Turismo
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El embrujo de una playa

Estar al lado del mar es reconfortante para los días de descanso. Encuentre aquí las alternativas más variadas de la región.

Redacción Especiales
10 de enero de 2012 - 10:56 p. m.

Seamos claros. Ir a la playa es, para muchos, un placer constante. Quien viva cerca al mar lo sabe y quien no, hace todo lo posible por desplazarse hasta allí para caer rendido ante un hechizo que ocasionó, por ejemplo, que Ernest Hemingway, en una Cuba de principios de los cincuenta, le hiciera una oda a los encantos de sus profundidades y dejara en la literatura una huella donde el mar era la musa.

Pero eso no es únicamente cuestión de las letras. Varios se han ido hacia la costa, cualquiera que fuere, a descubrirse, a encontrarse en un paraíso donde el mundanal ruido no hace eco. Sólo silencio. Sólo las olas chocando contra las rocas.

Puede, también, que algunos prefieran las costas abarrotadas de turistas porque son precisamente los otros, quienes allí toman el sol, los que la hacen cautivadora. Restaurantes, casinos, bares que circundan ese tumulto para gritar fiesta.

En América Latina existe gran variedad de playas en las que se condensan infinidad de historias. Una lista que al parecer llama a los no locales a trazar un viaje para perderse en la arena y vibrar con la marea.

En Perú hay una que resuena en cada verano, así siempre haya sol. Se llama Playa Mancora, en la provincia de Talara (Piura) y es, entre otras cosas, la cumbre peruana de la gastronomía de mar. Conchas negras, pescados marinados en zumo de limón, cebiches en todas las presentaciones y el chinguirito, a base de carne seca, son los platillos que acompañan las anheladas vacaciones.

Para los amantes de los deportes náuticos, Perú resulta siendo la vía ideal para la práctica del surf y especialmente del buceo, pues en sus aguas habitan peces de todos los colores.

Más al sur, en Uruguay, se encuentra la playa de Punta del Este, un espacio que ha sido fotografiado tantísimas veces. Allí, al pie de las aguas cristalinas, emergen unos dedos de la arena que fueron concebidos por el artista chileno Mario Irrarazábal y en 1982 se convirtieron en el señuelo de la península.

La playa se divide en Mansa y Brava y es una de las apetecidas entre los turistas argentinos y brasileños, quienes la buscan porque en sus largos kilómetros se pueden sumergir en la más calmada de las playas como en la más tempestuosa. Además, la avenida principal, la Gorlero, es el centro de artesanías.

Una mucho más tranquila, que ofrece una experiencia de vínculo estrecho con la tradición es la playa de Yandup, en Panamá, el hogar de los indígenas kuna yala.

A 5 minutos en bote desde donde está asentada la comunidad y a 45 minutos de vuelo desde la capital, uno se topa con una isla bordeada por un arrecife coralino que brinda la posibilidad de apreciar distintas especies. Arena blanca, playas cristalinas y bungalows.

Por Redacción Especiales

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