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Alzheimer: ¿por qué los científicos están tan entusiasmados con las nuevas terapias?

La prestigiosa revista médica The Lancet presentó una serie especial sobre Alzheimer con gran optimismo: celebra desde los diagnósticos más tempranos con biomarcadores como la p-Tau 217, hasta los primeros fármacos capaces de modificar la enfermedad desde su descubrimiento. Sin embargo, señala que su alcance y viabilidad siguen en debate.

Redacción Salud

23 de septiembre de 2025 - 10:34 a. m.
The Lancet destaca nuevos biomarcadores y fármacos que podrían cambiar el curso del Alzheimer.
Foto: Cortesía Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe
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Desde hace algunos años, los científicos coinciden en que el mundo atraviesa una verdadera revolución en la comprensión de la enfermedad de Alzheimer. Se calcula que alrededor de 55 millones de personas viven hoy con demencia en el mundo, y que entre el 50% y el 70% de esos casos corresponden al Alzheimer. En este panorama, los investigadores muestran un optimismo renovado: por primera vez desde que la enfermedad fue descrita en 1906, estan surgiendo tratamientos que podrían cambiar su curso.

La revista médica The Lancet publicó el pasado 22 de septiembre una serie especial dedicada al Alzheimer, en la que se destacan los resultados iniciales de los anticuerpos monoclonales dirigidos contra la proteína beta-amiloide. Estos fármacos han demostrado efectos positivos en las fases tempranas de la enfermedad, lo que abre la puerta, dice la revista, a terapias capaces no solo de aliviar síntomas, sino de modificar su progresión.

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La serie se articula en tres grandes ejes. En primer lugar, presenta en una primera investigación los nuevos criterios diagnósticos. El manejo del Alzheimer empieza mucho antes de que aparezcan los síntomas más evidentes. La detección temprana es clave, pero hoy en día el diagnóstico de la demencia suele llegar tarde. Esto ocurre, en gran parte, por limitaciones estructurales: las clínicas de memoria están saturadas, con largas listas de espera y capacidad reducida para atender a todos los pacientes que lo necesitan.

El primer artículo de la serie publicada en The Lancet describe cómo debería ser la trayectoria ideal del paciente: desde la evaluación cognitiva inicial hasta la confirmación del diagnóstico con biomarcadores específicos de la enfermedad de Alzheimer. Entre esos biomarcadores, uno ha cobrado especial relevancia: la p-Tau 217 en sangre. Este marcador ha demostrado ser altamente preciso, temprano, mínimamente invasivo y fácil de escalar. En términos sencillos, permite detectar la presencia de patología amiloide en el cerebro —uno de los signos característicos del Alzheimer— incluso antes de que aparezcan síntomas clínicos claros. Por su fiabilidad, ya cuenta con la aprobación de la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) como prueba diagnóstica.

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La implementación de la p-Tau 217 en sangre representa un gran cambio de paradigma, creen los científicos en The Lancet. Su uso en las clínicas de memoria puede reducir la necesidad de pruebas costosas e invasivas, como las punciones lumbares o las tomografías PET, y ahorrar tiempo en el proceso de diagnóstico. A futuro, su incorporación en la atención primaria podría facilitar un diagnóstico temprano y masivo, acercando la detección del Alzheimer a un nivel mucho más accesible para la población general.

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En segundo lugar, la revista analiza los avances terapéuticos, situando a los fármacos biológicos en relación con las intervenciones tradicionales, tanto farmacológicas como psicosociales. Lo científicos destacan con entuciasmo que, por primera vez en la historia, existen fármacos capaces de modificar la enfermedad de Alzheimer, no solo de aliviar sus síntomas. Estos medicamentos, llamados anticuerpos antiamiloides, ya están en uso en algunos países para pacientes en etapas tempranas de la enfermedad que presentan evidencia de acumulación de placas de beta amiloide en el cerebro. Su acción consiste en atacar y eliminar esas placas, que son una de las marcas biológicas del Alzheimer.

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Sin embargo, su aplicación no es sencilla, reconocen los investigadores. El tratamiento requiere infusiones intravenosas regulares y un seguimiento cercano mediante resonancias magnéticas, ya que pueden presentarse efectos adversos que deben controlarse. Esto ha abierto un debate complejo, dicen los científicos: ¿vale la pena el enorme costo económico y logístico de estos tratamientos si solo una minoría de pacientes es elegible y, además, algunos expertos consideran que el impacto a gran escala aún es limitado?

Los ensayos de fase 3 muestran beneficios, pero la interpretación varía: algunos expertos consideran que se trata de un efecto clínico realmente significativo y modificador de la enfermedad, mientras que otros creen que los riesgos y efectos adversos superan los beneficios, y cuestionan si debería haberse aprobado su uso en el mercado. El debate no se limita solo al Alzheimer. Los investigadores comparan la eficacia, los costos sociales y la aplicabilidad de estos anticuerpos con la experiencia de otros biológicos en enfermedades como el cáncer, la esclerosis múltiple o la artritis reumatoide, dentro de un marco más amplio de la medicina personalizada moderna. La discusión seguramente continuará.

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Aun así, estos avances representan un hito en la historia del Alzheimer. Pero los especialistas recuerdan algo importante: el entusiasmo por estos nuevos medicamentos no debe eclipsar el manejo integral de la enfermedad. La gran mayoría de pacientes, junto con sus cuidadores, enfrentan desafíos diarios grandes relacionados con los síntomas conductuales y psicológicos de la demencia (como la agitación, la depresión o la ansiedad), que muchas veces no se abordan bien. Mejorar el tratamiento de esos síntomas sigue siendo fundamental para la calidad de vida de quienes viven con Alzheimer.

Por último, The Lancet abre un espacio para los debates y proyecciones en su tercer artículo, al revisar cómo entendemos la enfermedad, sus implicaciones sociales y, sobre todo, económicas para los sistemas de salud, y las posibles soluciones en desarrollo para fortalecer el diagnóstico, el tratamiento y la prevención.

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“Sin duda, se necesitan fármacos más seguros y eficaces. Sin embargo, las adaptaciones del sistema sanitario necesarias para estos cambios en el manejo de la enfermedad de Alzheimer van más allá de la infraestructura necesaria para la administración de fármacos antiamiloides o la detección de biomarcadores. Las clínicas de memoria necesitan personal adecuado”, se lee en el editorial que acompaña la serie.

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