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La historia de la humanidad ha estado atravesada por conflictos armados que dieron origen a organizaciones militares. Tales conflictos han sido provocados por relaciones políticas (desigualdades de poder) inherentes a los vínculos sociales. Los diez siglos de la Edad Media comenzaron con el fin del Imperio Romano y terminaron con el “descubrimiento” de América. Estos procesos ocurrieron bajo la dominación masculina frente a la subordinación femenina.
El eje geográfico de estos acontecimientos fue Europa, con ejércitos diseñados por organizaciones sociales surgidas de grupos étnicos, regiones con culturas diferenciadas y otras características. El advenimiento de religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo o islam) estimuló los conflictos bélicos. El más emblemático fue quizá la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), ocurrida en Europa Central. Esta guerra finalizó con la paz de Westfalia, cuyas principales consecuencias fueron la creación del primer sistema internacional, el debilitamiento de las guerras de religión y el inicio de un largo y complejo proceso de decantación de los Estados nacionales, estimulado por la expansión de relaciones capitalistas.