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“Siento que viene creciendo una gran incertidumbre”: Sergio Fajardo

El excandidato presidencial reconoce que la campaña con la coalición Centro Esperanza no fue una experiencia sana y sobre el gobierno Petro, lo califica de populista y advierte que no hay un rumbo claro y que si no se hacen ajustes rápidos, la polarización se acentuará. “Hoy estoy en paz, no tengo resentimientos”, dice.

Diego Aretz / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

12 de noviembre de 2022 - 03:00 p. m.
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Cuatro meses después de las elecciones presidenciales, Sergio Fajardo reflexiona sobre lo sucedido en la campaña, y sobre la actualidad del país, en el arranque del gobierno de Gustavo Petro, charla ocurrida en la Librería Wilborada en Bogotá, con presencia de público.

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¿Cómo se siente en este momento después de lo duro de la campaña? ¿Cómo siente a Colombia y que ha pensado?

Las campañas son una actividad tremenda y las asocio mucho con montarse en un huracán e ir en ese huracán. Y, de repente, el día que termina, ¡pum!, todos vamos a dar al suelo, y uno se empieza a mirar y dice: “¿Qué me pasó?”. Habitualmente, después de pasar por todo ese huracán y por toda esa cantidad de emociones y sensaciones, esto le pasa la cuenta. Entonces le empieza a doler una mano un día o el codo, el pelo, de todo. Estos últimos cuatro años para mí, en términos personales, fueron muy duros, muy difíciles en múltiples dimensiones de mi vida política, íntima, con todo lo que significó la campaña de 2018, donde casi pasamos a la segunda vuelta, y con lo que se dice, que le hubiéramos ganado a Duque. Pero eso ya es historia patria. Ahora, esta campaña de 2022 fue algo muy duro. Le voy a poner un titular a lo que pasó: un fracaso. Un fiasco político con muchos matices personales, en lo cual, en la construcción de eso que llamamos coalición del Centro Esperanza, no fue una experiencia sana.

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No está siendo muy duro, incluso con usted mismo, ¿por qué lo dice?

Vi una cantidad de cosas que no había vivido en la política, y ya llevo varios años en ella. No fuimos capaces de presentarle al país la que tendría que haber sido una propuesta de cambio, porque creo que Colombia quería cambiar, quiere cambiar y debe cambiar, pero nosotros no fuimos capaces de hacerlo, por una multitud de razones. Fue una experiencia dura, exigente día a día, un esfuerzo grande por mantener el espíritu, por no dejarme arrollar, en particular cuando yo era el candidato, por tantas cosas alrededor. Mantener una actitud digna, seria. Y fue muy costoso, aunque me sirvió como persona muchísimo, hoy estoy en paz, tranquilo. A la edad que tengo, uno ya tiene que madurar, acercarse un poquito de sabiduría, pero fue una época muy dura y un fracaso en esos términos. Pero ya pasó.

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¿Le quedaron resentimientos?

En términos personales, yo no me quedo mirando para atrás, no vivo en amargura, no soy una persona que tiene resentimientos, ni envidias. Tengo el espíritu tranquilo, estoy contento físicamente con lo que estoy haciendo, y listo para seguir caminando en el mundo de la política y avanzar con mi vida.

Vamos a la otra parte de la primera pregunta: ¿cómo siente a Colombia?

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Le he puesto mucha atención a este gobierno. Naturalmente, como candidato, me he enfrentado dos veces con Petro, en 2018 y en 2022. Le he puesto mucha atención ahora como gobierna y siento que viene creciendo una gran incertidumbre, se están cruzando una cantidad de cables. Hay un ambiente que creo que la mejor palabra es esa, incertidumbre, pues no hay un rumbo claro y parece ser que cada día nos puede traer una sorpresa. Mi sensación es que si no se hacen unos ajustes rápidos, vamos a avanzar hacia una polarización muy fuerte, una confrontación muy grande y va a ser muy difícil lo que viene para Colombia. Personalmente quiero que no sea así y espero que se puedan ajustar algunas cosas. Pero para mí no hay un buen pronóstico, aunque quiero estar sinceramente equivocado con lo que estoy diciendo y puedo explicar por qué.

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Y allá vamos, pero antes hay que decirlo: personas muy cercanas a usted están en el Gobierno, como por ejemplo José Antonio Ocampo, que fue su asesor económico en la campaña y aparece hoy como alguien a quien todas las voces -empresarios y diversos sectores- se acercan para buscar una especie de contención, ¿cómo analiza esta situación en el contexto de una reforma tributaria que está calientísima?

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José Antonio Ocampo fue quien dirigió la construcción de nuestra propuesta económica. Lo admiro, le tengo afecto personal y por fortuna para Colombia está ahí. Porque tiene la experiencia, el conocimiento, el temperamento para soportar todas estas tormentas y dificultades. Ustedes no lo ven a él descontrolado, tiene un buen espíritu, escucha de manera generosa, tiene la disposición a explicar. Sin duda que es una persona progresista en el sentido de los cambios que tiene que dar el país. Y está liderando una reforma tributaria que, en el fondo, es la que nosotros teníamos en nuestra propuesta. Les doy un ejemplo: en la última semana de la campaña tuve un par de debates con Petro, donde yo saqué lo que él proponía. Hicimos un cálculo -voy a hablar de memoria- y recuerdo que era de alrededor de menos de $30 billones y la reforma que Petro planteaba era de $60 billones. Le dije que eso era imposible desde cualquier ángulo y me contestó que estaba equivocado, que estaba diciendo mentiras. Ahora, Rodolfo Hernández decía no había necesidad de hacer una reforma tributaria en Colombia y yo estoy convencido de que se necesita. Ocampo lo ha dicho con toda la seriedad que no va a hacer locuras.

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Cuando habla de incertidumbre, ¿a qué se refiere exactamente?

Fíjense en esto, que es que es muy sintomático: el Gobierno lleva a la Junta Directiva de Ecopetrol a personas afines, escogidas por él. No tiene nada de malo, tiene derecho a gobernar y a ir trazando su línea. Pero eligen o escogen a un presidente de esa Junta Directiva por unanimidad, de acuerdo a la información que se dio, y luego lo destituyen. Pero el mensaje es la forma cómo pasa esto. Eso significa que quienes fueron a la Junta Directiva no tenían instrucciones del presidente. Es un ejemplo sencillo, pero para mí es una expresión de algo profundo. Y voy a entrar de una vez a decirlo con toda la seriedad, desde un espíritu desapasionado: desde que vi, según supe por una información no porque yo conociera de primera mano, que había personas a los que había llamado la secretaria privada de Presidencia para decirles que el presidente les mandaba a decir si querían ser ministros, pensé que aquí hay algo que no va a funcionar bien. Sin ser mala leche, y yo he gobernado, creo que si voy a trabajar con una persona, lo primero que hago es sentarme con ella a conversar. Es la forma de gobernar, de articular equipos, de liderarlos para hacer unas tareas que son bien agobiantes. Esa forma de escoger se ve reflejada en todo lo que hemos visto durante estos tres meses.

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¿Y qué ha visto?

Las actuaciones de las ministras y ministros, las contradicciones. No existe una línea trazada, una articulación de las diferentes personas que tienen que trabajar en conjunto. Un presidente que va por un lado, que desde mi perspectiva tiene todavía un espíritu de activista, de campaña política, de sugerir un montón de cosas. Todos los días está propiciando unas noticias que ponen los focos a su alrededor, pero que no están hilvanadas, no le están marcando un rumbo al país. Por eso es por lo que creo que hay incertidumbre. Y le voy a poner unos ejemplos para ilustrar lo que estoy diciendo: ¿quién de ustedes ha oído algo acerca del departamento del Magdalena Medio, que el presidente dijo que se debería crear? Si lo oyeron, ¿saben del seguimiento acerca de cómo va eso? Nadie le puso atención. Otro tema que me llamó la atención es aquello que dijo de que alcaldes y gobernadores prepararan los lotes, porque iban a hacer colegios y universidades por todas partes. Son 1.102 municipios que tiene Colombia para empezar, ¿tienen alguna malicia de qué ha pasado con esa oferta? ¿Cuántos lotes hay? ¿Dónde lo están inscribiendo? ¿Cómo va a ser el proceso? Y otra: “Todos los que tengan doctorados y que quieran trabajar, inscríbanse”. Hoy no sabemos cuántos van a trabajar, dónde, el presupuesto de Ciencias es ínfimo. Entonces, son una cantidad de elementos que si me pongo a hacer la lista de cada cosa, son ofertas, manifestaciones que no tienen el rigor de convertirse en un programa, no hay una estructura que las haga viables y que se les pueda hacer un seguimiento. Ahora viene un capítulo extraordinario qué es el Plan de Desarrollo y mi preocupación es que se están poniendo los cimientos, las bases del Gobierno, y si eso se hace con este grado de incertidumbre, lo que se pueda construir de acá para arriba puede tambalear. Esa es la imagen que tengo en la mente.

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Hubo un maltrato grande en la campaña, pero el presidente Petro ha dialogado con muchos sectores. Ahí se ve a los conservadores y la U como partidos de gobierno. ¿Ha habido acercamientos también con usted, que ha dedicado su vida a tratar de sumar, de construir, de aportar? Lo podrían buscar…

A mí nunca me han buscado. De 2018 a 2022 nunca crucé realmente una palabra con Petro, más allá del saludo en los debates. Solo me llamó después de la primera vuelta, de un número privado, y contesté. Me dijo que nos uniéramos y le respondí: “Estoy organizando qué es lo que tengo que hacer en la vida. Tengo muchas cosas que pensar y decidir, muchas gracias”. Esa es la única vez que hablamos, o sea, no he tenido ninguna conversación distinta de las formales en el contexto de un debate, donde uno se saluda en un comienzo, se puede despedir e intercambia en la discusión. A mí no me ha llamado nadie para nada, y está bien.

¿Ha pensado qué rol quiere tomar en los años que vienen?

Ser serio en la mirada de lo que está ocurriendo, hablar con rigor. No pretendo hacer un trino con cada cosa que vea, pasarme todo el día mirando el celular para escribir, por ejemplo, de las plumas de ganso en los edredones de la Casa de Nariño, o que Francia Márquez hizo una fiesta, o lo que dijo la ministra Irene Vélez. Ese tipo de cosas no me corresponden, no me gusta. Mi papel es tratar de aportar en la medida que pueda, porque quiero reiterar algo que dije el comienzo: Colombia debe cambiar. Se escogió el cambio que lidera Gustavo Petro -hubiera querido ser yo la persona que lo liderara- pero eso tiene que darse. Desde esa perspectiva, quiero participar en la discusión, es lo que voy a hacer, sin engancharme en insultos y agresiones, en una frase fácil contra una persona. Trato de no personalizar las discusiones y eso es lo que voy a hacer. Hay unos elementos básicos de convivencia: el respeto, el reconocimiento, la solidaridad, la empatía y no nos tiene que dar pena hacerlo. Quiero tener la tranquilidad de hacer las cosas y no distraerme en tantas cosas menores que hay alrededor de la vida pública en un país que, por lo que veo, va para una polarización extrema. Ya están haciendo marchas y después anuncian otra marcha del otro lado. Ese no es el ambiente propicio para avanzar en Colombia.

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Hay un libro de Diego Sánchez Ancochea, profesor de Oxford, que se llama “El costo de la desigualdad” y Colombia es un campeón en desigualdad, un tema en el que usted ha trabajado mucho. Una de las cosas que dice este autor es de las sociedades y el populismo, y cómo el populismo viene a resolver, o aparentemente prometer, soluciones muy rápidas. ¿Qué ve hoy?

Tengo una descripción muy básica acerca del populismo y la polarización. El populismo aparece en el momento en que se llene el vaso, y en Colombia se llenó con dos temas: desigualdad y corrupción. Hay una conciencia grande acerca de la desigualdad y no tengo duda en calificar esto en relación directa con la injusticia. Cuando la sociedad de repente llega a un punto donde hay conciencia plena de las desigualdades y una sensación de corrupción, que incluso se pueden asociar con un grupo particular, en ese momento se llena el vaso y es cuando cambia. Pero ese es el momento propicio también para el populismo. El populismo rápidamente entiende el malestar. Petro lo entendió bien y se conectó con ello. Sin duda que tiene una inteligencia y una capacidad, ni más faltaba. Y el populista ofrece soluciones, rápidas y simples, para problemas complejos, pero es tal la situación de malestar que esa voz tiene efecto sobre las personas que lo están sintiendo. Y el populismo inmediatamente tiene que ir a la polarización. O sea, populismo y polarización van de la mano, porque hay que señalar a los culpables de las desigualdades y de la corrupción. Y la polarización tiene esa concepción de la política que dice: “Está conmigo o en contra mía” ¿Usted es amigo o enemigo? No hay la posibilidad de tender puentes, sino dividir para tener un poder. Eso es algo que va en contravía de lo que yo he dicho, que podemos ser diferentes sin ser enemigos. Ese es el lenguaje de la guerra y no hay espacio para nada más. Entonces, si usted hace un raciocinio diferente o piensa que hay una alternativa, le dicen: “Tibio, no vale”.

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Pero en algún momento se tendrán que comenzar a dar respuestas concretas a ese malestar…

Es que no hay plata para dar respuestas, no va a ser posible dar respuesta. Supongamos que era una buena intención, para no caer en otro tipo de discusión, pero no hay cómo. Colombia va a crecer, según lo estima el Banco de la República, un 0.5% el próximo año. Es decir, no va a haber plata, no va a haber recursos. El país va a estar en una situación muy difícil y muchos en el mundo van a estar en circunstancias de esa naturaleza. Entonces no va a poder dar respuestas a las promesas y eso lleva a otro malestar, ¿cuál? Que la gente dirá: “No están cumpliendo todo lo que nos prometieron”. Y para mantenerse en eso, entonces tiene que profundizar la discusión. Ese es un panorama posible. Ojalá y esté equivocado. Ojalá que haya un aterrizaje, que haya una noción de sensatez, que cambiemos, porque tenemos que cambiar, pero ese es el panorama que veo.

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Pero entonces, ¿para dónde vamos? Habla de una polarización y la pregunta es ¿cómo lograr una política más moderada, que tenga en cuenta voces diversas? ¿Qué posibilidades hay en los próximos años?

Estará por verse. Esto suscita respuestas inmediatas de los que dicen: “Vamos a marchar contra Petro”. Yo no estoy de acuerdo con esas marchas, no iría a marchar contra Petro. Y he escuchado a Gustavo Bolívar convocando a una marcha para apoyar al presidente. Si a los tres meses ya estamos en que saque los suyos y saque los míos, pues va a generar mucha indisposición. Hablamos de transformar esta sociedad, pero sin ir a la polarización, sin estar “escoja trinchera”, sino tener la posibilidad de construirnos entre nosotros, de enriquecer las discusiones. Creo que tenemos la obligación política y la oportunidad de darle sentido a eso que no hicimos. No ganamos, no porque nos hubieran robado, sino por nuestra culpa. Porque fuimos un fiasco, porque no fuimos capaces de presentarle a Colombia una alternativa de cambio y de conectarnos con ese malestar que tiene la gente. Ahora están pasando todas estas cosas y espero que no se profundicen, pero que, si nosotros vamos a estar en política y en 2023 hay elecciones, espero que hayamos aprendido la lección y respondamos al reto. Pero estamos viviendo en un ambiente de incertidumbre, de tensión permanente y todo está alrededor de la figura del presidente. O sea, eso es parte de esa forma de gobernar.

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¿Qué piensa de la propuesta del presidente Petro de la “paz total?

Partamos de que todos queremos la paz total. Entonces, vamos a tratar de ver cómo va a funcionar. Está el Eln, que lleva toda la vida a punto de negociar y siempre fracasan los intentos. Y antes estaban las Farc, que eran las protagonistas, los más fuertes. Se hizo la paz con ellas y ahora el Eln es el que va a reclamar un protagonismo muy grande y no va a ser igual a lo que pasó con las Farc. Ellos no van a repetir ese camino. La negociación va a ser muy distinta. Después están las disidencias. Tremendo lío para ver cómo se va a encarar el tema con ellas, porque hay unos que están en Colombia, como ‘Iván Mordisco’ -yo detesto hablar de estos sobrenombres-, y que dice que nunca negoció con el Estado. Y está la Segunda Marquetalia de ‘Iván Márquez’. Es una cosa de locos. ¿Cómo va a negociar con cada uno? Es algo muy difícil. Incluso, Humberto De La Calle levantó la voz advirtiendo que con los de la Segunda Marquetalia ya se hizo un pacto que incumplieron. ¿Y si se negocia con el Eln, después unos se retiran o no cumplen, se va a volver a hablar con ellos? Lo tienen que manejar con mucha sabiduría, será muy difícil, pero se le va a dar la oportunidad. Entonces, tendrán un equipo para hablar con el Eln, otro con las disidencias de ‘Iván Márquez’, otro con las de ‘Iván Mordisco’, y todavía no hemos mencionado al Clan Del Golfo y con una cantidad de organizaciones del mundo de la criminalidad. Imagínense ustedes lo que va a significar conducir simultáneamente, en las dificultades de Colombia, distintas negociaciones. Eso requeriría una sofisticada estructura y una gran organización, que por lo que hemos visto, no existe. Yo quiero la paz total, pero es muy difícil. Hay un alto comisionado, Danilo Rueda, a quien no conozco, que tendrá que ser el maestro de maestros del arte de negociar, de articular, de organizar. Imagínense un gobierno con cuatro o cinco frentes de negociación, y todavía no hemos hablado del cambio climático, ni de un montón de actividades. Ahora, hay algo que creo que es importante y hay que reconocerlo: la llegada del presidente Petro ha puesto a la sociedad a hablar de otros temas, a mirar hacia otros lados, a discutir de otras cosas y eso tiene que ver con el cambio.

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Por Diego Aretz / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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