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¿Dudas sobre vacunarse? Lecciones de la Historia para recuperar la confianza

Si en algún momento ha dudado si aplicarse o no las vacunas contra el COVID-19, hay muchas razones históricas que demuestran su gran importancia.

John Mario González, MD, PhD*
08 de julio de 2021 - 08:07 p. m.
Las vacunas que se están aplicando en Colombia son seguras y efectivas.
Las vacunas que se están aplicando en Colombia son seguras y efectivas.
Foto: Agencia Bloomberg

A pesar de los avances de la ciencia y pese a la implementación de una vacuna contra el COVID-19 en menos de un año, además de su aplicación masiva a nivel mundial, continúan existiendo dificultades en la aceptación de la vacuna en algunas personas. ¿Por qué persisten los temores y las dudas sobre la vacuna si hay muchas razones, a lo largo de la historia, para confiar en ellas? (Puede leer: La vacuna china “es mala”, “es la de los pobres” y otras mentiras sobre Sinovac)

Antes del siglo XVIII ya se conocía que la viruela producía graves lesiones en la piel, pero lo que más preocupaba entonces a los padres de las mujeres en edad de casamiento eran las vesículas y pústulas que aparecían en la cara. Importada, probablemente de la China al Imperio Otomano (hoy Turquía), se usaba la inoculación de la piel de las personas que no había padecido viruela con el líquido proveniente de las lesiones de viruela con el fin de “protegerlas” de la enfermedad y evitar la presencia de las lesiones cutáneas. (Le puede interesar: Esto es lo que se sabe de la inmunidad de algunas vacunas contra la variante Delta)

Cerca de 1727 este método fue importado y usado en Inglaterra por Lady Mary Wortley Montagu, quien fue la esposa del embajador inglés ante el Imperio Otomano. Esto ocurrió mucho antes del desarrollo de la primera vacuna para la enfermedad que ella misma había sufrido y que había causado el fallecimiento de su hermano. Estos antecedentes la llevaron a practicar la inoculación del líquido de vesículas de enfermos de viruela a sus propios hijos e, inclusive, a los hijos de la Princesa de Gales.

La iglesia anglicana se opuso a dicho procedimiento, el cual quedó olvidado por décadas hasta los estudios observacionales del médico inglés Edward Jenner, quien describió la primera vacuna contra la viruela en 1796; no obstante, el tipo de inoculación usada por doctor Jenner fue diferente. Identificó lesiones de viruela en las manos de las ordeñadoras de vacas que estaban en contacto con el ganado que tenía viruela.

Sin ningún conocimiento moderno, el doctor Jenner no podía establecer que el virus de la viruela humana y el de la vaca causaban infección en especies diferentes, pero podía proteger de la viruela humana. El virus de las vacas (cowpox, en inglés) dio origen entonces al vocablo vacuna.

La publicación del artículo científico de Jenner fue realizada en 1798, pero sin forma de difusión como en el caso de las modernas. La noticia tardó años en llegar a los diferentes continentes. Afortunadamente, no existían entonces las redes sociales o la comunicación masiva como para que se produjeran noticia falsas o verdades a medias; de lo contrario, la gente no se hubiera vacunado porque el biológico provenía de un animal y ante la falta de mantenimiento, por no haber refrigeración, el cultivo para multiplicar el agente vivo se hacían pasando el virus vacunal de un humano a otro humano.

Precisamente, la vacuna de la viruela llegó al llamado Nuevo Mundo gracias a la expedición del médico español Francisco Javier Balmis en 1803, la que arrancó del norte de España, llevando huérfanos no inmunes a la viruela a los cuales se les iba poniendo sucesivamente la vacuna. Esto garantizaba cargar la vacuna viva hasta llegar a Puerto Rico meses más tarde en 1804. Y así seguiría por casi toda América, llegando incluso a la Nueva Granada -hoy Colombia- hasta los confines del imperio en Filipinas.

Mucho ha pasado en más de dos siglos. Entre estas cosas, el desarrollo seguro de vacunas, con altos estándares, lo que garantiza que las vacunas no produzcan efectos nocivos graves en las personas y se pueden proteger de agentes infecciosos amenazadores como en este caso del virus SARS-CoV-2. Las vacunas de ARN mensajero han sido estudiadas desde 1993, mientras que las vacunas de adenovirus recombinante llevan más de dos décadas en su estudio, incluyendo ensayos de vacunación contra el virus de la inmunodeficiencia (VIH), los cuales no han sido tan exitosos como el caso actual. Ocho vacunas para COVID19 tienen autorización de uso de emergencia en muchos países.

Actualmente un tercio del planeta ha recibido al menos una dosis y no se ven los cuadros apocalípticos que han sido descritos falsamente en redes sociales; al contrario, ha ayudado a proteger millones de personas de enfermedad gravemente o del fallecimiento. Gracias a la ciencia y la investigación el desarrollo y aplicación han sido mucho más rápido y seguro como no antes descrito en la historia de la humanidad. Pero de manera paradójica nunca como ahora se cuestionó la eficacia o eficiencia, el método de producción, los eventos adversos de una vacuna teniendo más de 18 enfermedades infecciosas para las que hoy se cuenta con inmunización. Por eso mismo, no debería haber dilema entre vacunarse o no vacunarse. Sólo es posible controlar la pandemia si aceptamos vacunarnos.

*Profesor titular de la Universidad de los Andes.

Por John Mario González, MD, PhD*

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Mar(60274)27 de julio de 2021 - 08:51 p. m.
Y tampoco protegen de que le dé enfermedad grave porque gente vacunada con las dos dosis y va a parar a una UCI y se mueren. Esas vacunas son tan inciertas como el mismo virus.
Mar(60274)27 de julio de 2021 - 08:27 p. m.
Estas vacunas son tan inciertas como el mismo virus, ni siquiera protegen de contagiarse y seguir contagiando o sea que no va a haber inmunidad de manada porque el virus va a seguir mutando o sea que la vacuna no va a proteger contra la nueva cepa, además por eso llevaba tanto tiempo aprobar una vacuna, estas las están probando directamente sobre la gente y nadie sabe el ARN mensajero como pueda
  • Mar(60274)27 de julio de 2021 - 08:30 p. m.
    reaccionar directamente sobre la célula y a largo plazo se puedan producir enfermedades autoinmunes donde el mismo cuerpo ataque sus órganos o sea que eso de minimizar los riesgos es irresponsable cuando los mismos laboratorios dicen que no garantizan ni su efectividad, ni su seguridad.
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