“El brote y la respuesta de COVID-19 han estado acompañados de una infodemia masiva, una abundancia excesiva de información, parte precisa y otra no, que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación confiable cuando la necesiten”. (Vea aquí toda la información sobre coronavirus)
La advertencia es de la Organización Mundial de la Salud. Apareció en un informe del 2 de febrero de 2020, mucho antes de la declaración oficial de una pandemia provocada por el SARS-CoV-2. Falsos tratamientos, teorías de conspiración, atribuciones mentirosas a premios Nobel, imágenes trucadas, datos manipulados, montajes, entre otros, inundaron los portales de noticias, las cadenas de Whatsapp y, por supuesto, las conversaciones de pasillo.
En un intento por entender mucho mejor este fenómeno, Manlio de Domenico, en el Instituto Bruno Kessler, en Trento, Italia, creó el Observatorio de infodemia COVID-19. Junto a otros colegas, y el apoyo de la U. de Harvard, aprovecharon herramientas de inteligencia artificial para analizar cerca de 100 millones de mensajes de la red social Twitter emitidos entre el 21 de enero y el 9 de marzo. En un primer informe presentaron una escala de riesgo de desinformación por países.
Mientras Singapur, Sudáfrica, Honk Kong, Irlanda y Japón figuran entre los países con menor riesgo de esta epidemia de desinformación, Rusia, El Salvador, Irán, Venezuela y Perú ocupan los últimos cinco lugares. Colombia aparece en el puesto 65. En su análisis encontraron que el 59,6 % de los tuits fueron producidos por humanos y el 40,4 % por bots.“La desinformación, desde teorías de conspiración hasta declaraciones científicas falsas, es omnipresente en todo el mundo, pero algunos están más expuestos que otros”, concluyeron en su informe. (Puede leer: “Infodemia”, el término que describe la grave epidemia de información falsa sobre el coronavirus)
Si bien en algunos casos las noticias falsas pueden ser simplemente curiosidades y resultar divertidas, en medio de una pandemia pueden resultar peligrosas. El caso de la cloroquina e hidroxicloroquina, como potenciales tratamientos para el COVID-19, representan un claro ejemplo. Michael Liu, de la U. de Oxford, y sus colegas rastrearon las consultas en internet sobre estos fármacos después de ser promovidos por figuras tan influyentes como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. De acuerdo con su trabajo publicado en Jama Internal Medicine, “las consultas para comprar cloroquina fueron 442 % más altas después de las afirmaciones de alto perfil de que estos medicamentos eran terapias eficaces contra el COVID-19”.
Este caso, ya convertido en emblema de la desinformación, fue analizado por Joan Donovan, del Shorenstein Center de la U. de Harvard, y sus colaboradores. Al reconstruir la expansión del rumor, una pieza clave fue el empresario de tecnología Elon Musk, con más de 35 millones de seguidores en Twitter, quien compartió un documento que pretendía ser un artículo científico de un asesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en California. Un día más tarde el rumor fue amplificado por la cadena de noticias Fox News. El daño estaba hecho.
Donovan comentó a El Espectador que la gran diferencia entre noticias falsas de salud y otras noticias falsas es que en el primer caso “pueden ser mortales”. ¿Cómo frenar esta curva de desinformación? “Cuando pienso en intervenciones políticas pienso en transparencia y rendición de cuentas por parte de las empresas de tecnología, qué tipo de moderación ejercen, qué eliminan y qué no. Cuando las compañías ejercen poder sobre la gente hay que tener una rendición de cuentas de su impacto en la sociedad”. (Le puede interesar: La lucha contra el otro virus: la infodemia)
Ante la presión pública y política, a mediados de marzo las principales plataformas como Facebook, Google, LinkedIn, Microsoft, Reddit, Twitter y Youtube anunciaron que trabajarían para “combatir el fraude y la información errónea sobre el virus”. Facebook y Google, por ejemplo, prohibieron los anuncios de “curas milagrosas”, mientras Youtube promociona videos de información “verificada” sobre el coronavirus.
Un esfuerzo interesante por entender la pandemia de desinformación corrió a cargo de Scott Brennen, del Oxford Internet Institute, Reino Unido, quien analizó junto con sus coequiperos 225 piezas de información errónea sobre el coronavirus. Una buena noticia es que “los verificadores de hechos independientes se han movido rápidamente para responder a la creciente cantidad de información errónea en torno al COVID-19”. El número de verificaciones de datos, al menos en inglés, aumentó más del 900 % de enero a marzo.
Un aspecto importante de este fenómeno es que la mayoría de la información errónea (59 %) es a menudo una mezcla de retazos de información verdadera con otra distorsionada. Tan solo un 38 % de la muestra correspondía a información completamente fabricada. “A pesar de una gran preocupación reciente, no encontramos ejemplos de falsificaciones profundas en nuestra muestra. En cambio el contenido manipulado incluye falsificaciones baratas producidas utilizando herramientas mucho más simples”. apuntaron. Además, encontraron que la información errónea reconfigurada representa el 87 % de las interacciones en las redes sociales de la muestra, mientras el contenido fabricado por completo apenas alcanza el 12 %.
Los reclamos engañosos o falsos sobre las acciones o políticas de las autoridades públicas, incluidos los organismos gubernamentales e internacionales como la OMS o la ONU, representaron la categoría más grande de reclamos con un 39 %. (Le podría interesar: Información falsa tiene impacto negativo en velocidad de reacción ante coronavirus: Cruz Roja)
“Las plataformas de redes sociales han respondido a la mayoría de las publicaciones calificadas como falsas por los verificadores de hechos al eliminarlas o adjuntar varias advertencias. En Twitter, el 59 % de las publicaciones calificadas como falsas en nuestra muestra por verificadores de datos permanecen activas. En Youtube, el 27 % permanece activo, y en Facebook, el 24 % del contenido con calificación falsa en nuestra muestra permanece activo sin etiquetas de advertencia”.
“COVID-19 es la tormenta perfecta para la difusión de rumores falsos y noticias falsas”, comentó en Nature el científico Walter Quattrociocchi, de la Universidad Ca’Foscari de Venecia, Italia, y agregó: “Las personas pasan más tiempo en casa y buscan en línea respuestas a una situación incierta y que cambia rápidamente. El tema es polarizante, aterrador y cautivador. Y es realmente fácil para todos obtener información que sea consistente con su sistema de creencias”.