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Hacer escala ya no es gratis: ¿qué consecuencias tiene cobrar por conexiones aéreas?

El cobro de una tasa transforma un momento tradicionalmente neutro del viaje, en un factor económico con impacto real.

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Mariana Álvarez Barrero
16 de diciembre de 2025 - 09:00 p. m.
Menos conexiones pueden significar menos turistas en tránsito, menor visibilidad internacional y una reducción en las oportunidades económicas asociadas al transporte aéreo. EFE/ Paolo Aguilar
Menos conexiones pueden significar menos turistas en tránsito, menor visibilidad internacional y una reducción en las oportunidades económicas asociadas al transporte aéreo. EFE/ Paolo Aguilar
Foto: EFE - Paolo Aguilar
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¿Se imagina llegar a un aeropuerto solo para esperar una conexión de una hora y descubrir que debe pagar un impuesto para poder continuar su viaje? Esa situación, que hasta hace poco parecía improbable para muchos pasajeros de la región, comenzó a materializarse en Lima y abrió un debate más amplio sobre las consecuencias de cobrar por el uso del aeropuerto a quienes solo están de paso.

Más allá del caso puntual, la implementación de una tarifa para pasajeros en tránsito permite analizar qué efectos puede tener este tipo de medidas sobre los viajeros, la industria aérea y la conectividad regional.

El cobro de una tasa por hacer escala transforma un momento tradicionalmente neutro del viaje, en un factor económico con impacto real. La escala deja de ser únicamente una cuestión operativa y pasa a incidir en el costo total del traslado, en la experiencia del pasajero y en la competitividad entre aeropuertos que buscan consolidarse como centros de conexión.

Un impacto directo en el bolsillo

La primera repercusión evidente de un impuesto a las escalas es el aumento del costo del viaje para el pasajero. Aunque el monto pueda parecer acotado cuando se lo observa de manera aislada, se suma a una estructura tarifaria que ya incluye impuestos, tasas y cargos diversos. En rutas internacionales, donde los precios finales suelen ser elevados, cualquier adicional influye en la percepción de valor del pasaje.

Este impacto no es solo económico, sino también experiencial. Cuando el cobro no está incluido en el ticket y debe abonarse durante la escala, el pasajero se enfrenta a un trámite inesperado en un momento sensible del viaje.

Las conexiones suelen estar atravesadas por tiempos ajustados, controles, cambios de puerta y cansancio acumulado. Agregar un paso administrativo en ese contexto puede generar confusión, ansiedad y una sensación de desorden, incluso cuando existan mecanismos digitales para facilitar el pago.

Además, la falta de uniformidad en la aplicación de la tarifa, puede resultar difícil de comprender para el público general. Para el pasajero promedio, no siempre es claro por qué en algunos casos se paga una tasa de transferencia y en otros no, o por qué un esquema termina derivando en un cargo distinto, incluso mayor. Esta complejidad puede afectar la confianza en el proceso de compra y en la experiencia aeroportuaria.

La competitividad de los aeropuertos y las aerolíneas

Más allá del pasajero individual, cobrar por las escalas tiene efectos estructurales en la red aérea. Los aeropuertos que funcionan como hubs regionales dependen en gran medida del tráfico de conexión para sostener su volumen de operaciones.

Cuando hacer escala deja de ser gratuito y se convierte en un costo adicional, ese aeropuerto pierde atractivo frente a otros de la región que no aplican este tipo de tarifas.

En América Latina, la mayoría de los principales aeropuertos no cobra una tasa específica por transferencia. En ese escenario, la introducción de un cargo elevado coloca al aeropuerto que lo aplica en una posición desventajosa.

Las aerolíneas, que compiten en mercados sensibles al precio, pueden verse obligadas a reconsiderar sus estrategias de rutas si detectan que una conexión encarece el viaje o genera fricciones con los pasajeros.

A largo plazo, esta dinámica puede derivar en una menor oferta de vuelos, menos frecuencias y una pérdida de relevancia como punto de conexión.

Los hubs no solo concentran pasajeros, sino que también permiten sostener rutas que, sin tráfico en tránsito, no serían viables. Cualquier medida que desaliente las conexiones puede afectar ese equilibrio y limitar las posibilidades de crecimiento del aeropuerto y de las aerolíneas que operan en él.

Efectos en la conectividad regional

La tercera gran repercusión de cobrar por las escalas se vincula con la conectividad regional y el desarrollo económico. Un aeropuerto bien conectado no beneficia únicamente a quienes lo usan para viajar, sino también al país en el que se encuentra. La conectividad aérea es un factor clave para el turismo, el comercio, la inversión y la integración regional.

Cuando un aeropuerto pierde competitividad como hub, el impacto trasciende a la industria aérea. Menos conexiones pueden significar menos turistas en tránsito, menor visibilidad internacional y una reducción en las oportunidades económicas asociadas al transporte aéreo.

En este sentido, las decisiones tarifarias de un aeropuerto no son neutras: influyen en cómo se inserta un país en la red global de vuelos.

Desde la perspectiva de los operadores aeroportuarios, el cobro de estas tarifas suele justificarse como una forma de financiar servicios e infraestructura. Sin embargo, el desafío está en encontrar un equilibrio entre la necesidad de ingresos y la sostenibilidad del modelo de conectividad.

Si el peso del financiamiento recae directamente sobre los pasajeros en tránsito, el riesgo es afectar el flujo que justamente sostiene al aeropuerto como nodo estratégico.

En definitiva, que un aeropuerto cobre un impuesto a las personas que hacen escala tiene repercusiones que van mucho más allá del monto a pagar. Impacta en la experiencia del pasajero, en las decisiones comerciales de las aerolíneas y en la posición del aeropuerto dentro del mapa regional.

El caso de Lima permite poner sobre la mesa una discusión de fondo: hasta qué punto transformar la escala en un costo fortalece al sistema aeroportuario o, por el contrario, termina debilitando su rol como espacio de conexión y desarrollo.

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Mariana Álvarez Barrero

Por Mariana Álvarez Barrero

Periodista de la Universidad del Rosario. Apasionada por la agenda global, la literatura y la economía. Además, presentadora de Moneygamia, formato audiovisual de finanzas fáciles de El Espectador.malvarez@elespectador.com

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Pero no veo que en el artículo se hable de más casos en el mundo. El aeropuerto de Lima es hasta el momento muy usado por LATAM, lo que puede pasar es que la aerolínea reajuste sus operaciones a Ecuador o Colombia. Me causa gracia la osadía de cobrar de dicho aeropuerto cuando es uno de los menos bonitos y dotados de la región. Algunos se engrandecen y finalmente la ambición los lleva a quedarse sin pan ni queso, es un tema de oferta y demanda
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