El Consorcio Global de Proteómica en Neurodegeneración —una base de datos multinacional que combina información clínica y análisis de proteínas para entender mejor las enfermedades neurodegenerativas como alzhéimer o párkinson— publicó en las últimas horas los primeros hallazgos de un esfuerzo científico sin precedentes. Los resultados, presentados en varios estudios que aparecen en las revistas Nature Medicine y Nature Aging, ofrecen una profunda mirada sobre estas enfermedades, la demencia frontotemporal, el envejecimiento y el papel del gen APOE4, estrechamente asociado con un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer y con procesos clave del envejecimiento cerebral. Esta serie marca el inicio de un proyecto que busca mejorar la vida de millones de personas afectadas por estos trastornos en todo el mundo.
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El consorcio ha unificado y estandarizado datos de gran escala —tanto proteómicos como clínicos— que provienen de 23 estudios diferentes. Su propósito es ayudar a descubrir biomarcadores (señales biológicas que permiten detectar o seguir la evolución de una enfermedad) y entender los mecanismos biológicos que están detrás de las enfermedades.
“Afortunadamente, grandes avances como las pruebas diagnósticas basadas en sangre y los tratamientos con anticuerpos aprobados finalmente están cambiando la situación. Estamos más cerca que nunca del día en que un diagnóstico de Alzheimer deje de ser una sentencia de muerte... El Consorcio Global de Proteómica de Neurodegeneración (GNPC) es un ejemplo perfecto de lo que se puede lograr cuando científicos del mundo trabajan juntos”, escribió en un editorial el filántropo multimillonario Bill Gates, cofundador y presidente de Gates Ventures.
Pero, ¿qué es la proteómica? Se trata de una rama de la ciencia que se encarga de estudiar todas las proteínas que produce nuestro cuerpo. Así como la genética se centra en los genes, la proteómica analiza las proteínas, que son moléculas esenciales para casi todas las funciones biológicas: desde transportar oxígeno en la sangre, hasta enviar señales en el cerebro o reparar tejidos. Cada célula del cuerpo produce miles de proteínas, y su presencia o alteración puede decir mucho sobre lo que está pasando dentro del organismo. El Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), centro de investigación con sede principal en España que participa del consorcio, explica que la proteómica está emergiendo como una herramienta clave para comprender los procesos biológicos subyacentes a las enfermedades neurodegenerativas.
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En el artículo principal, los científicos presentaron una de las bases de datos más grandes jamás hechas sobre proteínas humanas. Reunieron 250 millones de mediciones de proteínas tomadas de más de 35.000 muestras de sangre y líquido cefalorraquídeo (el que rodea el cerebro y la médula espinal). Estas muestras provinieron de 23 grupos de investigación de todo el mundo e incluyen datos clínicos de los pacientes, lo que permitió conectar los cambios en proteínas con distintas enfermedades. A partir de este gran conjunto de datos, los investigadores identificaron proteínas específicas relacionadas con enfermedades como el alzhéimer, el párkinson, la demencia frontotemporal y la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Investigadores del BBRC, liderados por Marc Suárez-Calvet, participaron en el consorcio mediante el análisis de 1.200 muestras de plasma provenientes de participantes del estudio ALFA, una cohorte centrada en la detección temprana del alzhéimer. Su aporte permitió identificar patrones proteómicos en sangre vinculados con el deterioro cognitivo y el envejecimiento acelerado de distintos órganos, lo que abre nuevas posibilidades para anticiparse a la aparición de los síntomas clínicos de la enfermedad.
Además, se publicaron tres estudios adicionales que muestran cómo esta información de las proteínas puede usarse para responder preguntas importantes en la investigación del envejecimiento y las enfermedades del cerebro. Uno de los estudios encontró patrones únicos de proteínas en la sangre que permiten distinguir entre el alzhéimer, el párkinson y la demencia frontotemporal. También identificaron algunas proteínas que podrían convertirse en blancos para diagnóstico o tratamiento. Otro estudio se enfocó en el gen APOE ε4, una variante genética que aumenta el riesgo de alzhéimer. Descubrieron una firma proteica (un conjunto de proteínas específicas) en la sangre y el líquido cefalorraquídeo de personas con esa variante, y vieron que también podría estar implicada en otras enfermedades como el párkinson y la ELA.
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Finalmente, el tercer estudio se centró en el envejecimiento. Identificó cambios en proteínas relacionados con la edad que se asocian con la salud mental y la función cognitiva. Es decir, algunas proteínas cambian con los años y podrían influir en cómo envejece el cerebro.
Los investigadores resaltan que trabajar juntos a nivel internacional y compartir datos entre distintos centros científicos es clave para avanzar más rápido en el estudio de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson. También subrayan la importancia de usar información de personas con distintos orígenes y características, para que los hallazgos sean útiles para más pacientes en el mundo real. Gracias a estos enfoques, los estudios futuros podrán ayudar a crear nuevas formas de diagnóstico y prevención, así como tratamientos más personalizados. La meta es aplicar terapias específicas según el tipo de enfermedad que tiene cada persona, lo que podría mejorar significativamente los resultados para los pacientes.
Las enfermedades neurodegenerativas afectan a millones de personas en todo el mundo. El Alzheimer y el Parkinson son las más comunes. La Organización Mundial de la Salud estima que la primera es la forma más común de demencia, representando entre el 60% y el 70% de los casos. Por otro lado, la prevalencia de la enfermedad de Parkinson se ha duplicado en los últimos 25 años. Las estimaciones mundiales en 2019 mostraban una cifra superior a 8,5 millones de personas con esta enfermedad. Las estimaciones actuales parecen indicar que, en 2019, la enfermedad de Parkinson provocó 5,8 millones de años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD), lo que representa un aumento del 81% desde el año 2000, y causó 329 000 fallecimientos, es decir, un aumento de más del 100% desde el año 2000.
La probabilidad de desarrollar una enfermedad neurodegenerativa aumenta drásticamente con la edad, dice el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental en español, una agencia de investigación médica de Estados Unidos que forma parte de los National Institutes of Health (NIH). En las próximas décadas, señala esa entidad, más personas podrían verse afectados por enfermedades neurodegenerativas, especialmente a medida que aumenta la esperanza de vida. “Debemos comprender mejor las causas de las enfermedades neurodegenerativas y desarrollar nuevos enfoques para su tratamiento y prevención”, señalan.
Los científicos reconocen que la combinación de genes y entorno de una persona contribuye a su riesgo de desarrollar una enfermedad neurodegenerativa. Por ejemplo, una persona podría tener un gen que la hace más susceptible a la enfermedad de Parkinson, pero sus exposiciones ambientales pueden determinar si se ve afectada, cuándo y con qué gravedad.
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