Turismo

Las inundaciones del valle del cauca

Así vivió y enfrentó esta emergencia los sectores azucarero y empresarial del occidente colombiano.

Juan José Arango Rodríguez* / Especial para El Espectador
26 de diciembre de 2010 - 01:59 a. m.

Soy santandereano, ingeniero agrónomo, vivo en el Valle del Cauca hace 28 años, dedicado con pasión a trabajar en la industria azucarera. Trabajé por más de 20 años en un ingenio donde pude conocer y vivir la caña de azúcar en todo su esplendor, pues nuestro hermoso Valle es la primavera de la caña en el mundo, producimos la mayor cantidad por hectárea y la mayor cantidad de azúcar por hectárea.

En esta extrema ola invernal que estamos viviendo pudimos ver un pluviómetro que tiene Ingenio Manuelita, que en noviembre presentó la precipitación más alta en 104 años y el río Cauca mostró récord histórico de caudal pasando por el puente de Juanchito, cerca de Cali, con 1.088 metros cúbicos por segundo.

Me comprometí con el gobernador del Valle, doctor Francisco José Lourido, Luis Fernando Londoño Capurro, presidente de Asocaña, y con Alfredo Carvajal, presidente de la firma Carvajal S. A., a ayudar y coordinar dos frentes de trabajo. Con el sector azucarero, el trabajo consiste en colaborar con los 13 ingenios azucareros, apoyando con obras y recurso humano a las comunidades y municipios más afectados por esta catástrofe; por si fuera poco, debemos mirar también la Zona Franca de Pacífico y la inundación de la cual es objeto.

Arrancamos con un comité de ayuda con la Gobernación con Cartón de Colombia, Pisa, Epsa y el Comité de Cafeteros para repartirnos los diferentes trabajos y las necesidades más apremiantes, ellos en las cordilleras Central y Occidental, y los 13 ingenios azucareros en las zonas planas del Valle, desde la zona de Cali hasta el norte, en el municipio de La Victoria. Son muchas las ayudas que hemos hecho, sobre todo adecuando, conformando y reparando los diques que se han fracturado causando daños a más de 30.000 hectáreas a lo largo del Valle.

Hemos reparado con una enorme logística y un gran esfuerzo económico más de 40 roturas de diques en los ríos: Cauca, Bolo, Fraile, Palmira, Sonso, Amaime, Guadalajara, San Pedro, La Paila, Parraga, Zanjón Tortugas, Zanjón Guineo, Zanjón Burrigá, Zanjón Arrancacinchas, Zanjón Tumaco, Río Claro, distritos de riego Asorut y Asonorte, reparamos carreteras, prestamos tractores para evacuar viviendas, limpiamos los puentes de los troncos y árboles que obstruyen los cauces, prestamos motobombas a las comunidades más afectadas, canalizamos tramos de ríos, pero el trabajo más duro y difícil fue cerrar los diques rotos a lo largo de nuestro Valle.

Todo este esfuerzo se ha hecho con recursos de los Ingenios, su ingeniería, personal de campo y para ayudar a las comunidades y agricultores afectados, sin ningún apoyo económico de las autoridades ambientales, como la CVC y demás.

La CVC dejó solo a este gran Valle, después de haber construido por los años 1970-80 la red de diques más ambiciosa y confiable de Colombia, complementando con la presa reguladora-energética de Salvajina. Les hemos dicho en todas las formas que “las inundaciones también son medio ambiente”, tenemos afectadas miles de personas y campos agrícolas que generan todo el empleo en la región. Su trabajo se limitó a ser “autoridad ambiental”.

Después de presentar el estudio de inundabilidad de su predio y establecer las cotas autorizadas, el agricultor tiene que construir su dique con sus recursos e ingeniería que contrate, y toda esa cantidad de kilómetros construidos quedó a la deriva, sin mantenimiento, correcciones, conformación y supervisión. En estos 30 años, desde que se hicieron, cada agricultor veló a su manera por cómo proteger y manejar sus diques, sin pensar y calcular el riesgo, no sólo para él, sino para todos los vecinos agricultores y comunidades.

No se alcanza a imaginar el trabajo y los recursos destinados por los Ingenios, que ascienden a $4.500 millones en esta logística de reparaciones, trabajos 24 horas por más de 35 días tratando de contener y mitigar los daños que nos está haciendo “el medio ambiente”, pues no somos capaces de controlarlo, sólo mitigar su fuerza.

A la Zona Franca del Pacífico llegué enviado por los personajes nombrados anteriormente. Me encontré el 1° de diciembre, en una carpa al lado del lago de 700 hectáreas inundadas, al gerente llorando y lo único que pude decirle fue: “Mi nombre es Juan José Arango, vengo de la industria azucarera y quiero ayudarle a salir de este problema”. Bastante alentadoras sonaron mis palabras, pero insuficientes ante la magnitud de una inundación con agua de 3,5 metros de profundidad. El panorama era la Zona Franca inundada al otro lado de la carretera que une a Cencar Yumbo con el aeropuerto Palmaseca. Las 32 empresas que operan en la Zona Franca, trabajando en un área de 50 hectáreas, con 2.500 empleados y con ganas de sacar adelante sus sueños, se encontraban con 2,5 metros de agua en los muros de sus bodegas.

Una semana antes el río Palmira, que escasamente sale en los planos, descargó sus aguas sobre un río grande llamado Guachal, que es la unión de dos de los ríos más caudalosos de la región, Bolo y Fraile. El dique que asegura el cauce del río Guachal se rompió a lo largo de 30 metros, en un predio de ganadería, en los días de las mayores precipitaciones en la historia de nuestro Valle, causando la inundación de 1.200 hectáreas.

En medio de la dificultad nos pusimos a trabajar, conseguimos paquetes grandes o big bags, de 1,5 toneladas, contratamos 200 hombres para llenarlos, se construyó un dique de emergencia para contener las aguas entre la noche y el día, lo que costó mucho dinero. El general Torrado, comandante regional de la Fuerza Aérea, nos prestó muy gentilmente un helicóptero, conseguimos eucaliptos regalados por Cartón de Colombia, contratamos seis retroexcavadoras, un buldózer y con una barcaza empezamos a movilizar a la gente al sitio del dique roto. Trabajamos a dos turnos con toda la intensidad y la adrenalina que ameritaba tan desesperante situación, pero el helicóptero sólo lograba transportar 60 paquetes por día, a un costo de US$4.000 por hora y la meta era llevar 700 paquetes.

Cuando parecía imposible completar la misión, se nos ocurrió invitar a los areneros de Vijes y Paso de la Torre, trabajadores que por esos días estaban parados debido a los altos niveles del río Cauca.

Trabajando con seis barcazas areneras, capacidad de 10 toneladas, transportamos por el “gran lago” de 700 hectáreas, cinco paquetes por viaje, por siete días, con retroexcavadoras embarcando y recibiendo en el dique roto, hasta que logramos cerrar el causante de la gran inundación. Ahora estamos drenando el gran lago con entregas controladas al río Guachal y con 18 motobombas, drenando la Zona Franca del Pacífico.

En este arduo trabajo nos han ayudado especialmente los Ingenios Azucareros, con su gente, maquinaria y recursos; Cartón de Colombia, con los postes para estabilizar el dique roto; la Fuerza Aérea, Emcali y muchos empleados de las empresas comprometidas, así como los dos directivos de la Zona Franca, Berta Cecilia Rojas y Rodrigo Velasco, quienes coordinaron la logística y labores que adelantamos en tan importante proyecto para el Valle del Cauca.

Ya iniciamos el proceso de secado de la Zona Franca, con motobombas de gran caudal, para que estas empresas continúen su desarrollo normal, generando trabajos calificados en la región.

 * Coordinador para Atención de Emergencias del Sector Azucarero.

Por Juan José Arango Rodríguez* / Especial para El Espectador

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