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“Hay problemas reales con la eficacia de las Fuerzas Armadas”: Humberto de La Calle

El exsenador de Verde Oxígeno habló con El Espectador sobre por qué, en su concepto, la paz total requiere una revisión a fondo. Explicó las razones detrás de su renuncia y cómo prevé el panorama este 2025 y 2026.

Redacción Política

31 de enero de 2025 - 07:34 a. m.
Humberto de la Calle renunció a su curul en el Senado.
Foto: Jose Vargas Esguerra
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¿Por qué renunció a su partido y curul?

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Este año va a ser un año crucial. Entre el 2025 y el principio del 2026 Colombia continúa un rumbo toma un camino distinto. Entonces mi reflexión fue la siguiente: yo debo participar y me veo obligado a continuar defendiendo unas causas políticas. Por las circunstancias de la configuración de la lista en la que fui elegido, me correspondió el aval de Verde Oxígeno, un partido con el que yo no tenía ninguna relación. Para lo que viene me parece que yo no puedo estar amarrado a un partido donde realmente no hay identidades. Mi decisión es buscar independencia, transparencia y poder obrar con profunda libertad en función de mis ideas.

En estos últimos días también se dio la tensión diplomática con Estados Unidos y se desató la crisis de seguridad en el Catatumbo, ¿hubo algún factor que lo hiciera saltar a tomar la decisión?

Sí coincidieron las fechas, pero no. Desde el punto de vista temperamental, yo nunca estuve realmente cómodo con la forma de trabajo del Congreso. Es un problema que puede ser mío. Yo veo allá congresistas que les gusta el trabajo parlamentario. Quizás yo haya sido más apto para trabajos desde el Ejecutivo. El Congreso es una máquina muy pesada, muy lenta, a veces muy ineficaz, repetitiva, no se cumplen las agendas, siempre está todo a arranca tarde. Es una cosa un poco fatigante y no corresponde con lo que yo creo que puede ser mi aporte. Yo a algún congresista que se sienta ahí en las cercanías de mi silla le dije que era una de las etapas menos fértiles de mi vida. Yo me sentía que realmente ese trabajo no era satisfactorio en cuando hubo bastantes éxitos en materia legislativa.

Usted fue uno de los senadores más votados para el periodo 2022-2026, ¿Cómo responderle a esos votantes?

Mi convicción es que puedo estar en un escenario mejor, prometiéndole a las personas que me han acompañado que yo seguiré de todos modos. Yo he estado siempre alrededor de determinadas causas, por ejemplo, el tema de las libertades como el aborto y la muerte médicamente asistida. Voy a seguir en esas causas. No estoy desistiendo de mi acción política, pero estando en libertad puedo ayudar de mejor manera que estando en un partido donde probablemente hasta me hubieran vuelto a echar, porque hay cosas con las que no estoy de acuerdo.

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¿Está aspirando a la Presidencia?

Yo soy sincero cuando digo, yo no me retiré para salir a conseguir votos. Los hechos lo demostrarán, yo no estoy iniciando carreras políticas, no estoy pidiéndole votos ni para mí ni para otro. Y esa es mi verdad hoy. Además hay una multiplicidad de candidatos, me parece que está bastante congestionado ese bus de las candidaturas. Yo tampoco me muero por no ser presidente. Yo he tenido una vida multifacética y nunca he creído que si no fuera presidente perdí mi paso por la tierra.

¿Cómo va la paz total?

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La paz total a mí me parece, para decirlo de manera franca y sin ánimo de polemizar, que es una idea que está fracasando. por varias razones. Algunas de ellas, no todas, sí creo que son responsabilidad del gobierno. Ha habido improvisación, falta de método, muy poca preparación en algunas de esas múltiples mesas. Yo recuerdo un 31 de diciembre que dictaron cinco decretos de cese del fuego. Usted no puede hacer eso porque eso termina dándole unas ventajas, como en efecto ocurrió, a los ilegales. La paz total exige una revisión a fondo. Creo que hay problemas reales con la eficacia de las Fuerzas Armadas, ha habido baja en el pie de fuerza, los helicópteros están parqueados. Además, lo que está pasando es una transformación donde yo veo que estamos poniendo en jaque el dominio territorial sobre los lugares de Colombia alejados y particularmente las fronteras, lo cual me permite decir que esto ya se nos está volviendo un problema de soberanía.

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¿En qué sentido?

Está el Catatumbo, pero también está Nariño, Putumayo, Cauca, Chocó. Grupos ilegales que no tienen nada de política están es combatiendo entre sí. Esto es lo que pudiéramos denominar la balcanización de las guerras en Colombia. Siempre hemos tenido problemas de control territorial, ahora se ha disparado el descontrol. Hay ya 54.000 personas desplazadas y confinadas en distintos sitios, una cosa que era inédita. Y el papel del Estado me parece que a veces es como de árbitro. Yo tengo el recuerdo de un comandante del Ejército que dijo: “cuando yo llego a los territorios y veo unos ilegales peleando con otros ilegales, yo no sé cuál es mi papel”. En el Catatumbo una cosa muy meritoria fue toda la gestión humanitaria, pero eso lo que muestra es cierto grado de estupefacción y de impotencia frente a unas guerras que, repito, ni siquiera ya tienen como destinatario el Estado ni orientación política ninguna, son bandas criminales.

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¿Y cómo ve esa estrategia de diálogo con este tipo de grupos?

El gobierno presentó una ley de sometimiento comenzando la legislatura, la dejó morir, nunca se aprobó y no se ha reemplazado. Entonces uno se pregunta, ¿pero con qué guía están hablando con criminales? Primero, no sabemos bien quiénes son. Segundo, y tiene que ver con el punto anterior, unos grupos que están en cese del fuego combatiendo con otros que no están en cese del fuego y eso desconcierta a la fuerza pública.

Usted fue uno de los arquitectos del Acuerdo de La Habana. ¿Cómo evalúa la falta de sentencias que ha emitido la JEP, que es una de las críticas de la implementación?

La noción que se aplicó bajo la sombrilla de la justicia transicional era una manera de juzgar los macrocasos seleccionando los máximos responsables y priorizando los delitos. Eso no está pasando porque estamos llegando a una situación de juzgamientos individuales a la manera de la justicia ordinaria. Luego hay una demora sustancial que a mí me parece que no es justificable y algunas de las quejas que hace el Partido Comunes son razonables. El llamado es a que la JEP entienda que el tiempo se agota. Ya son casi ocho años trabajando en unos procedimientos que no son transicionales, sino que están llenos de vericuatos legales.

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¿Cómo prevé el gobierno Petro en el tiempo que le queda?

El elemento que me parece más preocupante es que, con todo respeto, la noción de democracia que tiene en su cerebro el presidente Petro es distinta del Estado de Derecho Occidental que está hecho, entre otros asuntos, sobre poderes limitados e independencia de todas las ramas del poder. Eso le ha molestado al presidente. Cuando le sale una sentencia adversa, él tiene derecho a manifestar su desacuerdo, pero lo que hace es un cierto atropello a las otras ramas del poder. En segundo lugar, él tiene en la mente una democracia callejera, turbulenta, pero eso es una ficción, porque esa es una democracia sin raciocinio. Por mucho que a la gente le fatiguen las leyes, los congresos y las cortes, son momentos de reflexión de una sociedad. La crisis de la democracia es mundial. Gobiernos populistas, que dicen que son voceros únicos del pueblo, pero es que ponen al pueblo a decir lo que el mandatario quiere oír. Y eso está muy cerca de la arbitrariedad. A mí me parece que eso es lo contrario de una democracia.

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¿Y el paquete de reformas?

Colombia sí necesita un cambio, pero yo pienso que lo que conviene es un cambio progresivo, cuidadoso. Algunas de las reformas yo las compartí. Yo voté favorablemente la reforma pensional, porque me parece que realmente ahí había unas estructuras que ya no le servían a Colombia. En materia de salud se han hecho unas objeciones, muchas técnicas. Tiene razón en que falta más salud preventiva. Entre otras cosas, uno de los pactos de La Habana era un sistema de salud rural que nunca se implementó. Nos hubiéramos ahorrado esta situación de ahora. Me parece que sí es posible, para ser objetivos, que aquí en esta sociedad haya personas que no quieren el cambio. Lo vimos, por ejemplo, en el tema agrario. Yo apoyé todas las tres normas que el gobierno ha presentado, y la última, la jurisdicción agraria, y la voté favorablemente. Y ahí yo sí veo resistencias, llamémoslas ideológicas, pero muchas de esas resistencias frente a otras normas, como lo de salud, no son sino reflexiones de carácter técnico.

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¿A qué se va a dedicar además de continuar con la opinión política?

Voy a combinar con actividades literarias. Pronto saldrá un nuevo libro de ficción los próximos días y estoy comenzando una nueva publicación. Me tomaré todo este año tratando de mirar cómo canalizo unas nuevas ideas que tengo en materia de literaria. Además, aquí se lanzó recientemente una fundación que se llama Acordemos, que fue promovida por Sergio Jaramillo, compañero en La Habana. Esa fundación ya está funcionando, fui invitado a participar y ahí estaremos también trabajando en el tema de la paz con una visión más internacional.

En sus motivos de renuncia, está el deseo de tener más libertad para lo que se viene. Hablemos de eso que se viene este 2025 y, más adelante, en 2026.

Mi visión, que es relativamente empírica, es que en general el ciudadano colombiano no quiere extremos. El centro está vivo y además se nutre como ya lo dije, del Estado de Derecho. A mí me preocupa es este proceso de polarización. Lo que está pasando en Colombia es que no hay reflexión. Entre otras cosas, las redes terminaron todo en insultos de 150 caracteres. Me parece que es posible y en el 2022 pasó, que la polarización vaya separando a la sociedad y que este centro empiece a migrar hacia los extremos. Eso no se puede descartar. Los dos extremos tienen organización y autoridad. La gran pregunta es si es capaz el centro de organizarse, qué tanta voluntad y generosidad haya para ir escogiendo un mecanismo que permita la unificación.

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