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¿Nobel a la Colombia ‘extractiva’?


Germán Eduardo Vargas*

21 de octubre de 2024 - 12:05 a. m.

En respuesta al editorial del 17 de octubre de 2024, titulado “Un Nobel que nos conoce y que nos habla”.

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Su editorial incurre en varios errores. Por ejemplo, costumbre nacional, sugiere que “Colombia puede salir a cobrar”: ¿se vale adoptar logros ajenos, porque su esposa es nuestra compatriota? ¿Amerita que celebremos nuestra exposición como antimodelo? Y, siendo sujetos de estudio, recuerde que a las ratas de laboratorio no les pagan –aunque a sus epónimas, herederas de la corrupción, sí–.

Además, la justificación para otorgar el impuro Nobel de Economía 2024 es que diferenciaron las células cancerígenas de las sanas, pero no descubrieron la cura. De manera análoga, aquí cada Comisión de Expertos publica diagnósticos –qué–, pero omite u opaca las alternativas –cómo–. Finalmente, respecto a la panacea democrática, conviene recordar que mientras las potencias tradicionales están en decadencia, Singapur, un paraíso fiscal y ejemplo de autoritarismo, lidera el Índice de Libertad Económica.

El nobel recomienda insistir en el reformismo sistémico, oportunidad perdida en la era Santos, y le da la razón a Petro, quien apremia una depuración institucional convocando asambleas ciudadanas descentralizadas.

De acuerdo con Por qué fracasan los países (2012), las reglas de juego y los condicionamientos económicos forjaron un Estado Fallido o “extractivo”, gobernado por oligarquías mafiosas o corruptas, que explotan al pueblo. En Colombia: Otros 100 Años de Soledad (2013), cuestionó la ética del statu quo (¿qué intereses lo mantienen en pie? ¿Cómo puede ser estable un sistema que genera tanto desorden? Y, ¿por qué las élites consideran que les conviene tener una sociedad tan caótica?).

Entre tanta colusión y oportunismo institucional, el adoctrinamiento sesgó las normas, las excepciones y los bugs socioeconómicos. Para optimizar la Constitución, es necesario instaurar una “‘democrac-IA’ generativa”. Empecemos formateando el sistema operativo del 91: no sigamos instalando actualizaciones o parches, pues el Congreso sólo deshace algunos errores (Ctrl + Z) o edita enmiendas marginales, que fundamentalmente conservan lo vigente (Ctrl + C/V).

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Los conservadores y neoliberales no funcionaron ni siquiera en modo “a prueba de fallos”, porque la regulación y supervisión se adaptó a los oligopolios políticos y empresariales. Por eso las necesidades básicas siguen siendo lujos.

Las estadísticas del DANE son cómplices. Sus anacrónicas bases de datos predeterminan falsos positivos y legitiman otros abusivos falsos negativos, como la pobreza oculta, el subempleo y la inequidad. Ahora, nuestro futuro dependerá de las “Matrices de Confusión”: la versión IA de lo mismo.

Como nuestra inteligencia colectiva está en crisis, según evidencian la degradación electoral y legislativa, sugiero hacer un ejercicio de “‘ingenier-IA’ inversa” para descifrar cuál Constitución existe en la práctica.

Finalmente, para agilizar la gestión de un “Acuerdo”, conviene conocer los experimentos de Anthropic, entidad fundada por antiguos investigadores de OpenAI –i. e. ChatGPT–, sobre la emergencia de una IA capaz de redactar constituciones, a partir de los Principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que jamás honramos (Claude’s Constitution, 9/5/2023).

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La IA, ganadora de los Nobel 2024, podría redactar varias versiones de reformas, y nuestras preferencias se manifestarían mediante referendo electrónico.

* Docente y columnista.

Por Germán Eduardo Vargas*

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