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¿Por qué nos cuesta tanto despertar? La ciencia empieza a tener la respuesta

Científicos de Suiza analizaron más de 1.000 despertares (tanto espontáneos como inducidos por una alarma) y encontraron que el cerebro no “enciende” todo al mismo tiempo, sino que despierta en oleadas.

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23 de julio de 2025 - 09:57 p. m.
Imagen de referencia. Documentar lo que ocurre durante el despertar es “de gran interés”, escriben en el estudio, “no solo para entender cómo el restablecimiento regional de la vigilia afecta la cognición y el comportamiento, sino también porque muchos trastornos del sueño se caracterizan por despertares incompletos, excesivos o mal sincronizados”.
Imagen de referencia. Documentar lo que ocurre durante el despertar es “de gran interés”, escriben en el estudio, “no solo para entender cómo el restablecimiento regional de la vigilia afecta la cognición y el comportamiento, sino también porque muchos trastornos del sueño se caracterizan por despertares incompletos, excesivos o mal sincronizados”.
Foto: Getty Images
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Para algunas personas, despertarse en las mañanas puede resultar bastante difícil. Es una sensación común que, seguro, se ha experimentado al menos una vez en la vida, y científicos en Suiza se dieron a la tarea de investigar qué estaba pasando realmente con esa sensación.El estudio, publicado en la revista académica Current Biology, analizó más de 1.000 despertares (tanto espontáneos como inducidos por una alarma) y encontró que el cerebro no “enciende” todo al mismo tiempo, sino que despierta en oleadas: una progresión ordenada que inicia en la parte frontal (la que usamos para tomar decisiones) y se mueve hacia la parte posterior del cerebro (donde procesamos, por ejemplo, la información visual).

Para ello, los investigadores usaron EEG de alta densidad, una técnica que permite medir la actividad eléctrica del cerebro mediante 256 sensores ubicados en el cuero cabelludo. “El EEG convencional es la técnica estándar para registrar el sueño en condiciones naturales y en trastornos clínicos”, explicaron en declaraciones al portal de ciencia IFL Science, “pero los cambios regionales del EEG en el momento preciso de la transición del sueño a la vigilia no habían sido estudiados en detalle”.

¿Despertarse es como dormirse, pero al revés?

No exactamente. Como lo explicó a IFL Science Rachel Rowe, neurocientífica de la Universidad de Colorado Boulder quien no participó en el estudio, “realmente despertar es una ola de activación que se mueve del frente hacia atrás del cerebro”.

Esta secuencia fue sorprendentemente constante en todos los participantes, explicó Francesca Siclari, investigadora del Instituto Holandés de Neurociencia y autora principal del estudio: el despertar comienza en las regiones asociadas con la alerta y el control ejecutivo, y luego avanza hacia áreas responsables del procesamiento sensorial.

Ese patrón frontal-occipital sugiere que las señales del “sistema de activación” profundo del cerebro viajan primero a las zonas más cercanas (como la corteza prefrontal) y llegan más tarde a regiones más alejadas, como la visual. “Esta progresión probablemente refleja cómo las señales de los centros de activación subcorticales alcanzan la corteza”, detalló Aurélie Stephan, primera autora del estudio y neurocientífica de la Universidad de Lausana.

El patrón también varía según la etapa del sueño de la que se despierta una persona.Cuando el despertar ocurre desde el sueño REM (en la que donde soñamos vívidamente y la actividad cerebral se parece mucho a la vigilia), la corteza cerebral responde de inmediato con señales rápidas.

En cambio, cuando se despierta desde el sueño NREM, el proceso es más lento y comienza con una fase extra: una onda lenta de actividad emerge en una especie de “hub” centro-parietal antes de que comience la activación frontal. Esto se debe a un fenómeno llamado bistabilidad, donde las neuronas alternan entre estar activas y en silencio. “Como resultado, cualquier estímulo provoca primero una onda lenta antes de activar completamente la corteza”, explicó Stephan.

Curiosamente, esos breves momentos de ondas lentas, normalmente asociadas con el sueño profundo, parecen tener un efecto positivo: cuando están presentes, las personas reportan sentirse menos adormecidas tras despertar, un hallazgo que puede tener implicaciones para entender la llamada “inercia del sueño”.

Además de aportar a la comprensión básica del cerebro humano, los autores consideran que estos hallazgos podrían ayudar a mejorar el diagnóstico de trastornos del sueño, como el insomnio o las parasomnias (por ejemplo, el sonambulismo).

Documentar lo que ocurre durante el despertar es “de gran interés”, escriben en el estudio, “no solo para entender cómo el restablecimiento regional de la vigilia afecta la cognición y el comportamiento, sino también porque muchos trastornos del sueño se caracterizan por despertares incompletos, excesivos o mal sincronizados”.

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