Si bien la Constitución Política de Colombia establece, en su artículo 188, que el presidente de la República debe “simbolizar la unidad nacional”, no deja de ser difuso e indeterminado –al menos en lo formal– el rol de los exmandatarios. Si se analiza el acontecer nacional de la última década, a partir de los constantes, sonados y cada vez más airados enfrentamientos entre Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, ese papel se hace aún más confuso.
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El divorcio entre los que otrora eran aliados ha estado marcado por todo tipo de controversias, que van desde insultos, críticas, reproches y todo tipo de reprimendas en escenarios como las redes sociales, hasta denuncias y recursos judiciales, incluso ante organismos internacionales. El más reciente enfrentamiento entre ambos es apenas una muestra de lo caldeada que sigue la relación Uribe-Santos –con evidentes consecuencias en la opinión pública y en sus facciones–. La seguidilla de desencuentros es larga e involucra a actores de la talla del papa Francisco, cuyos esfuerzos no fueron suficientes para apaciguar los ánimos. Veamos.
El nuevo capítulo de la confrontación santismo-uribismo se desató el domingo, a propósito de una carta de Juan Manuel Santos en respuesta a una demanda de Uribe en la que lo sindica de supuestamente intervenir en la Corte Constitucional sobre la tutela que interpuso en el marco de su proceso judicial por compra de testigos y fraude procesal. Ello motivó un pronunciamiento de Santos, que instó a tramitar las discrepancias con “un manejo civilizado” y no con “hostilidades y agresiones verbales”, advirtiéndole a Uribe que “el país está hasta la coronilla de las peleas entre expresidentes”.
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“Tal vez nuestras diferencias son demasiado profundas, pero sí tenemos la obligación como expresidentes de no agredirnos y, más bien, dar ejemplo de esa moderación y prudencia que tanto pregonaba (George) Washington”, indica uno de los apartados de la carta. En respuesta, con tono hostil y fuerte, respondió no Uribe, pero sí su defensa, a través de Jaime Granados Peña y Jaime Lombana Villalba, quienes cuestionaron la carta, señalando que “está llena de veneno”, y aseguraron que, “fiel a su estilo camaleónico, Santos pretende posar de víctima de una persecución inexistente”.
“La altura de la dignidad que ocupó, poco correspondida con su actuar, imponían de parte de Juan Manuel Santos la obligación de dar una respuesta clara al país sobre tan grave cuestionamiento que surgió, recordemos no de boca del presidente Uribe, sino del propio magistrado (Alejandro) Linares. Esa respuesta nunca llegó”, aseguraron.
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La seguidilla de peleas se remonta, al menos, a 2011, un año después de la elección de Santos en remplazo de Uribe, quien apoyó vehemente la llegada de su exministro de Defensa a la Casa de Nariño ante el frustrado intento de conseguir un tercer mandado. Si bien hubo unos primeros roces por algunos nombres del gabinete ministerial, un primer punto de honor que dividió a Uribe y a Santos fue la aprobación de la ley de víctimas. No obstante, la fractura definitiva se dio cuando Santos anunció el proceso de paz con las Farc en La Habana a finales de 2012.
A partir de entonces, dado que Santos logró congregar a muchos de los suyos alrededor del denominado Partido de la U –gestado por otrora aliados de Uribe–, el exmandatario antioqueño apostó por un nuevo partido político propio: el Centro Democrático que, con él a la cabeza y decidido a llegar al Senado, logró 19 curules al Senado y 19 a la Cámara de Representantes.
En enero de 2012, la expresidenta de Panamá, Mireya Moscoso, fue la que confirmó el enfriamiento de las relaciones entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. En entrevista con CNN, Moscoso dijo que Uribe le confesó que se siente herido por varias actuaciones de Santos. “Él (Uribe) me comentaba que el presidente Santos le había llamado varias veces y que él no se sentía con ánimos de contestar, como que él se siente herido por algunas actuaciones”, señaló la exmandataria del vecino país. Previamente, Santos confesó que Uribe no le responde a sus llamadas. “Lo llamé para felicitarlo por el TLC, porque esa fue una obra tanto de él como nuestra, porque él le puso mucho empeño, pero no me devolvió la llamada”, contó Santos.
El distanciamiento también fue evidente el 30 de noviembre de 2011, durante la ceremonia que rindió homenaje a cuatro uniformados que murieron en cautiverio en poder de las Farc, cuando, aunque Santos pasó muy cerca de Uribe, no hubo ni un cruce de miradas. Ya en marzo de 2021, Uribe manifestó que “frente al gobierno del presidente Santos yo tengo unas tristezas en el tema personal por mis compañeros de Gobierno y eso, y unas preocupaciones por el país, que, equivocado o acertado, a mí me duele el país, yo quiero al país”. Santos dijo, pasados 15 días, que él no estaba peleando con Uribe, “él está peleando conmigo (…) yo no tengo sino admiración, respeto y gratitud (…) No sé por qué está bravo y esa si es una pregunta para el presidente Uribe”.
En abril de ese año, desde su ya activa cuenta en Twitter, Uribe replicó el mensaje de una periodista que señalaba: “El nombramiento de ministros Vargas Lleras, Juan Camilo Restrepo y Rafael Pardo fue la manzana de la discordia en el rompimiento Uribe/Santos”, lo que se interpretó como un visto bueno a ese rumor. Luego se dedicó, a través de trinos, a argumentar su alejamiento del Gobierno, porque según él, Santos le dio la espalda tan pronto fue elegido presidente de Colombia, especialmente, en la lucha contra el terrorismo y en las relaciones con Venezuela.
“(Fue) todo lo contrario de aquello que se decía como ministro de Defensa y candidato. Los elige un Gobierno y una plataforma, la abandonan después de elegidos y sacan disculpas burocráticas. Legalización de drogas, burocratismo, inseguridad, laxitud con albergues terroristas, lo contrario de plataforma que lo eligió”, declaró.
No obstante, solo hubo respuesta de Santos al señalamiento de Uribe de ser “derrochón” en medio de la Cumbre de las Américas. “Esa acusación que nos hacen algunos twitteros de que somos derrochadores no tienen ningún fundamento”, aseguró Santos, que dijo que contrario a un despilfarro, lo que había hecho su Gobierno era un esfuerzo muy grande para lograr equilibrio fiscal. “Que el Gobierno haga casas pero que no tape el derroche en burocracia o en gastos suntuarios en cumbre de Cartagena”, contestó a su turno Uribe.
En mayo de 2012 hubo otro choque, esta vez, por las cifras sobre hechos terroristas en cada Gobierno y, especialmente, tras el atentado terrorista en contra del exministro Fernando Londoño Hoyos. Al conocer que Santos dijo que “en el Gobierno pasado teníamos de estos hechos casi que cada semana”, Uribe abrió el debate sobre la posible “vacilación” en el combate a estos hechos. “En nuestro Gobierno hubo actos terroristas, cada vez menos, la diferencia con el actual Gobierno es que nosotros no vacilamos en la determinación de derrotarlos”, señaló Uribe.
Posteriormente, endureció la guerra dialéctica contra su sucesor, al que tildó de “arrogante” y de imponer la “impunidad”, en un nuevo capítulo de la batalla que en Colombia ya se califica de titanes. También dijo que “lo más grave” es que Santos “era uno de los más radicales contra la dictadura en Venezuela” y ahora la “avala”, al tildar al país vecino como “un albergue del terrorismo”.
En julio, Uribe respondió a una acusación de Juan Manuel Santos, que previamente lo había señalado de ser en parte responsable de las malas noticias que se registran sobre Colombia. El exmandatario dijo que “el descrédito del Gobierno en el extranjero no es por cuenta de Uribe, es por cuenta de las Farc y por cuenta de las relaciones con la dictadura chavista”. En septiembre de 2012, en un tono más conciliador, Santos dijo sentirse triste por la lluvia de críticas del expresidente Álvaro Uribe Vélez hacia el proceso de paz con las Farc, aunque enfatizó que no escatimará esfuerzos para normalizar las relaciones con su antecesor.
“Estoy muy triste con el expresidente Uribe, ojalá eso se pueda arreglar algún día, él está peleando conmigo, yo no estoy peleando con él, lo que hago todos los días es decir que estamos avanzando sobre lo que él construyó, y estamos tratando de avanzar en muchos de los objetivos que deben unir a todos los colombianos”, manifestó y, antes de cerrar el año, concluyó: “Mi propósito personal (para 2013) es seguir contando hasta diez antes de responder, y no le digo a quién”.
No obstante, en enero de 2013 Santos puso fin al ‘mantra’ de no responder a las agresiones y anunció que ignorará a Uribe. “Yo he decidido ignorar totalmente al expresidente Uribe. Si quiere seguirme insultando, que me siga insultando”. En respuesta, Uribe dijo que ese Gobierno ya puede ser calificado por sus “mentiritas” y lanzó oficialmente su colectividad: el Centro Democrático.
Pese a que hubo invitaciones e intermediaciones de terceros buscando que hubiese un diálogo, nunca se pudo concretar un encuentro para limar asperezas entre Uribe y Santos. En abril de 2013 nuevamente subieron los ánimos cuando Santos, con nombre propio, acusó a Uribe de querer envenenar proceso de paz. A ello se sumaron las críticas de Santos ante la actuación del expresidente Álvaro Uribe, quien filtró las coordenadas dispuestas para una operación encaminada al proceso de paz con las Farc. “El solo hecho de tratar de sabotear y de poner en peligro la vida de estas personas es un acto de inmensa irresponsabilidad”, señaló.
En julio, en un acto del Centro Democrático en Bogotá, Uribe insistió en que los tres huevitos (seguridad democrática, cohesión social y confianza inversionista) se afectaron con la llegada de Santos a la Presidencia. “Estancamiento de la política social…afectados, toteados los tres huevitos”, dijo el exmandatario. Acto seguido, frente al marco legal para la paz que aprobó el Congreso para desmovilizaciones masivas de grupos armados del país, declaró que la impunidad es no investigar los delitos, cesar la acción penal y no imponer pena privativa a atrocidades. Según él, la impunidad “consagra al crimen como campeón, deja desprotegida a la comunidad, no repara a las víctimas y aumenta riesgos de nuevas víctimas”.
En agosto de 2013 se abrió otra delicada herida entre uribismo y santismo, cuando el entonces presidente Juan Manuel Santos cuestionó las críticas del expresidente Álvaro Uribe señalando que le hacen daño al país en el exterior y metió en el baile a su primo, el exvicepresidente de Uribe, Francisco Santos. En ese momento, el jefe de Estado indicó que su primo tiene “sida en el alma”, al explicar que se dejó contagiar por el odio.
En septiembre, en alusión a la deteriorada relación no solo con Uribe, sino con el también expresidente Andrés Pastrana, Santos dijo que “a mí no me gusta pelear con los expresidentes, a ellos le gusta pelear conmigo, pero creo que al país no le conviene esas peleas, es mal visto y no tiene ningún resultado positivo. En la medida que podamos tener buenas relaciones con los expresidentes mucho mejor para el país”, aseguró, al tiempo que les envió un duro mensaje al recordarles que “cada presidente tiene su cuarto de hora y hace su gobierno”.
Ya en diciembre de 2013, el Centro Democrático radicó en la Comisión de Acusación e Investigación de la Cámara de Representantes una solicitud de denuncia en contra de Santos por considerar que otorgó puestos y contratos a congresistas que son parte de la Unidad Nacional. Según Uribe, la información que sustentaba la denuncia, titulada “El carrusel de la reelección”, está contenida en 667 folios y un disco compacto con 1.975 currículos de legisladores y funcionarios.
En 2014, Santos de nuevo mostró su intención de normalizar las relaciones con el expresidente Álvaro Uribe Vélez. El expresidente dijo que sí quiere volver a ser “amigo” de Uribe y sostuvo que, si el país se estaba reconciliando con las Farc, cómo él no se iba a reconciliar con Uribe el día de mañana. “Esos amigos que fueron amigos, que ahora son candidatos, hay que dejarlos que hagan su política y uno tiene que mantener su rumbo…ojalá podamos volver a ser amigos porque lo que queremos en el país es que todos nos unamos y tener un país unido y reconciliado”, sostuvo.
En marzo, Uribe arremetió una vez más en contra de su sucesor, calificando de títere del terrorismo. Todo esto, a meses de la elección presidencial que daría como vencedor, en primera vuelta, al hoy también candidato Óscar Iván Zuluaga. Precisamente, ante el escándalo de la campaña de Óscar Iván Zuluaga quien tuvo relación con el ‘hacker’ capturado, Andrés Sepúlveda, Uribe dijo que así buscan esconder los lunares de la campaña de Santos. “La comunidad de muchas partes del país informa que los terroristas de las Farc presionan a votar por el presidente Juan Manuel Santos”, indicó.
En mayo, previo a la segunda vuelta, el presidente candidato dijo estár “decepcionado y muy triste” de Álvaro Uribe como persona porque ha llegado a unos “extremos” para tratar de recuperar el poder. Lo anterior, ante el manto de duda que sembró Uribe frente a la campaña presidencial de 2010 y el hecho de que supuestamente se habrían recibido dineros del narcotráfico. De inmediato pasó a acusar a Uribe de querer utilizarlo como “títere” desde el inicio de su gobierno el 7 de agosto de 2010. “Uribe quería que yo fuera su títere…desde el primer día empezó a atacarme visceralmente y no me ha dejado de atacar ni un solo día…me dice tramposo, traidor, canalla, mentiroso y corrupto ¿Por qué? porque no fui su títere y yo no me presté para eso”, indicó.
Quien arreció ahora fue Santos, que dijo luego que Uribe era “un mentiroso compulsivo” y descartó que haya traicionado directamente al exmandatario y aseguró que se apartó de las interceptaciones telefónicas y la corrupción en el Estado. “Yo traicioné la corrupción, traicioné el amiguismo con el paramilitarismo y traicioné las chuzadas”, manifestó.
Concluida la contienda presidencial que dio como ganador a Santos y ya fungiendo Uribe como senador, el expresidente sostuvo que su impresión al revelarse los textos de lo acordado en La Habana es que hay “una plataforma política del terrorismo para justificar sus crímenes”. Al referirse sobre el caso específico del punto acordado sobre narcotráfico, Uribe alertó que no habrá extinción de dominio para los bienes obtenidos por los cabecillas de la guerrilla a través de este delito. Santos contestó: “Decidimos hacer público lo acordado con las Farc para callarles la boca a los críticos”.
Ya en la posesión de su segundo mandato, Santos aseguró que en el gobierno de Álvaro Uribe se hicieron “muchos intentos” para dialogar con las Farc y con el Eln, por lo que calificó de una “doble moral” acusarlo ahora de estar entregándole el país al ‘castrochavismo’. Posteriormente, en diciembre volvió a dejar sembradas ‘banderas blancas’ para mejorar su relación con el senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez. “Yo nunca he estado ajeno a la necesidad de conversar hasta con el propio Álvaro Uribe sobre temas que sean de interés nacional”, manifestó.
En febrero de 2015, Uribe Vélez volvió a arremeter en contra de Santos por lo que llamó el “engaño” al país en su forma de gobernar el país y las políticas que puso tras su posesión el 7 de agosto de 2010. “Yo soy un batallador, por todos los rincones de Colombia le dimos un marco de confianza como ministro (a Santos), contribuimos eficazmente a su elección como presidente. Simplemente nos engañó y el culpable soy yo, que cayó en ese engaño”, dijo Uribe. Ante ello, Santos dijo que el entonces senador “se está quedando cada vez más solo” en su oposición al diálogo de paz con las Farc que busca terminar con un conflicto armado de 50 años.
En septiembre de ese año, Uribe rechazó lo que llamó los “abusos que comete Juan Manuel Santos” para implementar los acuerdos de La Habana, y los consideró más extremos que los acontecidos en la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. El expresidente criticó las facultades especiales de paz que tendría el presidente de la República –según el proyecto de reforma constitucional en trámite– para implementar los acuerdos de paz con las Farc. “Quiero llamar a estar en alerta, porque además los mayores de esta reunión recordamos que la única dictadura que Colombia tuvo en el siglo pasado fue la del General Rojas Pinilla, y esa dictadura, no obstante, sus abusos y dificultades no llegó al extremo que está llegando Santos”, dijo.
Luego, tras un encuentro de Santos con la entonces fiscal General de Estados Unidos, Loretta Lynch, Uribe manifestó que “Santos es el único de mi Gobierno que debería estar en la cárcel porque fue donde paramilitares a proponer tumbar al Gobierno y refundar a Colombia”, aseguró.
En marzo de 2016, a meses del plebiscito que sellaría de forma rotunda los desencuentros, Santos habló del rifirrafe entre los ministros del gobierno con varios integrantes del Centro Democrático tras la captura de Santiago Uribe, hermano del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Recalcó que no hay ninguna persecución a ningún partido político porque el Gobierno no instiga a la justicia a emprender acciones. Dijo que Colombia tiene un Estado de Derecho operante, una separación de poderes real, y “aquí nadie persigue a nadie desde el Gobierno a través de los despachos judiciales. Quien diga eso, quien señale eso que lo pruebe, pero yo sí pediría que no sigan esparciendo cizaña y defendiendo en las calles con consignas facilistas lo que deberían defender en los juzgados”, sostuvo.
Posteriormente, Santos, en otro un intento por reestablecer las relaciones con su principal opositor, redactó una carta en la que lo invita a trabajar juntos por la paz del país. De igual forma, con la intención de dejar de lado la confrontación política, los ministros de Gobierno empezaron en redes sociales la campaña #yomereconciliocon. En el texto, Santos rememora los momentos que vivió junto a Uribe en el poder y destaca que los diálogos de paz que se llevan a cabo en La Habana no hubieran sido posibles sin él.
El 2 de octubre sería el día definitivo para santismo y uribismo. Ese día, por iniciativa del propio Santos, el país compareció al plebiscito por la paz para refrendar el Acuerdo de La Habana. Contra el pronostico del propio gobierno, se terminó imponiendo el No promovido por Uribe. Ese hecho dio pie para un encuentro inédito en seis años del gobierno Santos: un encuentro con Uribe. El expresidente, en un intento de escuchar a quienes lideraron la campaña del No y la propuesta uribista de un gran pacto nacional que permita reorientar los acuerdos, se reunió en la Casa de Nariño tanto con Uribe como con Pastrana.
Lo que vino después fue otra andanada del uribismo en contra de Santos por lo que consideraron incumplimientos a compromisos de modificar lo acordado, pese a que el propio Santos reconocía que sí se introdujeron una serie de modificaciones a lo pactado con las Farc. En medio de todo ello, el 7 de octubre el Comité del Parlamento Noruego para el Premio Nobel de Paz anunció que entregaría esa distinción a Santos, “por sus decididos esfuerzos para llevar más de cincuenta años de guerra civil en el país a su fin, una guerra que ha costado la vida de al menos doscientos veinte mil colombianos y desplazado a cerca de seis millones de personas”.
Antes de concluir ese año se dio un encuentro que parecía esperanzador: con la mediación del propio papa Francisco, Uribe y Santos sostuvieron una reunión en el Vaticano, el cual buscaba limar asperezas e intermediar en una pronta implementación de lo acordado con las Farc en La Habana. Como era de esperarse ninguna de las partes cedió. “Le dije al papa que yo soy apenas una de las personas que voto por el No, que todos queremos la paz, pero tenemos desacuerdos en temas en los que aún subsisten diferencias”, señaló Uribe, quien aprovechó para pedirle de nuevo al mandatario que permita hacer modificaciones en algunos temas álgidos del acuerdo de paz. Mientras el Santo Padre los invitaba al diálogo, el expresidente le solicitó a Juan Manuel Santos que no imponga lo acordado con las Farc y que “afloje un poquito”.
Ya en 2017 se abrió un nuevo frente de batalla: Odebrecht. En agosto de ese año, los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, solicitaron mediante una carta a la Fiscalía General de la Nación, la Procuraduría, la Corte Suprema de Justicia y la Comisión de Acusación, investigar la campaña presidencial de 2014 de Juan Manuel Santos por supuestos pagos y sobornos que Odebrecht habría realizado a través de Roberto Prieto para costear la primera vuelta de aquellas elecciones.
En paralelo, Santos había dicho que quería reconciliarse con su antecesor, Álvaro Uribe, antes de concluir su Gobierno para dejar un país menos polarizado. “Yo quisiera dejar al país mucho menos polarizado de lo que está. Para mí sería un inmenso placer. Yo creo que lo que más le convendría al país sería poder reconciliarme con mi antecesor, el expresidente Uribe”, dijo Santos en una entrevista con Efe.
En 2018, en medio de la campaña presidencial que dio como ganador a Iván Duque, Santos se abstuvo de emitir declaraciones que pudieran ser consideradas como participación en política. Eso sí, conocido el triunfo del hoy presidente, declaró en junio que estaba dispuesto a hacer las paces con el expresidente Álvaro Uribe. En entrevista con CNN en español, en el programa Conclusiones, el primer mandatario afirmó que, contrario a lo que se ha dicho, durante su gobierno les dio continuidad a los tres pilares de Uribe Vélez: Seguridad Democrática, Confianza Inversionista y Cohesión Social.
“Nunca me le volteé a Uribe. Él mismo quiso hacer la paz con las Farc, muchas veces lo intentó. Él se sentó con el Eln en Cuba durante varios años. ¿Por qué entonces dice que uno no se puede sentar con terroristas?”, cuestionó Santos sobre el primer ‘huevito’. Respecto de la confianza inversionista, afirmó que Colombia tiene el índice más alto en toda su historia, por encima de cualquier país de América Latina, y afirmó que en su gobierno fue donde más se registró la reducción de la desigualdad.
Desde entonces, Santos prometió que se iba retirar de la política y que se preparaba para ser abuelo por primera vez. “No voy a seguir añorando un pedacito de poder. Me voy a retirar de la política y la historia me juzgará”, dijo, ratificando que dejaría gobernar a su sucesor y no entraría en polémicas.
Fiel a esas premisas, Juan Manuel Santos no tuvo mayor participación o declaración frente a sonados escándalos en los que tuvo que ver el uribismo, como la supuesta injerencia del fallecido José Ñeñe Hernández en la campaña de Iván Duque en 2018. Tampoco se refirió a la investigación por los delitos de fraude procesal y soborno contra Uribe en la Corte Suprema de Justicia, lo que llevó a ese tribunal a dictar medida de aseguramiento contra el expresidente, que terminó renunciando a su curul en el Senado para que su proceso pasara a la Fiscalía.
En lo que Santos sí tuvo una participación fue en sus comparecencias ante la Comisión de la Verdad para tratar de esclarecer hechos del conflicto. En junio pasado, Santos rindió ante la Comisión su versión sobre las ejecuciones extrajudiciales, mal llamadas falsos positivos, ocurridas durante el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez, específicamente entre 2006 y 2009, cuando Santos fue ministro de Defensa.
En un amplio discurso frente a los comisionados y el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión, el exprimer mandatario hizo un recorrido sobre sus esfuerzos para que las Fuerzas Militares protegieran los derechos humanos en el marco del conflicto armado, a pesar de la negativa del expresidente Uribe de nombrar la guerra interna con la entonces guerrilla de las Farc, y puntualizó en detalle cómo conoció y reconoció, en compañía de su equipo de trabajo, en especial del exviceministro Sergio Jaramillo, la existencia de estos crímenes en los que se pudo establecer, años después, cómo el Ejército presentó como bajas en combate a jóvenes que no tenían relación directa con los enfrentamientos. “Uribe no se opuso al cambio de esa nefasta doctrina, que él mismo estimuló”: declaró.
Posteriormente, ya en una entrevista con la agencia EFE, se refirió directamente a Uribe: “Tengo una conversación pendiente con él”. Según Santos, no tiene “ningún problema en acercarse” al expresidente y que lo ha hecho “en muchas ocasiones” pero que nunca ha obtenido respuesta. Y zanja al respecto: “Es mejor irse de este mundo con el menor número de enemigos posibles”.
En esa línea, en otra intervención manifestó que, pese a las diferencias y pensando en el bienestar del país, le ha ofrecido “1.000 veces” a Álvaro Uribe que sostengan un encuentro. Según Santos, siempre ha estado abierto al diálogo con los demás expresidentes y una eventual reunión con su antecesor ayudaría al bien del país. “Al presidente Álvaro Uribe le he ofrecido 1.000 veces que nos reunamos. Con Pastrana no tengo problema en reunirme, con (Ernesto) Samper me he reunido varias veces, lo mismo que con (César) Gaviria”. De acuerdo con el exmandatario, ese espectáculo de peleas con expresidentes no le conviene a nadie. “He hecho lo posible para que no sea así, pero para bailar se necesitan dos”, manifestó en entrevista con Blu Radio.
Este extenso recuento es también una radiografía de la polarización que ha padecido el país en la última década. Con miras a la reconciliación y en medio de la contienda electoral y la reactivación económica, la pregunta que salta a la vista es: ¿continuarán los enfrentamientos entre uribismo y santismo, o ya será hora de conseguir fórmulas más adecuadas y contundentes para apaciguar los ánimos y avanzar en pro del beneficio del país? La pelota, como en los últimos 10 años, está en manos de los expresidentes Uribe y Santos.