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La capital bohemia del Pacífico

Uno de los destinos más apetecidos de Latinoamérica se viste de romance, cultura y sabor. Una ciudad donde el pasado indígena y colonial contrasta con la modernidad.

Redacción Buen Viaje
11 de diciembre de 2013 - 03:41 a. m.
La avenida Costanera bordea el distrito de Miraflores, escenario de surfistas y parapentistas. / Carlos Ibarra
La avenida Costanera bordea el distrito de Miraflores, escenario de surfistas y parapentistas. / Carlos Ibarra

Una manta blanca cubre los cielos de Lima, la ciudad donde nunca llueve. La melancolía del ambiente nace en las montañas y en el oleaje del oscuro Pacífico. Abajo, la tierra del imperio inca es el lecho de santuarios, construcciones coloniales y rascacielos que dan cuenta de la historia y la transformación de una de las joyas más preciadas del sur del continente.

Basta con dos o tres días para conocer el encanto de la capital, capaz de reunir en un solo lugar los vestigios del pasado y el espíritu de la modernidad. Para empezar, vale la pena recorrer las calles del centro histórico, declarado en 1991 por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad. En él florecen decenas de iglesias que guardan valiosas colecciones de pinturas, oro y plata propias de la época prehispánica. La Plaza de Armas, rodeada por el Palacio de Gobierno, el Palacio Arzobispal y la Catedral de Lima, es el corazón político e histórico del país. Su símbolo, la fuente de bronce, recuerda la proclamación del acta de independencia de Perú en 1821.

A pocas cuadras el convento de San Francisco, construido en el siglo XVII, acoge los restos de más de 25.000 personas que habitaron la capital en la época colonial. Junto a las catacumbas, impresionantes salones y claustros conservan imágenes religiosas y bibliotecas que evidencian la vida y obra de antiguos frailes franciscanos.

La mística y el legado de los incas hacen presencia en Pachacámac, en el sur de Lima. El santuario, uno de los parajes arqueológicos más importantes de Suramérica, se compone de pirámides, palacios, plazas, calles y templos en honor al Sol, a la Luna, al creador de la Tierra y a Tauri Chumpi, último gobernador del imperio. Cada rincón de estas imponentes ruinas se puede recorrer y palpar para descubrir los secretos del lugar de peregrinaje más importante del antiguo Perú.

En lo alto del complejo, la brisa susurra el canto del mar. A diario, las olas frías del océano sirven de lienzo para surfistas y los cerros, para expertos del parapente. Cerca del litoral, cientos de edificios vanguardistas dan vida al distrito de Miraflores, uno de los destinos más apetecidos por los turistas. Su variada oferta gastronómica, comercial y deportiva invitan a la diversión y al ocio. Tiendas boutique, hoteles de lujo y restaurantes que impregnan en cada plato el sabor de los pueblos peruanos llenan de encanto la zona, reconocida también por ser la cuna del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

Mientras cae tímidamente el sol sobre la línea costera, algunas parejas de recién casados se dan cita en el Parque del Amor, un lugar donde, según los limeños, hombres y mujeres sellan con un beso su compromiso frente a una enorme escultura de dos enamorados.

A lo lejos el sonido de un cajón, una zampoña y un charango anuncian que la fiesta empieza en Barranco, el sector más bohemio de la capital. Malecones, parques, puentes y pequeños hostales impregnan de romance el ambiente. En la noche, las calles de este mágico distrito se transforman en escenarios para el arte. Danzas como el Tinku y la Llamerada evocan las costumbres de los pobladores que a diario agradecen a sus ancestros la riqueza de su tierra, una de las más privilegiadas del continente por su naturaleza y cultura.

Por Redacción Buen Viaje

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