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La igualdad de género no solo enfrenta barreras tradicionales como la pobreza, la violencia y la exclusión política. Hoy, la irrupción de la inteligencia artificial abre un nuevo frente de desigualdad: el riesgo de que la revolución digital esté diseñada y controlada por los hombres.
Según el informe “Progress on the Sustainable Development Goals: The Gender Snapshot 2025” (Panorama de género), presentado esta semana por ONU Mujeres, “el 70 % de los hombres usaba Internet en 2024 frente al 65 % de las mujeres”. La brecha es aún más marcada en los países menos desarrollados, donde apenas el 29 % de las mujeres logra conectarse, frente al 41 % de los hombres.
Más allá de la pérdida potencial de empleos, la inteligencia artificial (IA) también puede reproducir y amplificar sesgos de género. La ONU advierte: “Los sistemas de IA entrenados con datos sesgados corren el riesgo de perpetuar estereotipos, reforzar la discriminación y excluir aún más a las mujeres de oportunidades económicas y educativas”. Esto significa que las brechas históricas —desde la división sexual del trabajo hasta los prejuicios en la contratación— pueden trasladarse al mundo digital bajo nuevas formas difíciles de detectar y regular.
El acceso desigual a las competencias digitales agrava esa vulnerabilidad. Aunque las mujeres representan el 45 % de los usuarios de Internet a nivel global, su participación en sectores estratégicos sigue rezagada. El informe subraya que en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, las mujeres constituyen menos de un tercio de los profesionales, y apenas un 20 % en inteligencia artificial. Esta subrepresentación no solo limita su presencia en los empleos del futuro, sino también su capacidad de influir en cómo se diseñan y aplican las nuevas tecnologías.
La automatización golpeará con mayor dureza a las mujeres. “El 27,6 % del empleo femenino está potencialmente expuesto a la inteligencia artificial generativa, frente al 21,1 % del masculino”, advierte el reporte.
El perfil de la trabajadora más vulnerable a la IA es revelador: “Joven, urbana, con un nivel educativo medio o alto, ingresos relativamente elevados y empleada formalmente”. Incluso aquellas que habían superado las barreras del acceso al empleo formal enfrentan ahora una amenaza invisible y silenciosa.
Pero la digitalización también ofrece una oportunidad. “Aproximadamente 343,5 millones de mujeres y niñas podrían beneficiarse de cerrar la brecha digital de género para 2050”, calcula la ONU. Y no solo se trata de justicia social: “cerrar la brecha digital podría inyectar 1,5 billones de dólares a la economía global en 2030”.
Las desigualdades tecnológicas se cruzan con realidades aún más graves: la pobreza y el hambre. El informe señala que 376 millones de mujeres y niñas viven en pobreza extrema, frente a 355 millones de hombres y niños. A este ritmo, “en 2030 aún habrá 351 millones de mujeres y niñas en pobreza extrema”, la mayoría en África subsahariana y Asia meridional.
El hambre es otro rostro de esa desigualdad. En 2024, 822 millones de mujeres adultas sufrieron inseguridad alimentaria, 64 millones más que los hombres. “La brecha en la prevalencia global de inseguridad alimentaria entre mujeres y hombres aumentó a 1,9 puntos porcentuales en 2024, frente a 1,3 en 2023”, documenta el informe.
La mala alimentación tiene impactos directos en la salud. Según el reporte, “la anemia en mujeres de 15 a 49 años aumentará del 31,1 % en 2025 al 33 % en 2030”, alejando al mundo de la meta de reducir este problema a la mitad.
El cambio climático amenaza con exacerbar la pobreza y el hambre. El informe advierte que, en un escenario de peores impactos ambientales, hasta 158,3 millones más de mujeres y niñas podrían caer en la pobreza extrema para 2050, casi la mitad en África subsahariana. Además, 236 millones adicionales enfrentarían inseguridad alimentaria.
El trabajo no remunerado, el gran rezago
A estas desigualdades se suma una deuda histórica. A pesar de algunos avances, la ONU recuerda que “102 países nunca han tenido una mujer jefa de Estado o de Gobierno”. En 2025, las mujeres ocupaban solo el 27,2 % de los escaños parlamentarios y el 30 % de los cargos gerenciales. A este ritmo, “alcanzar la paridad en la gestión tomará casi un siglo”.
El trabajo no remunerado continúa siendo una de las principales barreras para el acceso a empleos de calidad y liderazgo. “Las mujeres y niñas dedican 2,5 veces más horas al día al trabajo doméstico y de cuidados que los hombres”, lo que perpetúa un círculo de exclusión económica y política.
El informe no duda en subrayar la urgencia: “Alcanzar la igualdad de género es posible, pero exige paquetes de políticas interseccionales, integradas, integrales y con perspectiva de género”. Alcanzar la igualdad es posible, pero requiere políticas integrales con enfoque de género que atiendan simultáneamente la pobreza, la economía del cuidado, el cambio climático y la transformación digital.
El 2025 coincide con el 30 aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, el plan más ambicioso para los derechos de las mujeres. Pero en lugar de celebraciones, la ONU lanza una alerta: la igualdad prometida para 2030 corre el riesgo de convertirse en un horizonte lejano.
Si los gobiernos no actúan con decisión, la revolución digital consolidará un futuro aún más desigual donde las mujeres quedarán relegadas en la política, la economía, la salud y la tecnología. Como sintetiza el informe, “la igualdad de género no es solo un derecho humano fundamental, sino una condición indispensable para el desarrollo sostenible”.
