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La biblioteca como el centro del mundo, más que un repositorio de libros, una bodega, un lugar de encuentro. Pero para serlo hay que tener más que libros, porque el mundo de hoy es más grande que el papel, quizá, pero sobre todo es más amplio que los formatos, por fortuna.
En esa diversificación de los soportes, en la multiplicación de los canales, lo que hay, entonces, es una sobreoferta de información: el vasto mar de los datos sin verificar, de los hechos que tal vez nunca sucedieron. De nuevo, la biblioteca como en el centro del mundo, un mundo que tiende a agruparse alrededor del bibliotecario y de los libros, pero también las tabletas, la conexión de banda ancha, el proyector. Tecnología de baja gama para generar altos impactos.
Esta es la meta del proyecto Bibliotecas Globales de la Fundación Bill y Melinda Gates, el brazo filantrópico del magnate de Microsoft, que invierte miles de millones de dólares en campos como salud pública y educación y que desde hace cuatro años estableció una alianza con el Gobierno colombiano (a través del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional) para dotar de equipos tecnológicos a las bibliotecas públicas del país.
El proyecto arrancó por gestión de la Biblioteca y el Ministerio como una forma de alcanzar la financiación de la que dispone la Fundación para este tipo de instituciones en países en desarrollo, especialmente. En octubre de 2011 se arrancó con la implementación de un plan piloto que cubría 26 bibliotecas en 13 departamentos: en estos lugares se invirtieron US$3,2 millones de la Fundación para la entrega de computadores portátiles, proyectores, audífonos, cámaras de video y fotografía, tableros electrónicos, sistemas de amplificación de sonido, tabletas y equipos similares; además de esto se buscaba capacitar al personal y diversificar la oferta de servicios al usuario de estos lugares.
En un tiempo en el que se habla de una era después del computador, la vida en la nube, de avances en computación cuántica, es fácil perder de vista lo mucho que se puede hacer con algo que, en perspectiva, parece poco, acaso mínimo.
Ésta visión la tienen clara personas como Vera Centeno y Adriana Grisales, bibliotecarias de Cereté (Córdoba) y Marsella (Risaralda), dos de los lugares en los que se implementó el plan piloto, dos de los lugares en los que drásticamente creció el número de usuarios. Las cifras oficiales dicen que en junio de 2013, las 26 bibliotecas registraron 17.377 visitas y que en mayo de 2014 ese número había subido a 31.120.
Pero no es un asunto exclusivamente de números: “Tener más herramientas hizo que, por ejemplo, los adultos mayores de Cereté se acercaran para alfabetizarse en computación y terminaron quedándose por los demás servicios”. “Los sábados en Marsella es el día en el que las comunidades indígenas van a hacer mercado. Mientras los padres mercan, los niños se quedan en la biblioteca, muchos sacaron su tarjeta de identidad con la motivación de acceder a nuestros servicios”.
En Cereté, por ejemplo, la biblioteca es el lugar en donde se encuentra el televisor más grande del lugar; un símbolo de estatus, tal vez, que también funciona como puerta al conocimiento y también a algo de entretenimiento.
Los usos y servicios son tan variados como las personas mismas. Grisales hoy se encuentra acompañando la realización de una guía turística de Marsella con los equipos de la biblioteca, mientras que Centeno hace lo propio con un álbum digital del patrimonio de Cereté.
“En mis años como bibliotecaria ya no veo la diferencia entre los libros y la tecnología. Lo que hemos visto con los proyectos que apoyamos es que invertir en tecnología no disminuye el apetito por los libros. Un poco al contrario, de hecho. La gente va a la biblioteca no sólo por los libros. En el mundo de hoy, estos lugares son más importantes que nunca. En muchos países son un sitio seguro y esa definición de seguridad cambia drásticamente entre contextos”.
Quien habla es Deborah Jacobs, responsable de la rama de Bibliotecas Globales de la Fundación y quien estuvo ayer en Bogotá para oficializar la expansión del proyecto: poco más de US$15 millones para dotar 1.200 instituciones de este tipo en el país en un plazo que se extenderá hasta 2018, según las cuentas oficiales. Aunque la iniciativa ya había sido aprobada en abril del año pasado, hasta ahora se comenzará a hacer la entrega de los equipos a las bibliotecas seleccionadas, que tienen que cumplir requisitos como un mínimo de 1MB en conexión a internet, buenas condiciones de infraestructura y seguridad, tener computadores de uso público y estar afiliadas a la red de bibliotecas públicas.
Palabras de bibliotecarias: “El bibliotecario es una figura reconocida, un funcionario que resulta incluido en muchos temas porque, en últimas, es una persona que tiene contacto con toda la comunidad, desde niños hasta adultos”. “Las bibliotecas nos permiten ir cerrando las brechas entre las personas, de conocimiento, de acceso a la información y desde ahí otras más”. “La biblioteca pública es un lugar en el que no importa si tienes dinero o no: allí no se establecen las diferencias que genera un centro comercial, por ejemplo: en ella todos somos iguales, un lugar para la equidad”.