Nada más jubilarme realicé el sueño de mi vida, dar la vuelta al mundo en solitario. Este viaje duró 9 meses y conocí 74 países, allí descubrí algo muy importante para mí y es el darme cuenta de que los humanos también tenemos alas.
Este descubrimiento hizo de mi otra persona y fue tal la sensación de libertad que sentí, que ya no supe, ni quise, volver a cerrar mis alas. Ahora, con 83 años, aún sigo volando y disfrutando.
Es cierto que siempre lo hice en solitario, el viajar así supone una serie de ventajas inimaginables, tú decides donde ir o donde pararte, cuando salir o donde alojarte, eres totalmente libre e independiente de hacer lo que tú quieras.
Actualmente y desde hace unos 3 años ya no viajo sola, ahora lo hago acompañada de otras viajeras a las que sirvo de guía. Yo me encargo de todo lo que se puede necesitar para realizar el viaje, ellas solo tienen que disfrutar y ¿sabes una cosa? Yo disfruto muchísimo de esta nueva experiencia.
Esto de viajar en compañía empezó un día en el que estando en la India me encontré con una jovencita que me dijo: “Kandy, a mi madre le gustaría venir aquí, pero le da tanto miedo… no sabe idiomas, nunca subió en un avión, pero seguro que si yo le hablo de ti y le digo que vaya a un viaje contigo le hará mucha ilusión”. Yo medité un momento y me dije: Kandy, quizás en esta etapa de tu vida, el universo te da una oportunidad de conseguir que muchas personas que abandonaron sus sueños, vuelvan a retomarlos y a llevarlos a cabo.
Y así fue, cuando a ese grupo de mujeres que me acompañaron y pisaron por primera vez un país extraño para ellas, (en este caso fue el sur de la India), no puedo explicarles la sensación de paz y alegría que sentí. Observaba como sus miradas se fijaban en esas mujeres con sus saris de múltiples colores que pasaban junto a ellas, como disfrutaban contemplando las escenas callejeras propias de este país, como se asombraban de ver niños pequeños con pulseras en sus tobillos, bueno, era tal la emoción que sentían, que venían a abrazarme con lágrimas en los ojos para agradecerme de que por mí estaban conociendo otro mundo antes inimaginable para ellas. Espero que ahora entiendan el por qué a partir de entonces mis viajes no han vuelto a ser en solitario.
Para terminar, solo quiero dejar aquí las palabras que un día dijo San Agustín: “Un libro es como un viaje, quien no viaja es como haber leído solo una página del libro”. ¿Qué bellas palabras verdad? ¡Ah¡ Y no me digan que los viajes cansan mucho, porque otra frase de la Madre Teresa de Calcuta es “Que más vale cansarse que oxidarse”, así que ya saben: no hay excusas para no volar.