Hay un sentimiento que los partidos políticos no han dejado ver públicamente, pero que al interior ha venido creciendo y siendo tema de discusión en las reuniones que sostienen, en los pasillos del Congreso e incluso en la misma Casa de Nariño. Es la zozobra, pues ni izquierda, centro o derecha tienen hoy una ficha clara para disputarse el poder en 2026. Por ello, en la última semana tuvieron lugar encuentros a puerta cerrada que fueron claves y podrían impactar en los comicios legislativos y presidenciales. Sin embargo, estos también tocaron fibras y despertaron malestares en unas colectividades donde las peleas y diferencias son cada vez más habituales.
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La mayoría de partidos reconoce que la izquierda lleva la delantera y que logró ponerse de pie hábilmente, pues en medio de las polémicas de corrupción, la crisis de seguridad y el complejo panorama financiero que golpea al Ejecutivo, sacó de la manga la consulta popular, una medida que entre este martes y miércoles se discutirá en la plenaria del Senado para así definirse si los colombianos irán o no a las urnas para votar por los cambios laborales que el progresismo quiere promover.
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El mismo Gobierno se siente victorioso y, dicen algunos funcionarios y congresistas, está preparado para la respuesta que sea que vaya a dar el Senado y con ello jugarse sus cartas electorales. Los precandidatos de esta orilla política, que por lo pronto no son fuertes ni gozan de alta popularidad, ya tendrían suficiente gasolina y una bandera clara para adelantar su campaña.
Y esto lo admite la derecha. También lo reconoce el centro, donde la preocupación es todavía mayor, pues decidir entre un “sí” y un “no” a la consulta casi que lo deja por fuera de la discusión política.
Son varios los congresistas que se sienten contra la pared, pues el presidente Gustavo Petro saldrá ganando con cualquiera de las dos caras de la moneda, utilizando ese “sí” o ese “no” a favor de la campaña electoral en la que entró astutamente y anticipadamente buscando la reelección de su proyecto.
Senadores de diferentes orillas políticas le dijeron a El Espectador que aunque no están de acuerdo con la consulta popular por su elevado costo de $700.000 millones y por el uso entorno a la campaña de la izquierda, no tienen otra opción que votar “sí”, pues creen que una negativa podría ser problemática para la campaña electoral e incluso llevar al país a una constante movilización o a un nuevo estallido social, esta vez en contra los congresistas.
Igualmente, cuentan que la derrota podría darse en las urnas, cuando la consulta no alcance los 13,6 millones de votos necesarios, una cifra que supera en dos millones los que obtuvo Petro en la segunda vuelta presidencial de 2022.
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La oposición votará negativo, pues aunque también ve riesgoso negar el mecanismo y considera que impulsar el “no” o el abstencionismo podría funcionarle como campaña, no puede irse en contra de su electorado.
En todo caso, la izquierda supo fraccionar la discusión política en torno a si se es o no petrista, algo que en su momento supo capitalizar el uribismo, que hoy atraviesa complejas divisiones internas por el candidato que elegirá para enfrentarse al candidato progresista.
Pero aun llevando la delantera, hay algo que no deja dormir tranquila a la izquierda y es el hecho de no tener una figura que se muestre como la sucesora de Petro, quien de acuerdo con las últimas mediciones, ha mejorado su favorabilidad, que está entre el 32 % y 45 % (Invamer, Cifras y Conceptos)
El más opcionado sigue siendo el director de Prosperidad Social, Gustavo Bolívar, a quien Petro regañó públicamente este viernes desde Tibú (Norte de Santander) por estar allí pese a haber presentado su renuncia la semana pasada. Lo cierto es que la dimisión no ha sido aceptada, siendo el comentario del jefe de Estado una muestra de que la relación entre ambos cambió significativamente con el ingreso de Armando Benedetti a la jefatura de despacho y al Ministerio del Interior, a quien criticó en vivo en el consejo de ministros.
El todavía funcionario viene ocupando los primeros lugares en encuestas de intención de voto como la Invamer (11.8%), pero para muchos de su círculo es “el candidato perfecto para ser derrotado en la segunda vuelta”.
Lo cierto es que mientras Petro planea la conformación de un frente amplio con partidos como la Alianza Verde, la U y el Liberal, Bolívar tendría sus reservas, pues se ha evidenciado que haber hecho esto en 2022 ha traído sus consecuencias. Nada más, los escándalos de corrupción ligados a los verdes y los rojos, como las recientes capturas de los congresistas Iván Name (Alianza Verde) y Andrés Calle (Partido Liberal) por presuntamente haber recibido de miembros del Gobierno $4.000 millones para supuestamente beneficiar el trámite de las reformas.
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Petro tantea otras opciones y por ello el pasado martes recibió en la Casa de Nariño al gobernador de Boyacá, Carlos Amaya, quien podría renunciar esta semana a su cargo para sumergirse en aguas presidenciales. Personas cercanas al mandatario regional le contaron a este diario que la decisión “depende más de Petro que de Amaya”, pues el boyacense abandonaría el cargo si cuenta con el guiño del mandatario.
Y fuentes del alto Gobierno, por su parte, contaron que Amaya gusta, pues podría reunir a los sectores de centro e incluso restarle apoyos a la exalcaldesa de Bogotá Claudia López.
Quien también se asomó por la Casa de Nariño fue el exembajador en Reino Unido Roy Barreras, a quien sí le sonaría la idea del frente amplio para no soltar el poder que tiene el progresismo.
En la lista de precandidatos pueden sumarse la senadora María José Pizarro, cuyo nombre estarían impulsando, más que para la Presidencia, a la Alcaldía de Bogotá; la exministra de Salud Carolina Corcho, y el exalcalde de Medellín Daniel Quintero, quien no termina de convencer por los escándalos que carga en su espalda y la reciente imputación por el caso Aguas Vivas.
En todo caso, ninguno de los mencionados está siquiera cerca al margen del 30 % - 40 % que acompaña a Petro desde hace unos meses, es decir, ninguno ha heredado el capital político del jefe de Estado y eso es una preocupación latente en el proyecto.
Esta incertidumbre ha hecho que el progresismo se plantee seriamente buscar coalición para el 26, tal como lo está haciendo la derecha, que ya ha realizado invitaciones a desayunos y cenas entre distintos partidos.
Esta semana, por ejemplo, el expresidente César Gaviria se vio con muchos políticos para garantizar varias cosas: que su senador Lidio García sea elegido presidente del Senado el próximo 20 de julio y que la agrupación de centro derecha de la que viene hablando sea una realidad para enfrentar al petrismo.
En efecto, estas citas en su casa dieron resultados, pues ya el Partido de la U y el Partido Conservador pusieron sobre la mesa los votos de sus senadores para García y se mostraron dispuestos a buscar una única candidatura. En esto se están moviendo fuerte, además de Gaviria, el copresidente de la U, Alexander Vega, quien además habría estado reunido con el procurador Gregorio Eljach y el candidato a la Corte Constitucional Héctor Carvajal, abogado personal del jefe de Estado. La de la Corte será otra elección en el Senado que tendrá repercusiones políticas y dejará ver los apoyos que tiene la Casa de Nariño.
También se mueven el conservador y actual presidente del Congreso, Efraín Cepeda, y la presidenta del partido Nadia Blel, quien ha ganado reconocimiento tras el hundimiento de la reforma laboral. Desde su colectividad, varios congresistas aseguran que están evaluando que uno de ellos sea fórmula vicepresidencial.
El Centro Democrático también plantea sumarse a esta posible coalición, pero primero deben solucionar el mecanismo de elección de su candidato, que no es tarea fácil. Esto es responsabilidad de los precandidatos María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín, Andrés Guerra y Miguel Uribe, cuyo nombre genera malestares, pues estaría presionando para que se decida con prontitud y ha adelantado mega eventos electorales en Medellín y Bogotá.
Ya el mismo expresidente Álvaro Uribe dijo que la encuesta no es el camino, pues para 2022 optaron por esta medida que, además de ocasionar heridas, no significó mucho ante la “quemada” del exministro Óscar Iván Zuluaga.
Algunos uribistas temen que en últimas no tengan presidenciable y deban sumarse a la campaña de Vicky Dávila, quien ocupa los primeros puestos de la encuesta Invamer (8.3%) y tiene como asesores políticos a fichas del uribismo como Alicia Arango.
Y es que el tema está tan preocupante en la fuerza uribista, que desde ya decidieron que para 2026 irán a las elecciones al Senado con lista cerrada con la posibilidad cada vez más cercana de que sea el expresidente Uribe quien encabece la lista, aunque él no tenga muchos ánimos. También cerrarían las listas a la Cámara por Bogotá y Antioquia.
Las peleas no han cesado al interior por las movidas de Miguel Uribe, pero, según comentan varios militantes, el “regaño” que les hizo el exmandatario a los precandidatos bastó para que estas divisiones no lleguen al ojo público.
Cambio Radical anda sin un frente claro, y varios congresistas hasta lamentan que David Luna haya renunciado a su curul y al partido por no saber si contaría o no con la bendición de Germán Vargas Lleras, quien busca el momento correcto para lanzar su aspiración en medio de las quejas que se escuchan en los pasillos de no “contar con carisma” para “enamorar” al electorado.
El miércoles pasado celebraron un desayuno en un hotel de la capital con el director del Centro Democrático, Gabriel Vallejo, Cepeda y Blel. A los conservadores poco les habría gustado que este se conociera públicamente.
La situación parece estar más complicada por el centro político, pues no tiene siquiera partidos políticos fuertes o que no se hayan ido hacia la derecha o la izquierda. La Alianza Verde, que es el partido característico de este espectro, terminó por partirse en dos, con la salvedad de que serían más los militantes hoy afines al petrismo debido a su ideología y a la representación que tienen en el gabinete ministerial.
Igualmente, quienes se muestran como opositores al actual Gobierno no logran ponerse de acuerdo y ninguno quiere soltar su aspiración para sumarse a la del otro. La exalcaldesa López volvió a entablar “amistad” con el excandidato Sergio Fajardo (9.5 % según Invamer) y limaron asperezas, pero no al nivel de unirse en torno a una única aspiración.
Por su parte, el exministro Alejandro Gaviria no descartaría irse más hacia la derecha, lo mismo que el exsenador y director del Nuevo Liberalismo, Juan Manuel Galán, quien venía teniendo choques por su eventual aspiración, incluso, con su hermano Carlos Fernando, alcalde de la capital. A la contienda llegó el senador verde Jota Pe Hernández, opositor a Petro.
Desde los tres espectros políticos sostienen que el centro es el que la tiene más difícil, pues ante la polarización, que promete crecer más en los próximos meses, deben ser ingeniosos para escoger su discurso. Pero, todo parece indicar que el 2026 será de blancos y negros, sin espacio para el gris político.
Además, ya no hay tiempos para posibles cambios de colectividades, pues quienes contaban con que el transfuguismo político autorizara estos saltos salieron desilusionados cuando la iniciativa se hundió en la plenaria del Senado. Era fundamental para el Pacto, que no ha podido formarse en torno a un partido único por peleas internas.
La consulta popular será una bandera clave en la campaña, pero todavía falta que surjan quienes la tomen, sea para irse contra ella o para elevarla. El presidente Petro examina, junto con sus asesores, quién será esa figura del progresismo, que igualmente tendrá que decantarse en la consulta interna que quieren hacer en octubre, otro mecanismo que tendría un precio similar al de la consulta popular.
La derecha, hoy ocupada por el juicio al expresidente Uribe, evalúa cómo alcanzar en esta carrera al petrismo, para así recuperar el poder que perdió hace tres años. El centro busca venderse como el sector de mayores consensos, con los precendentes de que a sus candidatos no les ha ido bien en los anteriores comicios.
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