Los Cabos, México: una tierra de peñas bravas y riscos escarpados

San Lucas, es la ciudad fiestera de la región que en cada atardecer demuestra que los piratas aún se mueven por esas aguas.

Foto: MIGUEL CRUZ

Cuando el famoso oceanógrafo Jacques Cousteau nombró al Golfo de California como el Acuario del Mundo, no fue una exageración, pues en esta unión del Mar de Cortés y el Océano Pacífico se concentra cerca de la mitad de los mamíferos marinos conocidos, y el 75 % de los que habitan las costas y mares de México, una de las razones por las que desde 2005 es catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Esta región de rasgos únicos, en donde las brillantes aguas azules contrastan con el polvoriento y cobrizo desierto, reúne una oferta de lujo, natural y de aventura pensada para alejarnos de la cotidianidad y adentrarnos en un espacio paradisiaco que tiene como uno de sus protagonista el calor que aporta la temperatura ideal para que el Rancho Tierra Sagrada sea un resguardo para más de 40 camellos que fueron rescatados de circos, pero ahora, estos gentiles gigantes jorobados recorren el desierto de Baja California Sur con viajeros de todo el mundo que llegan para conocer más sobre las tradiciones culturales, culinarias y características de la zona.

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Con el ronquido de los camellos de fondo y la brisa del mar refrescando el rostro, el metate, el maíz, el mezcal y el tequila cobran protagonismo cuando en medio de una cata de estos licores se comienzan a narrar leyendas que explican cómo el rayo de una tormenta cocinó las pencas de agave de donde por primera vez brotó el mezcal, o elixir de los dioses, como lo llamaban los nativos. Y el maíz, que en cada cocina sale a relucir, es algo primordial en la dieta y el orgullo de este país, pues no hay mexicano que no sepa usar el metate para moler el grano y hacer tortillas de todos los colores y sabores, ya que el 26 % de maíz del mundo es endémico de México, por lo que si hablamos solo de tacos, se podrían comer con 62 tortillas de maíz diferentes, un dato que abre el paladar.

De elote verde, blanco y rojo; limones con tentáculos y otros con pinta de caviar; mezcal espadín, tobalá y cenizo, siempre que se pueda con sal de gusano; mole de todos los colores y hasta de frutas; chapulines enteros, molidos y en el postre... La gastronomía y la cultura ya en sí son una experiencia auténtica, y protagonistas difíciles de encontrar en otro rincón del mundo, que seguro dejará a más de uno rojo y mareado, y no precisamente por el calor y el picante.

“Para todo mal, mezcal, para todo bien, también. Y si no hay remedio, me tomo litro y medio, y para el mal del corazón, entonces un galón: salud”. Este es uno de los rezos que se pueden escuchar en Cabo San Lucas, una de las ciudades de Los Cabos que en sus calles amenizadas por discotecas, colosales tiendas de tequila, puertos y costas azules se retrata muy bien el ambiente fiestero y aventurero que solo una ciudad fundada por piratas puede atesorar.

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En sus costas, metros de peñas y riscos escarpados surgen del agua y dividen el Mar de Cortés y el Océano Pacífico con una muralla de rocas puntiagudas, en medio de montañas rocosas, el tiempo y las caricias del oleaje han esculpido el Arco de Cabo San Lucas, un paisaje digno de guardar en la memoria que también es el vecindario de leones marinos que disfrutan del sol que juega con las montañas mientras los viajeros hacen su mejor encuadre de esta escultura natural, también conocida como “Fin de la Tierra”.

Toda esta zona demuestra que sí es posible que en el Fin de la Tierra exista tanta riqueza cultural que hace de los ‘choyeros’, gentilicio para los nacidos en Los Cabos, personas amables, siempre sonrientes y tan cordiales y cálidas como el calor que agita las carreteras y calienta las playas en donde para esta fecha del año, se observan hoyos en la arena que sirvieron en la temporada de anidación de algunas tortugas marinas.

Y en esas mismas bahías todos los días es posible adentrarse en el mar en un kayak, para después nadar con peces de todos los colores y tamaños que parecieran no asombrarse por la presencia de humanos que aletean y se sumergen con extrañas máscaras para observar su hogar.

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Y en tierra, el centro de San José del Cabo, la segunda ciudad protagonista, encarna un distrito de arte al aire libre que se resguarda con palmeras, colores y la acogedora arquitectura de la plaza principal. En sus calles, decenas de tiendas sirven de hogar para diferentes obras de arte mexicano tradicional y creaciones locales, como cientos de alebrijes únicos, llamativos y coloridos que aguardan por un viajero antojado.

Toda esta auténtica y exquisita oferta que se encuentra en California Sur y Los Cabos ha permitido que durante 2023 más de dos millones de turistas hayan visitado el destino, lo que representa un aumento de 16 % en el tráfico aéreo al compararlo con el mismo periodo de tiempo de 2022, de acuerdo con la Agencia de Aviación Civil. Y en este crecimiento de visitantes, Colombia se posiciona como el primer país de Latinoamérica, y el tercero internacional que más turistas aporta al destino, con un tráfico de 1.410 viajeros al cierre del primer trimestre, incrementando en un 54 % si se coteja con el año anterior.

*Invitación de Fideicomiso de Turismo de Los Cabos.

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