El centro económico y político de Japón descansa con el ocaso que se viene y cierra sus universidades de primer nivel, sus financieras que controlan el capital económico, sus corporaciones imponentes de empleados sacrificados hasta la abyección. Tokio se prepara para pasar la página y sus ciudadanos se transforman para vivirlo, como tratándose de una obra de teatro: distinguiendo claramente el día de la noche, el trabajo de la fiesta, lo normal de lo absurdo.?
Ir de rumba en Tokio significa asistir a un espectáculo viviente. La ciudad enciende sus luces y se siente vibrar, creando así la realidad de poder caminar por sus calles sin prevención, observando los restaurantes exóticos, los jóvenes de todas las subculturas urbanas desfilando con atuendos vanguardistas e invitando a retratar lo desconocido. ?
Se acostumbra que para vivir la fiesta tokiota a fondo (probablemente, también para sobrevivirla) hay que ir a cenar antes: actividad nada despreciable, teniendo a la mano una de las gastronomías más exitosas en el mundo. Sushi, sashimi, shabu-shabu, sukiyaki y otros platos exquisitos están a la vuelta de la esquina y darán al traste (para el turista) con las acostumbradas comidas rápidas que se devoran en Occidente. ?
Después de llenar el estómago viene la rumba. Y es mejor dejar un poco de hígado disponible para ella. Uno puede caminar por Roppongi Hills y darse cuenta de que en los niveles superiores de los edificios hay discotecas escondidas, con la música y la capacidad a reventar. Allí está Velfarre, la segunda más grande de la ciudad, que da la bienvenida los fines de semana a 1.500 personas, llevando todo al límite de la exageración. Su bola de cristal, sus salas inmensas, sus cabinas para albergar a prestigiosos DJ que distribuyen la música para todos los gustos. House, techno y salsa, entre otros, sonarán duro y parejo.?
Están los imperdibles, por supuesto. El mejor ejemplo para los turistas es Gas Panic Club 99, por sus bebidas baratas, su buen recibimiento a los extranjeros y su música hip-hop. En esta misma zona hay otras opciones como Lexington Queen, con sus modelos y celebridades oyendo éxitos japoneses propios de la escena o el Club Vainilla, donde 5.000 almas estarán vibrando bajo el mismo pulso. ?
Pasemos al plato fuerte. El que ha sido considerado, durante años, como el mejor club nocturno de la Tierra. Se trata de Yelow, que recibe a los DJ de todas partes, quienes se pelean para reproducir su música a 500 personas. ?
No hay que preocuparse por el transporte. Están los taxis, que son un poco costosos, o el tren, que realiza el último recorrido cerca de la medianoche. También la opción de hospedarse unas horas en un “hotel cápsula” o esperar frenéticamente la reapertura del sistema de transporte, hasta las 5:30 de la mañana, mientras la fiesta y el licor traspasan los cuerpos. ?
Después del desenfreno viene el amanecer de Oriente. Tokio se viste (o disfraza, da igual) para darle la bienvenida a un nuevo día de productividad, esperando para escribir el siguiente capítulo.