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¿Podemos tener el cuerpo que queremos tener?

Diferentes factores influyen en el cuerpo natural de cada persona. La genética, los hábitos de alimentación y ejercicio hacen parte de estos.

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Juanita Gempeler Rueda*
08 de agosto de 2025 - 12:50 p. m.
"Aceptar su cuerpo facilitará que su peso se mantenga en el tiempo y no que aumente, protegiendo además su autoestima".
"Aceptar su cuerpo facilitará que su peso se mantenga en el tiempo y no que aumente, protegiendo además su autoestima".
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La respuesta es NO. Podemos tener el cuerpo que nuestra genética, nuestro metabolismo y nuestros hábitos de alimentación y ejercicio nos permitan tener. Esta frase se vería como una fórmula así: (genética + factores metabólicos) + hábitos de alimentación + hábitos de ejercicio= Cuerpo natural.

Como verán los primeros elementos de la fórmula están entre paréntesis. No los podemos tocar directamente. Así, uno de los principales indicadores del tipo de cuerpo que podemos tener, está relacionado con cómo son los cuerpos de las personas de nuestras familias. Mire a sus familiares cercanos: esa es su tendencia. No es un destino, es una tendencia.

Entonces, el cuerpo natural, es el que resulta de la interacción de todos estos factores. Si comemos y nos ejercitamos de manera sana, EL CUERPO QUE RESULTE ES EL NUESTRO. Ese cuerpo no nos tiene que gustar, pero si debemos aceptarlo, para poder cuidarlo.

(Lea: OPS pide avanzar en modelos interculturales de salud que integren la medicina tradicional)

¿Qué es lo que SI podemos modificar y cómo? Nuestros hábitos de alimentación y los de ejercicio.

Respecto a los hábitos de alimentación, hoy en día podemos decir que lo ideal es que comamos todos los grupos alimentarios, sin quitar ninguno de ellos, cuidando las porciones, pero no restringiéndolos y privilegiando algunos en la cotidianidad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que “la composición exacta de una alimentación variada, equilibrada y saludable estará determinada por las características de cada persona (edad, sexo, hábitos de vida y grado de actividad física), el contexto cultural, los alimentos disponibles en el lugar y los hábitos alimentarios. No obstante, los principios básicos de la alimentación saludable siguen siendo los mismos” En principio, debemos comer de todo: Frutas, verduras, lácteos, proteínas, granos, grasas, azúcares. Lo importante es revisar las porciones, las preparaciones y la inclusión o no en la cotidianidad. (para quienes estén interesados, vale la pena revisar el plato del BIEN comer para la familia colombiana).

Respecto a los hábitos de ejercicio, la OMS recomienda al menos entre 150 y 300 minutos de actividad aeróbica moderada a la semana (o el equivalente en actividad vigorosa) para todos los adultos; (entre 30 y 45 minutos día) y una media de 60 minutos de actividad física aeróbica moderada al día para los niños y los adolescentes.

Suena bastante lógico. Sin embargo, si miramos que dicen las redes, los influenciadores, la presión social sobre los cuerpos es otra cosa: “debes ser flaco, alto, bonito y joven”. Y aquí entran las dietas a complicar el panorama. El mensaje es: “si tienes suficiente fuerza de voluntad, puedes tener el cuerpo que quieras, para eso debes hacer dieta y ejercitarte tanto como sea necesario para logarlo, y en ultimas, si no lo logras, siempre está la cirugía como opción…”

(Lea: El último año del gobierno Petro en salud: promesas monumentales y resultados pendientes)

¿Dónde está la trampa? En que no importa que tanto te esfuerces, no puedes contrariar tu contextura, tu genética. Sin satanizar las dietas, que indudablemente pueden estar indicadas medicamente, cuando se usan para bajar de peso de manera fuertemente restrictiva, suprimiendo las harinas, las grasas, las azucares, lo que logran es que el organismo se defienda, con una respuesta que en lenguaje común se ha llamado “metabolismo nevera”, en la que el cuerpo se resiste a la pérdida de peso y guarda reservas. Este mecanismo es un mecanismo de nuestra especie que nos permite sobrevivir en momentos de escasez de alimentos.

Por otro lado, cuando uno trata de no comer algo, su cuerpo le pide exactamente ese “algo”. Quienes hayan hecho una dieta, seguramente han experimentado ese fenómeno. Y aquí entramos a otra manera del organismo de defenderse, que consiste en que lo que restringimos, tiende a sobre consumirse luego. Es decir, tendemos a comer más de eso que queremos quitar de nuestra ingesta. Este mecanismo fue descrito por los doctores Polivy y Herman, investigadores canadienses, hace ya varias décadas.

Así, hacer dieta para bajar de peso, inicialmente ayuda a que lo logremos, pero luego muy pronto, la gran mayoría de las personas, dejan la dieta, y al hacerlo suben de peso, un poco más de lo que inicialmente pesaban. Ante eso, se angustian, y vuelven a hacer dieta, y vuelven a bajar, pero menos que la vez anterior y al suspenderla, vuelven a subir un poco más que al comienzo. De esta manera se entra en el conocido “peso yoyo”, llamado por los doctores polivy y Herman “el espiral” y con el paso del tiempo y las dietas repetidas, la curva de peso aumenta de manera estable. Es decir, si haces dieta para bajar de peso, a mediano y largo plazo tenderás a subir mas de lo que logras perder. Esto esta reflejado en la ENSIN (encuesta nacional de situación nutricional) del 2015, en la que encontramos cómo la población en general tiende a hacer más dietas, y el peso promedio de esa población, tiende a subir.

Además, si se tiene la vulnerabilidad genética, aumenta la posibilidad de hacer un trastorno de la conducta alimentaria. (Anorexia, Bulimia o trastorno por atracones).

A esto se suma el efecto fuerte en la autoestima, ejemplificado en frases como estas: “no eres capaz”, “debes esforzarte más”, “no lograr bajar el peso que tienes es un indicador de tu debilidad”. Esto ha sido trabajado ampliamente por autores como Fairburn,C, 2003; Waller, G,2007, Blackbecker et al 2.020, entre otros.

En Equilibrio hemos denominado a este concepto: “cuerpo funcional”. Es la capacidad de usar el cuerpo que se tiene, independientemente de la insatisfacción o distorsión del mismo, en las situaciones de la vida diaria, como otras personas lo hacen, con un patrón de respuestas autónomas, cognoscitivas y motoras coherentes. Es decir, el énfasis está puesto en el USO funcional y coherente del cuerpo, en para qué nos sirve. (Gempeler, Rodriguez 1999; Gempeler, J 2004; Gempeler et al 2016)

Entonces, cual es la sugerencia: revisa tus hábitos de alimentación y ejercicio y ajústalos a las indicaciones de la OMS, mira a las personas de tu familia, e identifica la tendencia corporal de esas personas: esa es la tuya. El cuerpo que surge de ese ajuste es el tuyo. Aceptarlo facilitará que tu peso se mantenga en el tiempo y no que aumente, protegiendo además tu autoestima.

*Psicóloga Clínica, FAED / Co-directora científica Programa Equilibrio

Por Juanita Gempeler Rueda*

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