Publicidad

¿Cómo conseguir el voto de los colombianos?

Primer capítulo del libro de Carlos Julio y Pablo David Lemoine, del Centro Nacional de Consultoría, editado por Planeta Colombia y que acaba de presentarse en la Filbo 2022. Un tema crucial en la actual campaña electoral por la Presidencia, que se mueve más por las emociones que por los programas.

25 de abril de 2022 - 08:25 p. m.
"La gente no vota por programas, sino por personas. Se mueve a las urnas por emotividad", dicen Carlos Julio y Pablo David Lemoine.
"La gente no vota por programas, sino por personas. Se mueve a las urnas por emotividad", dicen Carlos Julio y Pablo David Lemoine.
Foto: Getty Images/iStockphoto - invincible_bulldog

El candidato es alguien que cree que puede cambiar la realidad

El historiador y escritor Yuval Noah Harari afirma que la diferencia evolutiva que separó al Homo sapiens de los demás animales fue la ficción, gracias a la capacidad del lenguaje. Solo la ficción hace posible formar redes de cooperación, y la cooperación construye comunidad y nos hace más fuertes.

Las campañas son, también, la construcción de una gran ficción colectiva. El candidato inventa un sueño que quiere convertir en realidad con el apoyo de los demás. Imagina un orden y un mundo que aún no existen, y convence a la comunidad de que ese mundo es posible.

>Lea más sobre las elecciones de 2022 y otras noticias del mundo político

El candidato es alguien que se diferencia de los demás porque busca convencer a la sociedad de que es capaz de cambiar la historia, de instaurar un nuevo orden imaginado.

Esta decisión es crucial por la dimensión de la tarea que le espera. Solo en términos estadísticos, una campaña presidencial necesita al menos 12 millones de votos. En términos prácticos, implica movilizar a todo un país alrededor de una promesa que él está dispuesto a cumplir. En este sentido, decimos que las campañas son épicas, pues requieren de un engranaje que llegue a todas las regiones y todos los hogares con un mensaje que avive la esperanza en torno a la posibilidad de un futuro mejor. Por eso mismo, el del candidato es un oficio ingrato, difícil, que no admite errores y en el que un paso en falso puede implicar la derrota.

Para dar ese salto colosal, de creerse capaz de cambiar la historia, el candidato ha tenido que pasar por un proceso de reflexión muy profundo, durante el cual se ha convencido a sí mismo de que realmente tiene las cualidades necesarias para llevar a cabo la transformación que se propone. Si no existe tal convencimiento, esa deshonestidad consigo mismo no solo se reflejará en su campaña, sino que será una desventaja frente a sus oponentes y una debilidad frente a los electores.

Los requisitos iniciales que debe tener en cuenta el candidato antes de emprender la campaña son:

* El conocimiento de sí mismo.

* El conocimiento del país que quiere transformar y de las problemáticas y necesidades más apremiantes de sus habitantes.

* La disposición a escuchar a la gente a la que intenta convencer.

El arte de transformar la emoción de las conversaciones

En política, las personas tienen dos tipos de conversaciones: una, sobre cómo es el país en el que viven; y, la otra, sobre cuál es su papel en ese país en el que viven. El oficio del candidato consiste en introducirse gradualmente en esas conversaciones. Primero, con su nombre: haciéndolo familiar entre los distintos grupos sociales que conversan. Segundo, con sus valores: haciendo notar las cualidades humanas que le ayudarán a cambiar la historia. Tercero, con un mensaje mediante el cual la gente sienta que este se sintoniza con sus malestares y que les abre un camino de esperanza para superarlos. Y, por último, volviéndose cercano y confiable.

El buen candidato es aquel que logra transformar la emoción de esas conversaciones de forma que, cuando la gente hable de su realidad, la vea de otra manera, mucho más optimista de cara al futuro.

Lea también: Apoyos de políticos cuestionados: ¿afectan en realidad las campañas?

El lema genera conversaciones y es el resumen de las conversaciones

Existen tres niveles de conversación que el candidato precisa transitar:

* El primero sucede en la intimidad, y consiste en ese diálogo consigo mismo en el que se convence de que reúne las condiciones para ser presidente.

* El segundo nivel se amplía a su equipo de colaboradores con los que empieza a construir la campaña. El candidato une lo que él es con los problemas que él cree que puede solucionar, y empieza a generar los discursos relacionados con su programa de gobierno.

* El tercer nivel sucede cuando el candidato expone su proyecto a la opinión pública con el objetivo de hacer coincidir lo que él es y lo que propone con lo que son y lo que exigen los colombianos.

La gente no vota por programas, sino por personas. Se mueve a las urnas por emotividad. Un candidato puede tener, racionalmente, el mejor plan de gobierno, pero la ciudadanía no se va a decidir tanto por el contenido de lo que dice como por la sintonía emocional de quien lo propone. Esa sintonía emocional se logra, en buena medida, con el lema.

El lema no solo es la identificación de la campaña, sino la sombrilla que cobija el programa. En él confluyen lo que el candidato ha decidido ser en su conversación íntima, lo que ha logrado comunicar a su equipo de campaña y lo que intenta irrigar en la opinión pública. Es el generador de las conversaciones y también el resumen de todas.

Un buen lema se nutre de las siguientes características:

* Debe ser una fórmula lo suficientemente flexible como para aplicarla a todos los problemas del país y a todos los escenarios en los que estos se discutan.

* Debe tener consistencia con lo que el candidato es y con lo que ofrece, además de poderse adaptar al manejo de cada circunstancia.

* Debe resonar con la imagen que el candidato tiene de sí mismo y con el estado de ánimo de la gente a la que pretende movilizar.

* Debe generar esperanza, evocar el camino de un futuro mejor.

Un buen lema sintoniza rápidamente con los deseos de la comunidad. Provoca un entusiasmo súbito que contagia y se va esparciendo espontáneamente. El afiche de Galán cumplió con ese objetivo. Su sintonía emocional provocó que la gente hiciera propio ese gesto y lo manifestara pegándolo en las ventanas de sus casas. El “Sí se puede” de Belisario movilizó a las multitudes alrededor de que la esperanza era posible. De hecho, treinta años más tarde, un lema similar, el “Yes, we can” (Sí, podemos), le dio la Presidencia de Estados Unidos a Barack Obama.

Le puede interesar: La recta (semi) final de la elección presidencial

“El tiempo de la gente”, de Ernesto Samper, sintonizó a los votantes alrededor de un gobierno más cercano con el ciudadano, cuando el país se acomodaba a la apertura económica de César Gaviria. “Mano firme, corazón grande”, de Álvaro Uribe, condensó el deseo colectivo de recuperar la seguridad en un momento en que el país parecía cooptado por los grupos insurgentes.

El lema “Colombia Humana”, de Gustavo Petro, era un mensaje de que la violencia, la corrupción, el desempleo, la pobreza… se debían a la deshumanización de las relaciones del Estado con los ciudadanos. Por lo tanto, la solución era devolverles la humanidad a esas relaciones. El lema tocó las fibras de los electores, al punto de llevarlo a disputar seriamente las elecciones de 2018.

La necesidad de los inflexibles

Los inflexibles son personas que tienen una convicción profunda y no la cambian en la conversación con los demás. Cada conversación refuerza sus creencias, sin importar que a lo mejor no tengan la razón. La campaña echa raíces cuando el candidato logra la conexión emocional con la gente a la que se dirige. Y comienza a florecer cuando consigue un volumen grande de inflexibles que la alienten.

Se dice que la primavera visita a todas las ramas del bosque. Los inflexibles son las ramas que irrigan cada hoja del árbol que planta la conexión emocional. El mensaje debe llegar a cada hogar de los incondicionales, que se encargarán de repartirlo a cada miembro de la casa o de la oficina, a cada contertulio en los sitios de encuentro casual. El inflexible es ese líder anónimo sin el cual el árbol se secaría.

Los jóvenes y las redes sociales

Las campañas políticas han vivido tres grandes épocas: la primera fue la radio, que transformó la manera en que los candidatos llegaban a los hogares; la segunda fue la de los debates televisivos, gracias a los cuales se pudo medir la popularidad de los candidatos como nunca antes; y la tercera es la de las redes sociales, que se han saltado a los medios de comunicación tradicionales para transmitir información sin intermediarios. Por supuesto, los grandes gestores de este tipo de vehículos informativos son los jóvenes, que son los que mejor entienden las redes y sus alcances.

La campaña de 2022 será atípica, debido al impacto de una pandemia que contrajo la economía mundial y que dejó a miles de colombianos sin empleo y, no en pocos casos, al borde del hambre, algo que no conocía el país. En medio de la incertidumbre que todavía genera el Covid-19, la carrera a la Presidencia de la República se apoyará como nunca antes en las redes sociales, quitándole protagonismo a la plaza pública, tradicional escenario del encuentro entre candidatos y electorado.

Debido a la pandemia, el país avanzó en un año lo que se esperaba que avanzara en veinte en materia de uso de Internet, de manera que los candidatos estarán frente a un ciudadano mucho más digitalizado y conectado a las redes que en el pasado. La cobertura de las redes sigue creciendo y esto tiene aspectos tanto positivos como negativos. Entre los positivos, sin duda, cabe mencionar la inmediatez con la que viaja la información, que facilita la interacción digital de los candidatos con los ciudadanos y les ofrece toda clase de herramientas y formatos tecnológicos (webinars, debates) para llegar a ellos con sus propuestas.

Entre los aspectos negativos, están los ataques personales, las llamadas “bodegas” y la desinformación que puede llegar a generarse a través de las redes, las cuales, valga decirlo, no están bajo el control de nadie ni pueden equipararse con los medios de comunicación en cuanto a la veracidad o claridad de los contenidos que difunden. Esto exige, con mayor razón, que las campañas definan una estrategia digital clara, liderada por especialistas que apoyen la construcción de un ambiente que les permita debatir propuestas, subsistir y crecer.

Quien quiera dominar la campaña tendrá que planear muy bien sus conversaciones virtuales. Un mensaje eficaz y emotivo, que se viralice, atraerá rápidamente la atención de millones de posibles simpatizantes. En cambio, un error de contenido se expandirá como un virus y sus consecuencias podrían ser irrecuperables.

Lo que piden los colombianos de sus líderes

Cuando se les pregunta a los colombianos por los atributos que debe tener un líder, destacan cinco: compromiso, propósito, confianza, sensibilidad a las necesidades y poder de convocación.

Sin embargo, independientemente de estas virtudes, existe una creciente necesidad entre los ciudadanos —en especial, los jóvenes— de que quien los lidere los escuche. La mayoría de los colombianos cree en las bondades del diálogo. Les gusta sentirse involucrados en el debate sobre las dificultades y en el reto de encontrarles solución.

Las características del líder que demandan los colombianos hacen fácil la aparición del populismo, porque los colombianos no les exigen a sus líderes que les digan las restricciones dentro de las cuales resolverán los problemas, ni la información que soporta sus propuestas. Así, el populismo tiene las puertas abiertas, porque los colombianos se guían más por emociones que por datos.

Lo que más les preocupa

Cuando se les pregunta a los colombianos cuál es mayor riesgo para Colombia actualmente, los temas que sobresalen son la corrupción, el desempleo, la migración venezolana y la violencia. Si el candidato quiere sintonizarse con las preocupaciones de los colombianos, deberán atender estas inquietudes; en particular, la de la corrupción, responsable de que los colombianos hayan perdido la confianza en las instituciones.

Es necesario captar el momento

Vivimos un proceso de gestación que podría dar a luz un país mejor. La circunstancia especialísima de la pandemia aceleró el desarrollo tecnológico y nos hizo ver la importancia del conocimiento y de contar con información veraz.

Los candidatos que están adelante en las encuestas (o que lo estaban en febrero de 2022), Gustavo Petro, Rodolfo Hernández e Íngrid Betancourt, son candidatos, a su manera, antiestablecimiento. Eso indica que hay un claro de oportunidad para un cambio grande.

Este momento puede convertirse en la aurora de un país digital, sostenible, humano y próspero. Existe el conocimiento, la tecnología y los deseos de progresar. Pero es necesario que los candidatos lo sepan leer y abran la posibilidad de parir un país más joven en su manera de pensar.

Temas recomendados:

 

fpt(2758)25 de abril de 2022 - 11:56 p. m.
Duque y Molano a la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, ya!!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar