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En respuesta al editorial del 7 de mayo de 2024, titulado “El Estado les está fallando a nuestros soldados”.
La tragedia de soldados y policías comienza a escribirse en las campañas políticas, en las tarimas y en los discursos de los candidatos presidenciales, allí donde el futuro gobernante anuncia y se compromete a buscar la paz. Esa paz termina buscándose a cualquier precio y ese precio por lo general lo terminan pagando los hombres de la fuerza pública con su integridad y con su vida, los campesinos con su esclavitud y Colombia con su democracia.
El precio que nos comprometen a pagar los nuevos gobiernos por el mero hecho de sentarse en una mesa de negociación es abrumador, las ganancias que obtienen por la misma razón los terroristas son exorbitantes y los presidentes se ven enfrentados al cumplimiento de sus irreales y generosas promesas de campaña. Firmar la paz con el ELN en solo tres meses prometió el candidato Petro; a desmovilizar a las FARC se comprometió Santos y hoy tenemos tres versiones diferentes del mismo terror; Pastrana se fundió en un abrazo con Tirofijo previo al despeje de 42.000 km² del territorio nacional, como preámbulo de su también fallida política de paz.
Buscar la paz para nuestra patria siempre será loable, pero insistir en la ingenuidad y la generosidad desbordada frente a los criminales se torna insensato, estúpido y cimenta la estructura de nuevos casos como El Plateado en cada rincón de Colombia. Cada despeje, cada zona decretada con restricción para la fuerza pública, cada cese, cada concesión otorgada permiten al terror crecer, cimentar su dominio, subyugar a la población, crear y consolidar los corredores de movilidad y las redes de apoyo, usufructuar laboratorios y rutas, en conclusión, volverse aún más poderosos y millonarios. Estas máquinas del terror robustecidas por la generosidad del gobierno de turno son las que enfrentan policías y militares en cada rincón del país.
La historia de los procesos de paz en Colombia tiene un trágico libreto que se repite con fidelidad y apego: candidatos en campaña prometiendo paz total y expedita, presidentes generosos en concesiones y haciendo oídos sordos a la historia para sentir solo con el tiempo los resultados pérfidos de su negociación y condenar a militares y policías a restituir el territorio y la soberanía que su actuar cedió.
Las ligerezas, las generosidades y las improvisaciones en las mesas de negociación con el terrorismo se terminan pagando en vidas, como las de nuestros militares brutalmente asesinados en el corregimiento de El Plateado. El riesgo y la responsabilidad que asumen los miembros de la fuerza pública en cumplimiento de su deber es admirable y gigantesco, entonces no debe el Gobierno nacional con su errático proceso de paz incrementar dicha carga a unos hombres que ya han dado todo por Colombia.
* Mayor general (R), reserva activa de la Policía Nacional.