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El editorial del 6 de julio de El Espectador, titulado “La acusación irresponsable como política exterior”, no hace sino reafirmar su intención maquiavélica de ir siempre en contra de lo que haga o deje de hacer el presidente Petro, como si no le hubiese bastado al periódico reducir el intento de golpe protagonizado por Leyva a un simplista “intento de sacar a Petro del poder”. Y eso, a pesar de que tras ese episodio no se ocultan del todo los oscuros poderes con nombres de políticos y empresarios de Colombia y Estados Unidos.
Ahora resulta que el presidente es irresponsable por poner el dedo en la llaga y acusar a congresistas estadounidenses de estar detrás de dicho intento. ¿Acaso la memoria de los colombianos no nos alcanza para recordar la visita de muchos precandidatos de derecha a Washington para entrevistarse con esos mismos congresistas republicanos? ¿Acaso la candidata-periodista no fue secretamente condecorada por ellos?
Pareciera que El Espectador le tiene miedo a Estados Unidos, como también le temen los más dignos representantes de la derecha colombiana. Se suma a quienes piden mesura, pero lo hace de rodillas, como si este país no hubiese sufrido ya demasiado por las políticas norteamericanas, que históricamente han sido en detrimento de tantos connacionales. Sin embargo, lo que parece preocuparle más al periódico es que, por primera vez en la historia, la diplomacia tradicional colombiana se vea desafiada por un presidente y un gobierno que se atreven a tratar de tú a tú a los imperios.
Desde hace tiempo, el presidente Petro ha venido hablando de un golpe blando. Sin embargo, los jefes de las castas tradicionales, incluida buena parte de la prensa, han hecho caso omiso de esas denuncias. Incluso se burlan y lo tildan de tener delirios de persecución, cuando día a día miles de colombianos somos testigos del verdadero interés que existe por acabar con este gobierno. Por eso, cada día —incluido El Espectador— no hacen más que difamar y ultrajar, dándole más importancia al chisme senil de Leyva en sus cartas que a las graves denuncias hechas por el presidente.
Aunque no lo crean, y aunque lo tilden de populista, es en la plaza pública donde el presidente recibe el apoyo de esos colombianos que no hemos perdido la memoria, de quienes valoramos más la dignidad nacional que tener una visa estadounidense. De aquellos que reconocemos con valentía que la regla suprema de la diplomacia debe ser el trato entre iguales.
Ya Bolívar lo había advertido hace 196 años: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. Y, contrario a lo que sostiene el editorial, no todos los colombianos sufrimos por las decisiones en política exterior del actual gobierno. Irresponsable es hacerle creer al país que lo que está ocurriendo con el gobierno estadounidense representa un peligro inminente para todos los colombianos. El mundo es ancho y no tan ajeno: ahí están China y África, con quienes ya se están construyendo importantes pactos comerciales y culturales.
J. Mauricio Chaves-Bustos
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