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Las mujeres sí que saben de juntanzas. No importa el espacio, siempre logran reunirse, organizarse, conversar, crear, defender y luchar por una realidad más justa y equitativa para ellas y, por supuesto, para las que vienen. Y el Congreso no es un escenario ajeno a esos encuentros que convocan por la complicidad de compartir el ser y quererse mujer.
Aunque llegaron por primera vez al Congreso en 1958, cuando lograron su derecho a elegir y ser elegidas, solo hasta 2006 las congresistas de Colombia se organizaron en la llamada Bancada de las Mujeres. Fueron 48 años en los que, se puede decir, trabajaron de forma independiente, hasta que el contexto político derivado del cambio constitucional de 1991 les hizo entender la necesidad de construir red para impulsar más su labor a favor de todas las colombianas. La Carta Política de 1991, en términos de derechos humanos, reconocía a la mujer en igualdad al hombre. Sin embargo, en cuanto a lo político seguía habiendo brechas. Y las sigue habiendo hoy.
El reconocimiento de la existencia de estas desigualdades dio punto de partida a un movimiento internacional que se vio reflejado, por ejemplo, en las Conferencias Mundiales de la Mujer (1975, 1980, 1985 y 1995), especialmente en lo logrado en la de Beijing (1995), donde se planteó la necesidad de la participación de las mujeres en la toma de decisiones y, por supuesto, ahí entraba la preocupación por su incidencia en la política, y en la que se invitó a los Estados a tomar acciones afirmativas para ir acabando con las desigualdades por condición de género. A la par, las congresistas en la región entraron a organizarse, siendo Colombia uno de los países que más tardaron en dar este paso de manera formal en 2011 con la creación, vía ley, de la Comisión Legal para la Equidad de la Mujer (CLEM).
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Por eso 2006 es tan importante, porque antecedió al trabajo de la CLEM, liderando propuestas legislativas tan importantes como la Ley de la No Violencia contra las Mujeres (1257 de 2008), la Ley Mujer Cabeza de Familia (1232 de 2008), la inclusión de la economía del cuidado en las cuentas nacionales (1413 de 2010) y, por supuesto, la que le dio carácter institucional y oficial a la CLEM (1434 de 2011). “Cuando fui presidenta del Congreso, en 2006, quería unir a las senadoras y representantes, las convoqué y les comenté la idea de la bancada para trabajar en proyectos que beneficiaran a las mujeres. Les gustó la idea y dijeron que era fundamental hacerlo. En ese entonces recuerdo a Piedad Córdoba, Marta Lucía Ramírez, Gina Parody, Emma Claudia Castellanos y Alexandra Moreno Piraquive. Todos los miércoles nos reuníamos para trabajar en el proyecto de ley de la No Violencia”, recordó Dilian Francisca Toro, actual presidenta del Partido de la U.
Así lo guarda en su memoria, también, Nora García Burgos (Partido Conservador), actual presidenta de la CLEM y quien junto a Ángela María Robledo ha pertenecido a ella desde su creación hasta la actualidad: “Era una unión sólida para crear leyes por los derechos de las mujeres. Uno de los temas que más nos movía en ese momento era la erradicación de todo tipo de violencias. Sabíamos que era una estrategia que desde el Congreso iba a impulsar una agenda legislativa efectiva para representar a las colombianas y que, sin duda, cambiaría la historia en el poder legislativo”, dijo, trayendo a colación ese período (2006-2010), cuando era representante a la Cámara.
Robledo, por su parte, reconoce la base que sentaron las mencionadas por Dilian Francisca Toro y agrega, entre ellas, a Gloria Inés Ramírez y Cecilia López. “Cuando llegué al Congreso en 2010, la Bancada de Mujeres todavía operaba. Ahí fue cuando empezó la asesoría de ONU Mujeres y, recogiendo la experiencia de otros países, se empezó a valorar la necesidad de configurar una comisión que pasara por una reforma a la Ley Quinta (reglamento del Congreso) y tuviera soporte orgánico. Ese es su origen”.
El 6 de enero de 2011, Juan Manuel Santos sanciona la Ley 1434; el 30 de marzo, las plenarias de Senado y Cámara eligen a sus integrantes (nueve senadoras y 10 representantes); el 27 de abril de 2011 se instaló la CLEM y se eligió su mesa directiva, en cabeza de Alexandra Moreno (MIRA) y acompañada por Martha Cecilia Ramírez (Partido Conservador), y el 31 de mayo se lanzó oficialmente. “La consolidación de esta resulta importante en la medida en que le brindó un sustento jurídico, institucional y administrativo a la Bancada de Mujeres, al igual que una visibilidad política importante”, señaló Dejusticia en la investigación “Bancada de Mujeres, una historia por contar”, publicada en 2014.
Entre las funciones que dicta la ley a la Comisión están las de elaborar propuestas legislativas, hacer control político, promover la participación de las mujeres en puestos de poder, ser intermediarias de mujeres ante organismos del Estado, realizar eventos (foros, seminarios, audiencias, etc.) sobre promoción de derechos de las mujeres, velar porque las iniciativas de cualquier temática cuenten con enfoque de género (incluyendo los planes de desarrollo nacional y los presupuestos generales de la nación), entre otras.
En estos 10 años de trabajo son varias las iniciativas que han visto la luz en el Congreso gracias al liderazgo de la CLEM, como la Ley de Cuotas (1475 de 2011), ampliación de la licencia de maternidad (1468 de 2011 y 1822 de 2017), equidad salarial (1496 de 2011), protección de víctimas de crímenes por ácido (1639 de 2013), Ley de Feminicidio (1761 de 2015), prima para trabajadoras domésticas (1788 de 2016), creación de comisiones de la mujer en asambleas y concejos (1981 de 2019) y paridad en las listas a corporaciones públicas (Código Electoral de 2020).
“Quizá la agenda que más ha ocupado a la Comisión son los temas de participación política y de violencias contra las mujeres, sobre todo la intrafamiliar, sexual y feminicidios, pero siento que falta una posición más unitaria frente a problemas estructurales, como la paz, que durante el Acuerdo no hubo un apoyo unánime a tan grande tema, y ni se diga lo que tiene que ver con la política de derechos sexuales y reproductivos, como el aborto”, opinó Robledo, reconociendo la dificultad en posiciones ideológicas tan diferentes que conforman la CLEM.
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Sin embargo, hay voces como las de Toro y García que apelan a que hay que buscar los puntos de encuentro para sacar adelante la agenda. “Cada congresista, en particular, se abandera desde diferentes temas. En el ejercicio democrático nos unen los debates y la diversidad de perspectiva, sin olvidar el respeto que nos identifica como colegas”, explicó la actual presidenta. Por las diferencias en las formas y los contenidos que venía gestionando la Comisión, por ejemplo, el año pasado Victoria Sandino (Partido Comunes) presentó su renuncia ante la corriente conservadora, dijo, cobijó a la CLEM.
Esas diferencias, que subyacen por las numerosas formas de entender el feminismo y las agendas de mujeres, se han sabido tramitar, por lo menos, para avanzar en lo que encuentra a todas sus integrantes que han pasado por la CLEM. “Entendimos que el enfoque no es la mujer en la política, sino la mujer política, y nos convertimos también en lideresas para ser referentes para las nuevas generaciones para que se multiplique la tarea por las mujeres con ahínco en el Congreso”, reconoció la excongresista Rosmery Martínez (Cambio Radical).
Estos diez años no llegan únicamente para celebrarse, sino para trabajar y ratificar el compromiso con las colombianas. “Aún hay mucho por hacer. La pandemia significó un inmenso retroceso en la equidad”, señaló Nora García. Por eso la petición al Congreso es que, para conmemorar esta década, se privilegien, en el orden del día, las iniciativas que busquen blindar los derechos de las mujeres en el país y asegurarles su igualdad de condiciones con los hombres, como principio que heredaron de las precursoras de este proyecto de juntanza, que es por y para todas.
