Los científicos y salubristas saben que el cáncer es una de las principales causas de muerte a nivel mundial. Pero es posible que podamos hacer mucho más de lo que estamos haciendo para evitar que la enfermedad siga cobrando tantas vidas.
Un estudio publicado el miércoles en la prestigiosa revista médica The Lancet que incluyó datos de 200 países, señaló que en 2023, y dejando por fuera los cánceres de piel que no son melanoma, se registraron en el mundo 18,5 millones de nuevos casos de cáncer y 10,4 millones de muertes asociadas a esa enfermedad. Esto representó, nada menos, que 271 millones de años de vida ajustados por discapacidad (AVAD, por siglas en inglés), una medida que combina las muertes prematuras y los años vividos con la enfermedad.
La carga no estuvo distribuida de manera equitativa, señalan los investigadores en su artículo: cerca del 58 % de los nuevos diagnósticos y dos de cada tres muertes ocurrieron en países de ingresos bajos y medianos (como Colombia), lo que refleja, dice la investigación, desigualdades profundas en prevención, diagnóstico y tratamiento.
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El cáncer se mantuvo ese año como la segunda causa principal de muerte, solo superado por las enfermedades cardiovasculares. Pero aquí viene la gran clave de la investigación: de todas las muertes por cáncer reportadas en 2023 (10,4 millones), alrededor de 4,3 millones —es decir, el 42 %— estuvieron relacionadas con factores de riesgo prevenibles como el tabaquismo, el consumo de alcohol, la mala alimentación, la obesidad, ciertas infecciones y la contaminación. Al comparar con 1990, tanto las muertes por cáncer atribuibles a estos riesgos como las muertes por cáncer en general aumentaron más del 70 %, lo que evidencia un crecimiento sostenido en las últimas décadas.
Lo positivo de que más del 40 % de las muertes por cáncer en 2023 se deba a factores prevenibles y, por lo tanto, modificables, da la certeza de que ese indicador se puede bajar si se actúa sobre esos factores de riesgo. Por ejemplo, políticas de control del tabaco, programas de vacunación contra virus como el VPH o la hepatitis B, campañas de promoción de una dieta más saludable y del ejercicio regular, reducción del consumo de alcohol y mejoras en la calidad del aire podrían traducirse en millones de vidas salvadas en las próximas décadas. Es decir, aunque el cáncer es una enfermedad compleja, una parte significativa de su carga mundial no es inevitable: depende de decisiones individuales y, sobre todo, de acciones colectivas y políticas públicas que hagan accesible la prevención.
Las proyecciones hacia el futuro, sin embargo, son retadoras, reconocen los autores del estudio. Para 2050, se estima que habrá 30,5 millones de nuevos casos de cáncer al año y 18,6 millones de muertes, lo que equivale a incrementos del 61 % y el 75 % respectivamente frente a 2024. El impacto no será igual en todos los países: mientras en las naciones de ingresos altos el aumento de muertes rondará el 43 %, en los países de ingresos bajos y medios podría acercarse a un alarmante 91 %.
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Este incremento global, señalan los autores, no se debe tanto a que el cáncer esté volviéndose más agresivo, sino a factores demográficos: la población mundial crece y envejece, y con más personas en edades avanzadas, el número de casos aumenta. De hecho, si se ajustan las cifras por edad, las tasas de mortalidad por cáncer podrían incluso reducirse levemente en un 5,6 % de aquí a 2050. “Abordar de forma eficaz y sostenible la carga mundial del cáncer requerirá iniciativas nacionales e internacionales integrales que consideren los sistemas de salud y el contexto en el desarrollo e implementación de estrategias de control del cáncer en todo el proceso de prevención, diagnóstico y tratamiento”, concluyen los investigadores.
En medio de todo eso, hay también señales positivas. Entre 2015 y 2030, se espera que la probabilidad de morir de cáncer entre los 30 y los 70 años disminuya alrededor de un 6,5 %. Este avance refleja los esfuerzos globales en prevención, detección temprana y tratamientos más efectivos, que poco a poco están reduciendo el riesgo individual, aunque el desafío colectivo siga en aumento.
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