuenta. Es claro que Cortés no está hablando de las agresiones en general contra las mujeres, sino de las de Morris, el avalado por Petro, contra tres personas en particular. Sin embargo, como el senador sabe que ese debate es un campo minado, evita por completo el tema.

La táctica es decir algo obvio, con lo que todo el mundo está de acuerdo, para después cambiar de página. Es cierto que muchísimas mujeres sufren agresiones y acoso en el transporte público de Bogotá. ¿Y qué con eso? Pues que, según el senador, el metro va a solucionar el problema y, por ende, es una propuesta feminista, lo que sólo puede llevarnos a ver que él es el verdadero protector de las mujeres en este debate. ¡Petro presidente y Morris alcalde!

Sólo que ese no es el punto. Ni siquiera está cerca del punto. Incluso si el metro subterráneo fuera feminista, eso no responde a por qué Petro decidió ignorar las denuncias de las mujeres contra Morris. Tampoco desmiente que el senador priorizó el metro por encima de las víctimas en este caso particular.

Es una vieja estrategia de propaganda: si no te gusta el debate que te plantean, cambia la conversación.

La cosa no termina ahí. La respuesta de Petro utiliza otra táctica de desprestigio que pretende burlarse de Cortés sin referirse al asunto de fondo.

La respuesta del senador empieza con “el periodista que se parcializa”. Es decir, de entrada lo que le está diciendo a su audiencia es que Cortés tiene un defecto que invalida su crítica. Al señalarlo de “parcializado” lo que busca es que ni siquiera se le preste atención. ¿Por qué habríamos de escuchar a alguien sesgado, alguien que no piensa como debe, alguien que no es ecuánime?

Eso es una falacia. Se llama la ad-hominem y ataca a la persona, no a sus argumentos. Pero es fácil de evidenciar: incluso si Cortés fuese un “periodista que se parcializa”, eso no tiene nada que ver con la validez lógica de lo que está diciendo. La crítica de fondo, que a Petro no le importaron las denuncias contra Morris, sigue vigente. Y sigue sin ser contestada.

Esta es una estrategia de descalificación muy común. La usó Salud Hernández contra El Espectador, la usó María Fernanda Cabal contra The New York Times, la ha usado innumerables veces Álvaro Uribe contra Daniel Coronell y la usó Andrés Manuel López Obrador, presidente mexicano, la semana pasada al decir que el medio “Proceso no se ha portado bien con nosotros”.

Debe ser que todas las mentes brillantes piensan igual.

Lo chistoso es que al día siguiente Petro dijo que “todo debate se da sobre argumentos, no sobre personas”. Predica, pero no aplica.

Después, explicando el por qué de su apoyo a Morris, Petro confesó que se quedó sin opciones y que sólo ese candidato podía defender sus políticas de inclusión y el metro subterráneo. También ha mostrado cómo su lista al Concejo está llena de mujeres y cómo tomó muchas decisiones a favor de ellas cuando fue alcalde.

Es decir, el senador sigue cambiando el tema. Que no haya tenido otro candidato, que su lista esté liderada por mujeres y que haya demostrado en su carrera política ser favorable a los temas de género no dice nada sobre el hecho de que decidió ignorar las denuncias contra Morris.

Aval es una “garantía que alguien presta sobre la conducta o cualidades de otra persona”. Al darle su aval a Morris, Petro les dijo a sus denunciantes que sus relatos no importan; que no tiene por qué creer en ellas. Y lo hizo sin vergüenza alguna.

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