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Tejer la política: los símbolos de la Convención Nacional Feminista

Hace una semana fue el primer encuentro político, colectivo y nacional de mujeres para aclamar a dos precandidatas a la Presidencia: Francia Márquez y Ángela María Robledo. Detalles.

Natalia Tamayo Gaviria

11 de abril de 2021 - 09:13 p. m.
Francia Márquez y Ángela María Robledo fueron proclamadas candidatas del feminismo en Colombia. / Camila Granados
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Por primera vez, en un hecho político de tamaño nacional y con propósito electoral, los hombres no fueron los protagonistas. Tampoco los promotores y, mucho menos, los espectadores directos. Fueron las mujeres. Mujeres negras, indígenas, campesinas, lesbianas, trans, jóvenes y no tan jóvenes. Y eso, contado desde la historia oficial y no oficial del país, cabe en la categoría de histórico, inédito, único. Aquí se vale repetir y reiterar porque, por más pellizcos que pudieran ayudar a aterrizar a la realidad, este fue el mismo sueño que por más de sesenta años se trabajó o, por lo menos, sin saberlo, se echaron semillas para recoger frutos en un día como el pasado 5 de abril, lunes de Pascua.

Para la religión católica, la Pascua, que comprende un período de cincuenta días, es la celebración de la resurrección y el comienzo de algo nuevo. Podríamos tomar prestada la connotación de esta festividad y desplazarla al plano de la política colombiana. La primera Convención Nacional Feminista, convocada por organizaciones de mujeres y el movimiento político Estamos Listas, fue la bienvenida a un capítulo que, tras décadas de luchas, movilizaciones y uniones, por fin, empezó a escribirse: el acceso de las mujeres al poder de forma colectiva y nacional, la vocación de poder representada en dos cuerpos femeninos, autónomos, disruptivos, incómodos para el establecimiento y aclamados por mujeres desde el Amazonas hasta La Guajira para que las representen.

Y ese fue el principal propósito de la primera jornada, acontecida a orillas del río Grande de la Magdalena, un afluente donde corre la vida y navega la fuerza. Allí, en Honda, Tolima, se dieron cita más de cien mujeres de forma presencial y otras miles se conectaron desde lejos, reafirmando así el poder y la alquimia feminista de reunir, de juntar, de tejer en conjunto y alrededor de Francia Márquez y Ángela María Robledo, esas dos mujeres en quienes se decanta la esperanza de un Estado feminista, en el que quepan todas y todos, al servicio de la vida, la paz, la igualdad y la libertad. Fue, por primera vez, una convención política que no aconteció y surgió desde Bogotá; tampoco será la última.

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El termómetro marcaba 34 grados en el Antiguo Club de Bavaria, pero, más que calor en el ambiente, había calidez, sororidad, abrazos, gritos de emoción, lágrimas que nada tienen que ver con tristezas o nostalgias, sino con victorias y conquistas. El recinto estaba custodiado por los mantras: “Desde la Magdalena aclamamos que es tiempo de una presidenta”, “las feministas colombianas declaramos nuestra vocación de poder para poder gobernar el país”, “poder feminista para transformar el Estado y construir democracia”.

Alrededor de ese escenario se encontraron Francia y Ángela María, se reconocieron y fueron una sola, porque en política feminista prima la consigna “soy porque somos” —nombre que también tomó el movimiento de la lideresa ambiental caucana—. Bien lo escribió Octavio Paz en una de sus poesías: “Para que pueda ser, he de ser otro (…) los otros que me dan plena existencia”. Ese momento de descubrirse en medio de una aclamación en conjunto para que ellas sean quienes lleven las banderas del feminismo en las elecciones de 2022 fue la promesa de otra forma de estar en el poder.

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Por eso, para muchos resultó extraño que, en vez de a una, las feministas apoyaran a las dos a través de un evento nacional que se convirtió en tendencia número uno del país, por encima de la reforma tributaria y el anuncio del viceministro de Hacienda de que se gravaría el café y el azúcar, o la conversación del expresidente Juan Manuel Santos con la JEP, donde reveló que un funcionario del actual Gobierno impidió un acuerdo con el Eln para el cese al fuego. La atención estaba puesta en ese acto que, además de histórico, fue simbólico, pues, con este, la narrativa de la participación política de las mujeres tomó un nuevo rumbo y lucha, que no es de una sola, sino de todas.

“Estar aquí es un acto de desobediencia al patriarcado y a las formas tradicionales de hacer política en Colombia”, dijo Marta Restrepo, integrante de Estamos Listas. No lo dice porque sí, sino con base en la experiencia que tuvo el movimiento en Medellín, donde logró ocupar una curul en el Concejo a través de una apuesta diferente, pensada desde lo colectivo y la descentralización, y no desde los personalismos con los que el país ha sido gobernado por años. Algunas veces en cuerpo propio; otras, en uno prestado. Y lo único que cambia son los nombres y apellidos.

Uno de los momentos en que se pudo evidenciar cómo la democracia se construye desde la diversidad, la diferencia y el respeto fue tras la intervención de las comisionadas políticas y veedoras del encuentro. Pero primero hay que resaltar la procedencia de cada una: Magaly Belalcázar, campesina del Caquetá; Luz Cristofa Briton, raizal de San Andrés; Jeidys Mena, joven y afrodescendiente del Chocó, y Adriana Benjumea, directora de la Corporación Humanas de Bogotá.

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Hay que nombrarlas para entender que la apuesta de las organizaciones es con los 32 departamentos, con los más de 1.100 municipios, con las más de 25 millones de mujeres, jóvenes y niñas que habitan el país. Esto, por supuesto, no deja fuera a los hombres, solo que es una mirada que prioriza a ese 51 % de la población que históricamente ha sido excluida y aún lo sigue estando por una construcción cultural y desigual.

Decenas de mujeres se congregaron el pasado lunes en Honda, Tolima, para impulsar una candidatura presidencial femenina. / Cortesía

Sin cálculos para dar la palabra, a cada asistente se le repartió un número y cada comisionada eligió cuatro. Se levantaron y levantaron su voz 16 mujeres de Montería (Córdoba), Quibdó (Chocó), Barbacoas (Nariño), San Andrés y Providencia, del pueblo indígena cubeo (Vaupés), La Vega (Cundinamarca), Popayán (Cauca), Florencia (Caquetá), Girardota (Antioquia), Manizales (Caldas) y otras para quienes su patria son las experiencias de enunciación como mujeres lesbianas, campesinas, exguerrilleras...

Todas sus voces y razones del porqué habitar el mundo desde el feminismo y firmar un pacto como el Manifiesto Feminista se resume en las palabras de una joven de overol y camiseta negra, Claudia Marcela Castrillón Belalcázar, quien habló con calma y convicción, con rebeldía y anhelos: “Estoy aquí porque soy una mujer campesina, del departamento de Nariño, hija adoptiva del Cauca, y estoy aquí porque sueño y creo que podemos construir un país en el que no tenga que sufrir todos los días el miedo de perder a mi madre, que es defensora de derechos humanos. Yo creo en un país y quiero que construyamos un país en el que no tengamos que buscar a nuestras hermanas”.

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“Quiero y deseo construir un país en el que un hombre no decida sobre mi cuerpo. Quiero construir un país donde otras personas no hablen por mí, ni mi madre, ni mi abuela campesina y todas las que estamos aquí, que tenemos voz propia. Quiero un país donde las campesinas, las afros y las indígenas tengamos acceso a la tierra y no tengamos que sembrar en las materas en el patio de la casa. Quiero y sueño un país en el que no sea la excepción de una mujer campesina que llegó a la universidad y que mis compañeras que crecieron conmigo estén criando a sus hijos porque no tuvieron otra posibilidad, y que mis primos, mis amigos y mis compañeros de escuela en la vereda no tengan que empuñar un fusil”.

Muchas lágrimas que se asomaron sí fueron de dolor, porque en ese espacio también confluyeron víctimas y familiares, pero otras fueron lágrimas de poder, que saben lo transformador de compartir y caminar juntas. Llegó la noche, el calor abrumador y el turno de hablar para Francia y Ángela María. “Soy un eslabón de la cadena y la cadena no se rompe aquí”. La frase es de la lideresa ambiental y su comunidad. “Significa que estamos aquí ahora, juntas, asumiendo el rumbo de nuestra propia historia. Cada una de nosotras se teje entre todas”, explicó.

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Ángela María tomó prestada esa frase al empezar su discurso y no lo hizo en vano. “Cuando le digo que este eslabón no se rompe es porque yo estoy ahí con ella y ella está conmigo. Eso fue lo más bello simbólicamente de esta convención: que podemos, en un momento determinado, si ella va adelante, yo apoyarla. Si yo voy adelante, quizás ella me apoye”, comentó a El Espectador la representante, que también confesó que, en caso de que la Coalición de la Esperanza y la campaña feminista no sean compatibles, ella, sin pensarlo, seguirá el trabajo político con y para las mujeres.

Las intervenciones de una y otra se interrumpían de vez en vez bajo las aclamaciones de “arriba el feminismo que va a vencer, abajo el patriarcado que va a caer”, “alerta que camina la lucha feminista por América Latina”, “presidenta”, silbidos, más gritos, aplausos y más cánticos. El final fue una celebración de lo logrado y labrado, y, por supuesto, no podía faltar la cerveza, el compartir el alimento y un brindis de champaña, cerrando la noche en la que se invocó a todas las que estuvieron atrás en el tiempo haciendo posible ese momento.

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Francia Márquez, periférica, negra y víctima de un Estado que se olvidó de ella, los suyos y su territorio. Ángela María Robledo, académica y política que desde siempre se ha enunciado feminista; autorreconocimiento que, en su camino por el Congreso y la militancia partidista, también la ha convertido en víctima de un poder pensado para los hombres. Ser aclamadas por mujeres fue la fuerza para emprender el camino electoral, nada fácil, pero que a partir del 5 de abril asumieron con el poder de sus ancestros femeninos y las sufragistas, sus antecesoras.

Aún quedan pendientes dentro de la misma diversidad que significa el feminismo. Las abolicionistas exigen promesas de trabajo para liberar a las mujeres de la explotación sexual, un debate que divide dentro del movimiento. Igual, hay quienes, en una etapa prematura de la campaña electoral, les demandan a Márquez y Robledo planes de gobierno y propuestas puntuales. Por ahora, cada una señaló temas del corazón: el cuidado de la vida en todas sus formas, para Francia; y el reconocimiento de las tareas del cuidado como una deuda con las mujeres, para Ángela María. Este tiempo, antes de inscribirse oficialmente y decidir sobre alianzas, será para allanar el camino, sumar fuerzas y convertirse en la misma fuerza, porque la cadena de la que hacen parte no se romperá con ellas ni se romperá aquí.

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