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En un año, Antonio Navarro Wolf pasó de ser uno de los comandantes del M-19 a candidato a la alcaldía de Cali, candidato a la Presidencia, ministro de Salud, cabeza de la lista de la Alianza Democrática M-19 para la constituyente y uno de los miembros del triunvirato que presidió la Asamblea Nacional Constituyente. En el transcurso de este corto camino, el M-19 dejó las armas, mataron a Carlos Pizarro cuando aspiraba a la presidencia y el país comenzó un proceso para reformar la constitución o crear una nueva. Esto último debido a que los retos del terrorismo, el desgate político y la imposibilidad de reformar la carta magna de 1886 hizo que la ciudadanía pidiera un cambio completo en el ordenamiento.
Navarro fue uno de esos símbolos del cambio que buscaba Colombia. Desde antes de dejar las armas, cuando se cayó la reforma constitucional de 1989, este tenía claro que el camino para la transformación pasaba por una asamblea constituyente, así lo comentó en esa época. “Si no se podía hacer reformas constitucionales por el Congreso, había que hacer otra cosa, una asamblea constituyente, y apareció el movimiento de la séptima papeleta”, comentó Navarro a este diario, que aseguró que esta era la única vía para cumplir con varios de los acuerdos a los que habían llegado con el Gobierno pero que se hundieron con la reforma fallida. “Nos quedamos sin nada, había negociado una favorabilidad, pero nos quedamos sin ella”, agregó sobre este tema.
El exguerrillero también fue el símbolo del deseo de paz que tenía el país. Y es que no solo entregó las armas en una negociación que se convirtió en el primer acuerdo en Latinoamérica entre un Estado y una guerrilla, sino que se la jugó por la paz tras el asesinato de Carlos Pizarro. “Vamos a enterrar a Carlos en paz”, fue la frase que Pizarro emitió en televisión nacional y desbarató cualquier posibilidad de que el M-19 volviera a las armas tras el crimen en contra del que fue su líder. Ese deseo de paz fue el que llevó a Navarro y al M-19 a la constituyente, por que “era una continuidad de lo que habíamos negociado y “atraía a otras organizaciones que estaban alzadas en armas, como el EPL, PRT y Quintín Lame”.
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El dejar las armas y cumplir el compromiso de paz tras el asesinato de Pizarro trajo a Navarro un gran reconocimiento, que le permitió liderar la lista de la Alianza Democrática M-19 y tener una de las votaciones más altas de toda la Asamblea Constituyente. Este logro también se alcanzó gracias a que el exlíder guerrillero entendió que parte del éxito de su movimiento pasaba por desligarse del aura de grupo armado, por lo que la lista solo tuvo unos cuantos exmiembros del M-19 y el resto fue bajo invitación a distintos sectores (Carlos Ossa Escobar, Álvaro Leyva, María Mercedes Carranza, María Teresa Garcés, Orlando Fals Borda, entre otros).
“Había una idea que llevábamos desde la época de Jaime Bateman y que hablaba que si queríamos gobernar al país teníamos que mezclarnos con otra gente. Bateman le decía fabricar el sancocho nacional. Cuando armamos la lista de constituyente nos dimos cuenta que no solo nos debíamos presentar los antiguos miembros del M-19, sino llevar liberales y conservadores independientes, gente alternativa y del movimiento sindical. Armamos esa lista como el sancocho nacional”, expresó Navarro sobre esta idea que al final, como este reconoce, contribuyó al carácter diverso de toda la asamblea.
Antonio Navarro Wolf despertó tanto atracción como temor de los votantes por su pasado guerrillero. El fantasma del comunismo fue usado contra él para sembrar miedo y poner en duda el papel que jugaría en la constituyente. Pero, como señaló Humberto de la Calle en su libro “Contra todas las apuestas”, Navarro tuvo la capacidad de desactivar todos estos temores. Primero, insistió en que de ninguna manera era socialista, sino que su planteamiento era demócrata. Asimismo, se comprometió a que se iba a respetar la propiedad privada tal como estaba consagrada en la Constitución de 1886, y solo se iba a añadir la propiedad cooperativa. Además, desactivó cualquier choque con la Fuerza Pública, al decirles por medio de Rafael Pardo que buscaría que se preservara su ordenamiento tal como estaba consagrado en la carta magna vigente.
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Aunque también se intentó recurrir a la toma del Palacio de Justicia y al pasado guerrillero del M-19 para desacreditar a los recién reinsertados, la campaña para desactivar los miedos de la población jugó un papel importante para que Navarro y la Alianza Democrática M-19 fueran una de las fuerzas más importantes y la lista más grande de la Asamblea. Siendo la lista mayoritaria, pues los liberales llevaron más delegatarios, pero con la estrategia avispa, Navarro se unió a Álvaro Gómez para aislar a los liberales y no permitir que estos se hicieran con la presidencia única. Por esta alianza se llegó a decir que el líder conservador sufría de síndrome de Estocolmo, pues el M-19 lo secuestró en 1988.
La llave Navarro-Gómez puso en jaque al Partido Liberal y lo hizo negociar. La suma de las listas de la Alianza Democrática M-19 y el Movimiento de Salvación Nacional -de Álvaro Gómez- superaba en número a los del trapo rojo, por lo que no podían poner un presidente por sí solos, como era su plan inicial. Fue un largo tire y afloje en el que en un momento se llegó a plantear que solo fueran Antonio Navarro y Álvaro Gómez los presidentes, luego se propuso que los tres partidos mayoritarios se turnaran la presidencia durante los 5 meses y, por último, la fórmula exitosa, fue el triunvirato: tres presidentes con el mismo poder y con las mismas labores.
“Ellos quería que fuera un presidente liberal, porque eran más, pero yo dije que no le jalaba a eso. “Mamola”, como decía Horacio Serpa. Me reuní con Álvaro Gómez Hurtado y le propuse que hiciéramos una presidencia diferente, colegiada o rotativa. Él estuvo de acuerdo y armamos una mayoría con los otros conservadores y los sectores alternativos. Con 40 votos, armamos una presidencia colegiada y le dejamos un puesto a los liberales”, narró Antonio Navarro a este diario. Para muchos, esta fórmula de tres presidentes fue otro de los factores esenciales para que toda la Asamblea Constituyente estiuviera marcada por un espíritu de consensos y de querer hacer “la mejor constituyente posible”.
“La solución fue mágica, parecía inviable cuando se habló de la presidencia conjunta tripartita (Álvaro Gómez, Antonio Navarro y Horacio Serpa). Lo que pudo haber sido un gran fracaso funcionó perfectamente. Digo que fue casi milagroso, porque tres presidentes, con el mismo poder, la misma fuerza e incidencia jurídica siempre cooperaron aun con matices y diferencias en el logro de la Constitución”, fueron las palabras de Humberto de la Calle para calificar a este triunvirato, del que destacó a Navarro: “fue una voz renovadora que lideró un grupo que en parte venía de una guerrilla que entregó las armas. Fue una de las voces progresistas, de aliento y de cambio. A veces audaz, pero al mismo tiempo con una gran responsabilidad, porque apretaba en sus propuestas pero siempre buscaba consensos”.
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Antonio Navarro fue uno de los encargados de llevar temas que históricamente habían sido ignorados. A este diario le contó que uno de sus grandes aportes en la Constitución de 1991 fue al artículo que “les dio una situación especial a los afrocolombianos de la costa del pacífico”. Una de las razones de llevar este punto a la Asamblea, que no contaba con la participación de los afrocolombianos, es que este había conocido estos lugares en su época de guerrillero y “sabía que debía tener un tratamiento especial al del resto del país”. Este fue una de sus luchas hasta el final, al igual que apoyar la circunscripción especial para indígenas: “fue importante, porque hasta 1991 se consideraba a los indígenas como menores de edad”.
Otros temas en los que insistió, con casi igual número de victorias como de derrotas, fueron la figura de la vicepresidencia, con la posibilidad de que este fuera de otro partido al del presidente; la elección de gobernadores, al igual que la de alcaldes; la prohibición de reelegir congresistas; un Legislativo de una sola cámara; la creación de una Corte Constitucional con mecanismo de elecciones distintos a los existentes; reducción del poder presidencial; mayor apertura para los partidos políticos; y la revocatoria del Congreso. Sobre estos dos últimos aportes, hizo referencia puntual.
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Frente al primero, apertura de los partidos, aseguró que fue importante, pero al mismo tiempo una de las fallas más grandes de la constituyente: “El error más grande fue una apertura de partidos sin límite, eso se tuvo que corregir”. Y es que, tras la Constitución, el país fue inundado de partidos políticos, “apenas se necesitaba recolectar firmas para crearlos”. Esto dio origen a más de 40 colectividades con todos los beneficios de la personería jurídica y debilitó la estructura partidaria. Con el diluvio de partidos, después se tuvo que reformar la constitución para endurecer las condiciones para la personería jurídica.
Por otro lado, frente a la revocatoria del Congreso de 1990-1994, hasta hoy se mantiene en su defensa a la criticada movida. “Lo que pasa es que escribimos una nueva constitución que debía ser desarrollada por un nuevo congreso, porque se hizo un Senado de circunscripción nacional de 100 miembros y se cambió la composición de la Cámara. Por eso la lógica era que, si había una nueva constitución, un nuevo congreso debía desarrollarla”, expresó Navarro. Precisamente esta fue una de las propuestas más controvertidas de las que fue abanderado. El oficialismo liberal y conservador que se mantenía en el Congreso se negaba a ser revocado, mientras que Antonio Navarro, Álvaro Gómez y otros miembros de la Constituyente insistían en que debía disolverse dicho Congreso para elegir otro bajo las condiciones de la nueva Carta.
Al final, tras un choque bastante duro, en el que se llegó a plantear la disolución de la Asamblea Constituyente, Antonio Navarro fue uno de los conciliadores para que se lograra la revocatoria del Congreso. Mientras que la Alianza M-19 y el Movimiento de Salvación Nacional, de Álvaro Gómez, insistían en la revocatoria, los liberales llegaron a amenazar con abandonar la Asamblea, hasta la presidencia, si seguía dicha propuesta. Tuvo que intervenir el presidente César Gaviria, que propuso que se aceptara la revocatoria si todos los constituyentes quedaban inhabilitados para aspirar en las elecciones siguientes. La propuesta fue aceptada por las fuerzas tradicionales, pero en un primer momento fue descartada por Gómez y Navarro.
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Luego, según cuenta De la Calle, Antonio Navarro llamó al presidente para decirle que aceptaba la propuesta, pero que no le había comentado nada a su compañero de presidencia y causa. Tras el anuncio, se volvió a convocar a una reunión para volver a discutir el tema de la revocatoria. Aunque Gómez iba convencido de que las posiciones seguían igual, el exguerrillero aceptó la propuesta y dejó sin partidarios al líder de Salvación Nacional. Este terminó aceptando la propuesta gubernamental, lo que desaprovechó en una eventual elección el gran reconocimiento que ganaron los constituyentes en la arena política. “Nos auto inhabilitamos para no legislar en causa propia, sino que estábamos legislando lo mejor para el país”, expresó Navarro.
Como presidente y cabeza de la Alianza Democrática M-19, fueron múltiples los aportes de Navarro, incluso algunos pasaron desapercibidos. Su trabajo quedó consagrado en la historia del país y esto se evidencia en el último día de sesiones, el 4 de julio de 1991. Ese día, en coro, Antonio Navarro, Horacio Serpa y Álvaro Gómez proclamaron la nueva Constitución que gobernaría a los colombianos. A pesar de que luego fue alcalde, gobernador, candidato presidencial y presidente de la Alianza Verde, ningún logro político alcanzado por Antonio Navarro tiene comparación con hacer parte de la presidencia tripartita de la Asamblea Nacional Constituyente.