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Consejos de una bloguera para perderle el miedo a viajar sola

Hace más de cinco años, Toya Viudes - bloguera española - se dedica a conocer rincones escondidos alrededor del mundo. Hasta ahora ningún destino le ha cerrado las puertas y su mensaje es una invitación a todas las mujeres a vivir esta experiencia al menos una vez en la vida.

Toya Viudes
27 de septiembre de 2016 - 09:00 p. m.
La Toya, en uno de sus viajes a la Sierra Nevada de Santa Marta.
La Toya, en uno de sus viajes a la Sierra Nevada de Santa Marta.

No sé a ustedes, pero a mí eso de marcar la diferencia entre mujeres y hombres a la hora de viajar no me convence en absoluto. Pienso que no se trata de hablar de géneros, mejor hacerlo de viajeros novatos o experimentados. ¿Y qué tienen unos que no tengan otros? Sentido común, madurez, inteligencia, responsabilidad, prudencia, paciencia, atención, respeto, humildad, y de todo esto una mujer puede saber mucho más que un hombre, o menos, depende.

Yo, como mujer, me siento capaz de todo –también de viajar sola–, y como he leído por ahí, ya está bien de género de dudas y de dudas de género. Es maravilloso viajar acompañada –claro que sí y lo hago cada vez que puedo–, pero también es un placer sentir esa sensación de libertad al moverte a tu aire e ir a tu ritmo. He recorrido Colombia de una punta a la otra y he viajado por medio mundo y nunca he tenido problema alguno; no es cuestión de ser mujer, sino de viajar con cabeza y no como si fueras parte del equipaje.

Mi primer viaje sola al extranjero fue a Costa Rica; ese año terminaba la universidad, no sabía qué hacer con mi vida y tenía algo de dinero ahorrado, así que agarré mi mochila, metí algo de ropa y compré un billete a San José, donde tenía el contacto del amigo del amigo de un amigo. Lo típico. Recuerdo el pánico que me entró cuando decidí hacer ese viaje; tenía claro qué era lo que quería, pero mis miedos me tenían paralizada.

¿Y qué hice? Seguir el consejo de una amiga viajera y ponerles nombre y apellido a todos esos temores que no me dejaban avanzar. Tomé papel y lápiz y los fui enumerando uno por uno con el fin de conocerlos y definirlos. ¿Pueden creer que todavía guardo ese listado? Y ahora, cuando lo leo, después de años de ese primer viaje y de tantos otros sola, me río de lo que escribí y de todo lo que he superado.

Porque a mí, entonces una joven chica de provincia con poca experiencia y muchos pájaros en la cabeza, lo que realmente me atemorizaba no era nada en particular, era todo, o al menos eso era lo que creía: la soledad, la enfermedad, la inseguridad, las grandes ciudades, tener a mi familia lejos tanto tiempo, la comida, en fin, cientos de cosas. Pero cuando los puse sobre el papel y los llamé por su nombre, me di cuenta de que muchos no me pertenecían y que los había hecho míos sin saber cómo. Así que solo me quedé con los de verdad, los otros los tiré a la papelera cuando dejaron de ser una amenaza.

¿Qué hice con los miedos reales? Enfrentarlos antes de mi partida. Uno de ellos –ahora después de tantos viajes ya no es miedo, pero sigue sin gustarme– era comer sola en un restaurante, así que lo empecé a hacer en mi propia ciudad y, la verdad, me costó mucho, porque me veía ridícula sentada en una mesa mientras el resto de la clientela se reía y disfrutaba en compañía. La primera vez casi me muero, la segunda fue un poquito mejor, la tercera estuvo bien y así hasta que conseguí sentirme por lo menos cómoda y nada intimidada.

Chicas, antes de viajar solas les propongo un examen de conciencia para saber qué es lo que realmente quieren. Preguntas hay cientos para responder, ahí van algunas que les pueden ayudar de guía: ¿Qué tipo de viajera eres? ¿Te definirías como introvertida o extrovertida? ¿Tienes facilidad para hacer amigos? ¿Eres feliz siempre rodeada de gente o prefieres el silencio y la soledad? ¿Has viajado antes aunque sea acompañada? ¿Hablas algún idioma? Sigue preguntándote todo lo que se te ocurra; hay un viaje para cada tipo de viajera. De nada sirve engañarte a ti misma y organizar un viaje de aventura si te mueres del susto solo de pensar en hacer rafting o tener que subir hasta la cima.

Y por favor, no se crean el cuento que siempre nos han contado y piensen que solo los hombres están diseñados para ser viajeros aguerridos y aventureros. Además de Marco Polo, Darwin, el capitán Cook, Magallanes y ese tal Livingstone, existe un número que ni se imaginarían de mujeres que, a lo largo de la historia, hicieron realidad grandes y largos viajes por tierras desconocidas, persiguiendo sueños, a veces arriesgando la vida y siempre asombrando a la sociedad con su valentía.

¿Ustedes para qué viajan? Yo para descubrir lugares, darme cuenta de que mi vida es tan solo una de las muchas que existen y entender que nací blanca pero pude haber sido negra; viajo para llenarme de miradas y experiencias, hacer fotografías, aprender, crecer, afrontar retos y poderlo contar a mi vuelta.

Viajar solo –y esto también va dirigido a los hombres– es mucho más fácil y seguro de lo que les han contado, no se trata de ser Supermán ni Superwoman. Viajen, no dejen de hacerlo, y aventúrense solos por lo menos una vez en la vida.

Por Toya Viudes

 

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