Turismo
Publicidad

El secreto japonés

Un paraje milenario que esconde uno de los más bellos jardines del país y residencias de geishas y samuráis.

Redacción Buen Viaje
13 de noviembre de 2013 - 02:50 a. m.
Estanque del parque Kenrokuen, en Kanazawa. / Foto 123rf
Estanque del parque Kenrokuen, en Kanazawa. / Foto 123rf

Pese a que la globalización ha permitido que Japón parezca un país menos lejano, sus maneras y sus hábitos aún lucen extraños para gente de otros continentes. Por eso, al pensar en aquella nación es imposible desprenderse de los clichés que nos han mostrado el cine y la televisión: Japón como un país de avances asombrosos con una capital frenética repleta de luces; Japón como cuna de los milenarios samuráis y las reconocidas geishas, que tan útiles han resultado a Hollywood; Japón como la patria de Nintendo, Casio y Toyota; como el invasor de Pearl Harbor, el que tuvo que padecer los escalofriantes bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki. Pero más allá de todos esos recuerdos, ¿qué más se oculta en ese grupo de islas que conforman una gran potencia?

Aunque Akira Kurosawa en sus halagadas películas había logrado mostrar lo que hay tras esas tierras llenas de historias fascinantes, lo cierto es que aquel país asiático continúa siendo una extrañeza. Y lo es más aun cuando sólo se muestra con fervor ese grupo de ciudades que aparecen como ejemplo de la cultura asiática.

Sin embargo, hay lugares que se antojan mucho más sorprendentes. En el centro de la isla Honshu (la más grande), por ejemplo, se encuentra una pequeña población que muchas ocasiones pasa inadvertida para los viajeros, pese a tener escenarios sugestivos y a resguardar casi con devoción las costumbres japonesas. Su nombre: Kanazawa, capital de la prefectura de Ishikawa.

En realidad, el hecho de que allí hayan perdurado tanto la arquitectura como los antiquísimos hábitos japoneses, ha sido también cuestión de suerte y fortuna: las guerras y desastres que dejó el último siglo no permearon aquella zona, manteniéndola con cierto aire feudal en el que se levantan castillos, casas señoriales y antiguas zonas de recreo, pero, sobre todo, se llevan a cabo prácticas artísticas poco usuales. No en vano la Unesco la nombró Ciudad de la Artesanía y el Arte Popular.

Pero si hay algo verdaderamente admirable en ese lugar es el parque Kenrokuen, uno de los más bellos jardines que existen en el territorio japonés. Las diez hectáreas que lo forman hacen parte de una historia que empezó en el siglo XVII y en la que fue esencial una concepción de espacio muy ajena a la de Occidente. Su nombre (Jardín de los Seis Elementos Combinados, en español) se debe, incluso, a que cumple con seis atributos innegables: inmensidad, solemnidad, cuidadosa distribución, respetabilidad, frescura y paisajes encantadores.

Kenrokuen es dueño de unas características que lo hacen único. Su fuente, de 3,5 metros de altura, es la más antigua de Japón; sus puentes están hechos con inmensas piedras redondas, y además de los tradicionales pinos karasaki, los sakuras y los tulipanes, es hogar de una especie que únicamente se puede encontrar en el parque: el kikuzakura del Kenrokuen, un árbol de flores rojas y rosadas que alcanza a tener 300 pétalos.

A espaldas de ese jardín está el castillo de Kanazawa, una imponente construcción de más de 400 años que fue erigida para evitar confrontaciones bélicas y que ha tenido que soportar varios incendios y múltiples restauraciones para mantenerse en pie.

Así como esa edificación está intacta, hay varias calles que conservan estilos urbanísticos de épocas pasadas. El distrito de Higashi Chaya, tal vez la mejor muestra, alberga las casas donde habitaban las geishas y se llevaban a cabo espectáculos de baile y danza. Varios de los recintos están ocupados aún por aquellas mujeres japonesas y otros tantos son elegantes salones de té.

Y la ciudad, para reforzar sus tradiciones, también ha preservado una serie de lugares deslumbrantes: las residencias de samuráis de Nagamachi, entre calles adoquinadas; parajes donde se muestran los secretos del yuzen, una técnica milenaria con la que siempre se han teñido los kimonos, y un museo que explica cómo es la producción de las famosas hojas de oro originarias de Kanazawa.

Toda esta sensacional riqueza que hoy parece distante será, seguramente, mucho más accesible a partir del próximo año, porque el Gobierno, al percatarse de su potencial turístico, decidió conectarla con Tokio a través de un tren de alta velocidad que se inaugurará en 2014. Así pues, ya nada impedirá que este oculto encanto japonés embruje al mundo entero.

 

Por Redacción Buen Viaje

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar