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Hacia las entrañas del témpano

Partiendo de la ciudad de El Calafate y a unos 45 minutos en carro se encuentra el Parque Nacional de Los Glaciares, reconocido por sus imponentes bloques de hielo, de los cuales el más vistoso es Perito Moreno.

Sandra del Castillo/La Patagonia
24 de agosto de 2011 - 12:12 a. m.

Desde el avión se aprecia la inmensidad y majestuosidad de la tierra patagónica. Ya en el Aeropuerto Internacional de El Calafate, cuidadosamente construido en piedra y aluminio, se comienza a observar más detenidamente la vegetación típica de la región más austral de Argentina.

Recorriendo un poco más de 23 km en una carretera plana, se llega hasta la ciudad de El Calafate, un conjunto de pintorescas casas en madera, con techos inclinados, por donde se accede al Parque Nacional de Los Glaciares. Esta región patagónica de la provincia de Santa Cruz debe su nombre a un arbusto espinoso de flores amarillas y bayas de color azul oscuro, que es el que más se encuentra en el camino que conduce hasta el Parque.

Durante el trayecto el paisaje es imponente. Al lado izquierdo de la carretera la estepa típica patagónica aparece en todo su esplendor. Vegetación de color verde oscuro y amarillo tostado, arbustos de pequeño porte, espinosos y de forma globosa, al lado de pastos de hojas duras, liebres, aves típicas y uno que otro zorrillo husmeando. Mientras, al otro lado del camino la inmensidad del Lago Argentino aparece con un fondo de montañas coronadas por las nieves perpetuas.

En la temporada de invierno el clima es frío y seco, la temperatura desciende a -12 °C, llegando a congelar una amplia porción del lago en Bahía Redonda, donde se practica el patinaje sobre hielo.

Avanzando por la carretera, cada vez se hace más evidente la proximidad de los glaciares. Las águilas y los cóndores observan desde lo alto del pico de las montañas, a cientos de kilómetros, el momento oportuno para deslizarse y capturar a su presa.

Dentro del parque, que ha sido declarado por la Unesco Patrimonio Mundial de la Humanidad, aparecen unas pasarelas desde donde los turistas observan, a tan sólo 400 metros de distancia, los diferentes glaciares. Pero hay uno que sobresale del conjunto: se trata del Perito Moreno, situado en una zona rodeada de bosques y montañas.

Los enormes témpanos de hielo, que con el reflejo del sol dan una tonalidad azulada, se extienden sobre el brazo sur del Lago Argentino. Tienen un frente de cinco kilómetros de longitud y 60 metros de altura, aproximadamente. El glaciar fue bautizado en honor a Francisco Moreno, creador de la Sociedad Científica Argentina y activo explorador de la zona.

El recinto comprende un escenario de montañas, bosques y lagos, incluyendo una vasta porción de la cordillera de Los Andes que se mantiene cubierta de hielo y nieve durante todo el año.

En el catamarán

Otra manera de conocer el parque es un catamarán que recorre los principales glaciares. La navegación transcurre por el brazo norte del interminable Lago Argentino. Para adentrarse, el barco cruza por el estrecho de la Boca del Diablo. A la izquierda, se aprecian los inmensos paredones de roca que hacen que la embarcación parezca diminuta frente a semejante estructura. Poco a poco van apareciendo los primeros témpanos de hielo, desprendidos del glaciar Upsala.

El viaje lleva a tres puntos específicos. El primero es el glaciar Spegazzini, que tiene el paredón frontal de hielo más alto y se encuentra encajonado entre montañas, con un glaciar que cae sobre su parte derecha como si se tratara de una cascada.

Luego se llega al Upsala, con sus increíbles 60 kilómetros de longitud y casi 600 km² de superficie. A pesar de su grandiosidad, el Upsala no impresiona tanto como el Spegazzini o el Perito Moreno, porque el barco no se acerca a más de 800 metros de su parte frontal. Los grandes desprendimientos son constantes y en épocas pasadas se han producido importantes derrumbamientos simultáneos.

Una experiencia inolvidable: viajar a las entrañas de los glaciares, que datan de una época milenaria, cuando todo el planeta estaba cubierto de hielo, y ahora están al alcance de quienes se atrevan a explorarlas.

Por Sandra del Castillo/La Patagonia

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