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Bukele y la democracia de El Salvador
Leí el resumen analítico en su editorial del 2 de julio: “Bukele tiene un pacto criminal disfrazado de política de seguridad”. Hoy, muchos acusan a Bukele de violar los principios de la democracia. Y me pregunto: ¿de qué democracia estamos hablando? ¿De verdad creen que había democracia en El Salvador antes de Bukele? ¿Presidentes como Elías Antonio Saca, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén representan una democracia real? ¿Cómo se puede amenazar algo que no existe?
¿Qué creen que está destruyendo Bukele con sus duras acciones contra las maras? ¿El gobierno corrupto de oligarcas vinculados a la mafia? ¿Por qué los salvadoreños deberían tolerar eso? ¿Por qué deben seguir siendo víctimas de una democracia así?
¡Muchísimas gracias! ¡Ojalá que El Salvador sea feliz!
Magomed, Moscú.
El Leyva del 8
Muy acertada la afirmación de Pascual Gaviria en su columna de días pasados: Álvaro Leyva se tiene mucha fe en sí mismo, al punto de creer que Marco Rubio y otros le iban a seguir el juego para dar un golpe de Estado a Petro. Tal vez el octogenario canciller pensaba que estaría al estilo del almirante Nelson en Waterloo, enarbolando la bandera de Colombia en un muelle de un puerto en Riohacha, o quizá encabezando el éxito de la conspiración en una caminata triunfal desde Hacienda Santa Bárbara hasta la Casa de Nariño, subido cual jugador de la Selección Colombia en un carro de bomberos.
Sin embargo, aunque es cierto que algunos funcionarios radicales en EE. UU. están muy lejos de simpatizar con Gustavo Petro, no respaldaron la curiosa —y hasta estrambótica— movida de Álvaro Leyva. Todo terminó en un agresivo cruce de declaraciones. Si no han logrado sacar a Nicolás Maduro, ni siquiera en la primera administración de Trump, mucho menos van a intervenir contra el vecino.
Leyva quedó como el Chavo del Ocho, “sin querer queriendo”, y en una posición cercana al ridículo. No obstante, es muy distinto el hecho de que sí debe responder ante las autoridades colombianas. La Fiscalía debe llamarlo a rendir cuentas. Lo que hizo Leyva no fueron opiniones personales lanzadas durante una charla tomando tinto en un café en Madrid, como lo presentó un medio de comunicación. Por una actuación casi idéntica, hace cinco años, Pacho Santos se vio obligado a renunciar a la embajada en EE. UU., luego de hablar mal del jefe del Departamento de Estado de ese entonces con la entrante canciller Claudia Blum en un restaurante en Washington.
Estos son asuntos públicos, que no deben tratarse de forma tan ligera, y mucho menos puede minimizarse un intento de tumbar a un presidente. Álvaro Leyva debe responder y no pasar de agache, sea quien sea el presidente. Está de por medio la institucionalidad de Colombia, y eso no puede tomarse a la ligera.
Rodolfo Alberto Vanegas Pérez
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